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Alfonso Reyes Y El Novecentismo. Apuntes sobre Mariano de Cavia, Valle-Inclán, Azorín, Ortega y Gasset y Juan Ramón Jiménez. Juan Pascual Gay y Francisco Estévez, Renacimiento, 2024.

  • Por Sebastián Gámez Millán

viernes 21 de noviembre de 2025, 22:44h

21NOV25 – MADRID.- Si bien el madrileño fue más filósofo que literato y, sobre todo, con mayor vocación política y regeneradora, Alfonso Reyes (1889-1959) es a la cultura de México lo que José Ortega y Gasset (1883-1955) a la de España, el mejor ensayista y una de las figuras capitales de las letras y el pensamiento humanista de la primera mitad del siglo XX. Escribió más de 200 libros, 88 de crítica, ensayos y memorias, 21 de poesía, 7 novelas, 11 traducciones, 35 prólogos y ediciones comentadas, 16 obras póstumas…

Cifras que no nos abrumarían tanto si en él la cantidad estuviera reñida con la calidad. Pero no es el caso: Jorge Luis Borges escribió en sus memorias: “Todavía considero que Reyes es el mejor prosista del idioma español en este siglo y de él he aprendido a escribir de manera sencilla y directa”.

Al indudable valor literario y humanista de su obra se añade que fue una persona decisiva a la hora de tender puentes no sólo entre México y España, también con una conciencia anticipadora entre Hispanoamérica. Recuérdese que Reyes fue desde 1939 el primer presidente de la Casa de España, que a partir de 1940 se denominará El Colegio de México, magnífica institución de estudios superiores que el gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas creó, gracias a Cosío Villegas, con el fin de incorporar a su país intelectuales españoles exiliados a consecuencia de la guerra civil, entre los que cabe citar a Gaos, Díez-Canedo, Moreno Villa o Max Aub. Justamente el primero, en su dedicatoria a la Antología del pensamiento de lengua española en la edad contemporánea (Séneca, 1945), anotó: “A Alfonso Reyes, representante por excelencia de la nueva unidad histórica de España y la América Española, y en ella de una de las figuras humanas esenciales: la del humanista”. Entre sus obras de pensamiento sobresalen El deslinde (1944), La experiencia literaria (1942) y La filosofía helenística (1959).

¿Cómo es posible, pues, que su reconocimiento no sea proporcional al valor de su obra literaria e institucional, al menos en España? Precisamente el libro que ahora nos ocupa, Alfonso Reyes y el novecentismo, de Juan Pascual Gay y Francisco Estévez, puede contribuir a paliar este desconocimiento, esta falta de debido reconocimiento.

Tras el asesinado de su padre, el general Bernardo Reyes, el autor es destinado a la egación Mexicana de Francia, y poco después a Madrid, donde transcurrirá una fructífera década (1914-1924) de su trayectoria en la que mantiene relaciones con algunos de los mejores escritores de nuestra lengua de los que nos ofrece penetrantes retratos y acertados juicios críticos. Además de seleccionar con acierto los textos, fragmentos y cartas que Reyes escribe, los autores del estudio reconstruyen con conocimiento y rigor el contexto y la intención comunicativa, labor filológica y hermenéutica que permite una comprensión más adecuada que si leyéramos estos sin su trabajo. La primera parte está dedicada a “El Madrid de Alfonso Reyes”. Por el siguiente orden desfilan a continuación cada uno de los autores tratados y leídos: Azorín, Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Valle- Inclán y Mariano de Cavia. A excepción de este último, se puede considerar que todos pertenecen al movimiento novecentista, de ahí el título. Por último, concluye con dos clarificadores estudios sobre uno de los mitos más arraigados en nuestra cultura, Don Juan. A modo de breve muestra, en Ortega y Gasset observa “una bifurcación interior”, escindido entre “dos vocaciones”, entre el escritor y el hombre público. De Juan Ramón Jiménez escribe: “Y este hombre severo, superior, grave maestro estético y fiero encabritador del verso, nos aparece de pronto como un San Sebastián barbudo y exangüe, de mirada casi cruel, atado a un árbol y acribillado por las flechitas del ruido (...) En cuanto a esencia, integridad y trascendencia, nada existe hoy en la literatura española –y, por consiguiente, en todo el arte nuestro– superior a la obra de Juan Ramón Jiménez”. omo indicara José Emilio Pacheco, “Alfonso Reyes no quiso ser más ni menos que escritor. Su herencia civil es de primer orden: inventó para nosotros una prosa en que podemos conocer el mundo, pensar el mundo, explicarnos el mundo. Una prosa que es y será siempre modelo inimitable de precisión, concisión y naturalidad. Como señaló Octavio Paz, al enseñarnos a escribir nos enseñó a pensar”. Aunque he comenzado resaltando la mayor vocación filosófica y política de Ortega en esa comparación casi inevitable con Reyes, hemos señalado que este también contribuyó de forma crucial a tender puentes entre México y España. Esta tarea institucional coincide hasta cierto punto con el fin de la creación literaria según Reyes: “iluminar el corazón de todos los hombres en lo que tiene de humano”.

(Enviado por Jose Ántonio Sierra)

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