Pueden destruir las esculturas o llegado el caso derribar la cruz, la más alta del mundo, y Dios ni se va a enterar. Pueden que echen leña para indignar a buena parte de los españoles. Caso de que se enterara Dios, ¿le dará por reír o por llorar?. Pienso sencillamente que de existir no le va a gustar un pelo.
Me llama la atención países como Francia que conservan impolutas sus obras monumentales, como por ejemplo “Le Tombeu”, o sea la tumba de Napoleón en mármol granate y en el interior de un edificio destinado a su custodia. Nunca he comprendido por qué en España, este país cainita, se esfuerzan en destruir lo que se ha ido construyendo, y que no es ni más ni menos que la historia de España que forma parte ya del patrimonio nacional y pingües beneficios por los cientos de turistas extranjeros que visitan esos lugares. En realidad esto habla de la brutalidad e incultura de sus gentes.
Dicen que, en el caso que nos ocupa, es para borrar del mapa el recuerdo de un dictador no muy lejano, y de paso para indignar en el fondo a los seguidores de ese Dios y dividir en dos bandos al pueblo que lo que desea es olvidar y vivir lo mejor posible.
Hitler intentó liquidar a un pueblo entero - el judío -, sin conseguirlo, y sí perpetuar una imagen horripilante de su memoria, que sí ha quedado para la historia.
¿Es que Dios perdonará a los que destruyan la imágenes sagradas de Ávalos que decoran el pie de la cruz de Cuelgamuros?. Pues es muy posible, ya que es la pura misericordia y nos ha ido perdonando antes a todos nosotros. Pero no hay que olvidar que también es la justicia, y yo por si acaso no jugaría con esas cosas no sea que les aguarde como al Führer un futuro terrible, y que caigan sobre sus cabezas las inmensas esculturas de Ávalos, hecho este que a mí sí que me daría respeto.