No obstante no me gustaría irme al otro mundo sin destacar las virtudes, curiosidades o rarezas de mi esposa; y es debido a que de forma silenciosa y heroica se ha dedicado durante varias décadas a hacerme feliz a mí – ¡ fíjense ustedes, un ser inestable, ciclotímico, en fin, un enfermo mental, que son los tipos de enfermos más difíciles de tratar!.
Porque bajo la apariencia genial de un artista reconocido a nivel social y nacional, rodeado de premios; se esconde ese otro; un ser egoísta, maniaco y egocéntrico, quinta esencia de las cualidades que sin embargo han adornado a muchos artistas y creadores a lo largo de la historia.
Sí, así soy yo, el contrapunto de la minuciosidad, la delicadeza y el amor con el que mi esposa me brinda todos los días, y que es un regalo de Dios, inmerecido o merecido, vete a saber.
La dulzura, la paciencia y la sabiduría de mi mujer, resplandece al final de mi vida con el aura de los santos; esto es, de las personas que se sientan sin hacer ruido al final de la iglesia, en el último banco; que abandonan todo para guiar por los interminables pasillos del Hospital Clínico de Madrid a un visitante perdido. Que se va a la cocina a prepararme mis bebidas y mis cien medicinas en lugar de ver, ampulosamente como yo, la misa dominical de la 2, de Televisión Española. Que a mis traiciones ha respondido con su amor y su solicitud. Que no me ha abandonado, cuando lo merecía, “porque no se lo pedía el cuerpo”.
¿Es que eso no es ser un santo, una santa para ser más exacto?.
La que se detiene a cuidar al leproso abandonado por los escribas y fariseos que han pasado a su lado; minusválido tirado, encontrado en el camino de Emaús.
Sí, una mujer once años más joven que yo que encontré un día en ese camino, y que ella renunció a todo, - a buena parte de su vida -, por cuidarme, por soportarme, y por darme una hija preciosa, lista e inteligente.
Sí; eso es vivir con una santa.
Antes de partir hacia el otro mundo, el mundo de lo invisible, tengo la necesidad de recordarles a ustedes, lectores, la existencia de esa luz que ha iluminado muchas noches oscuras de mi vida.