La vida del poeta estuvo fielmente atrapada por la creación, mantuvo su compromiso con los versos que de su voz manaban entre culteranos y populares, pero siempre festejando la vida con la belleza y la originalidad de una poética luminosa y renovadora.
Desde Rota, donde la infancia y la primera juventud conocieron su blanca transparencia, hasta los años en Madrid, tan cercano a los movimientos de la poesía de las décadas en las que construyó su obra.
Entre sus libros encontramos un mar de sonetos de perfecta armonía, de construcción armónica y sutil, hasta los poemas del Mester andalusí (uno de los libros más intensos del poeta), culminando su obra con libros de desgarrador sentido elegiaco, cuando la muerte le arrebató a Emilia, su compañera, su canción (como él escribió), siempre alcanzando altura de gran poeta, de hombre de intensa palabra fertilizada por la luz de sus orígenes, de sus raíces y sus paisajes del alma.
Hace unos días perdíamos a Antonio Hernández, amigo también de Ángel, compañero de una generación poética que bautizaron del sesenta, en un intento de situar al grupo de poetas que integraban, por edad y por significado, Félix Grande, Jesús Hilario Tundidor, Diego Jesús Jiménez, Joaquín Benito de Lucas y los dos poetas, siempre en tierra de nadie, entre la generación del cincuenta y los novísimos, pero sin un espacio personal y clarificador. Generación que ya se ha diluido en el espacio silencioso de la muerte. Este último eslabón que se cierra con la despedida de Ángel García López nos invita a profundizar en las obras, todas singulares y de enorme calidad poética de este grupo de escritores con voz personal y grandeza creadora, lenguaje y emoción, pasión y vida.
Hoy me acerqué a uno de los libros que más me gustan de Ángel García López: “Los ojos en las ramas”, donde el poeta narra, en sonetos impresionantes, las aventuras de sus hijos en una infancia de ternura y de ocurrentes juegos transformados en piezas literarias…He vuelto a recordar a Arancha y a todos los niños que rodearon su tiempo de inocencia.
Hoy nos despedimos del poeta y damos, una vez más, la bienvenida a sus páginas de poesía fiel y eterna.
A Ángel García López
La memoria me conduce hasta aquel tiempo
a la luz de san Juan de la Cruz, en Fontiveros,
donde pudimos escuchar la voz secreta y honda
del poeta en sus noches y sus nadas.
Y desde entonces
me acompañan tus versos
con el dulce sabor de Andalucía,
me llegan siempre envueltos
en esa melancólica palabra
tan tuya, tan esencial
frente a las aguas en la orilla
de las playas de Rota.
El tiempo nos ha robado lentamente
muchos amigos, muchos sueños,
nostalgias y recuerdos,
la mano que guiaba tu camino…
Pero has sentido siempre,
a pesar de todas las distancias,
que la amistad puede brotar
en todos los que fieles
seguimos a tu lado,
a veces, como hoy,
muy cerca y en silencio.
Sabemos que el poeta
vive muy dentro entre sus versos,
y si anhelamos llegar cerca de ti
nos basta con cada palabra
envuelta en tus poemas.
Sea siempre la belleza de cada verso tuyo
lo que nos acerque hasta ti calladamente.