Por eso mismo o esto es una injusticia, una tomadura de pelo, o tiene que existir otro mundo, otra vida posterior a esta que dé sentido y justicia a tanto despropósito.
He sido escritor y de fama, pero he pertenecido a un mundo hoy en día finiquitado, desvanecido.
En la capital no puedo escribir, pero aquí en “La Casona del Pinar”, a mil cuatrocientos metros de altitud, me pongo en marcha como un “Mercedes” y no dejo de garrapatear con frenesí.
Milagros de la vida y del tiempo, milagros del destino.
Como en las novelas de Gabriel García Márquez me queda como nexo de unión con la vida una hija inteligente y guapa, y una esposa que es una santa mujer.
Nunca estoy enteramente feliz ni enteramente desdichado, es como un estado neutro, templado.
Las marchas militares, las canciones del tenor Luis Mariano, y el Puerto de Navacerrada, me llenan de alegría y de euforia, esto ha sido desde siempre así y ahora también, son tres constantes en mi vida emocional. (Continuará)…