Entre los numerosos asistentes que llenaban las dos salas de exposición, se encontraban, entre otros; Pilar Carpio y Antonio Triguero, hermanos del artista; sus hijos Claudia y Álvaro, Francisca Lita Sáez, María Montes, Teresa Gómez y su hermano, libreros de Burjassot...
La crítica de arte Julia Sáez-Angulo dice en el catálogo:
!Sus manos prodigiosas le llevaron muy pronto a dibujar en el aire y modelar el barro hasta extraer de él la escultura que latía dentro. El humus barroco de su tierra levantina lo envolvió y el artista Vicente Espinosa Carpio (Alfara del Patriarca. Valencia, 1948, residente en Burjassot) extrajo del barro nuevas formas, ricas y coloristas representaciones de la realidad o la imaginación, que van pasando por cocciones sucesivas y continuados materiales nobles superpuestos, hasta obtener la dureza y el cromatismo ansiado.
En la fecunda génesis artística del autor, podemos contemplar una sucesión de piezas, que van desde rostros y medallones, timbales, jarrones binarios, bateas o platos, recipientes y figuras con diversas alusiones o referencias culturales de la historia… todas ellas inspiradas en la herencia de la cerámica popular valenciana, de las fiestas, obras de temática tradicional o religiosa, ritos y creencias locales, escenas mitológicas de distintas culturas, arquitecturas de edificios célebres, particularmente de Valencia, murales cerámicos, carrozas de gran formato… en suma, objetos y piezas de diversos estilos y épocas hasta el presente.
Lo bello útil o lo bello ornamental. Lo sacro y lo profano, separado o mixto. El autor no se pone límites. Es un artista porque lo lleva en el ADN. Ha crecido en una familia de artistas: músicos, pintores, fotógrafos, intérpretes, del mundo del cine…
Oficio y arte se funden en el quehacer cerámico del autor sin solución de continuidad. Atrás quedó la vieja distinción entre artes mayores y menores, en honor de la obra particular y preciosa. El artista tiene sus querencias, sin que una sola de sus piezas sea igual a otra, porque en su mente y en sus manos de creador no cabe la repetición. Las piezas cerámicas de Vicente Espinosa cobran, con la autoridad de su presencia, la denominación de obras escultóricas, entre las que figuran verdaderas obras maestras, como sus célebres carrozas de más de 200 cm de longitud.
El artista visual, el escultor, el ceramista, incrementó su formación, casi innata desde la infancia, en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, en la ciudad del Turia y en la Escuela de Cerámica de Manises, lo que le concedió maestría suma, que bien reflejan sus obras, piezas que en la mayoría de los casos alcanzan hoy la valoración de esculturas. El reconocimiento profesional y artístico no se hizo esperar en su caso y se tradujo en premios y galardones como la Medalla de Oro por su trayectoria profesional artística, otorgada por Forum Europa, entidad reconocida por las Naciones Unidas. Es académico, miembro de la Academia Internacional de Ciencias, Tecnología, Educación y Humanidades.
Pero el mejor galardón para el artista es el reconocimiento de sus coleccionistas, personas particulares e instituciones -museos o fundaciones- que se disputan sus obras más singulares y bellas. El culmen le llegó, al exponer una muestra antológica y retrospectiva de su creatividad artística en el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí, en Valencia, meca del arte en cerámica. La primera vez fue en 2017 y se corona hoy en la exposición actual e 2024.
Estudio/Taller y docencia
La localidad valenciana de Burjassot ha sido el lugar del estudio/taller y trabajo de Vicente Espinosa, el espacio adecuado, en hornos y amplitud, para su creatividad artística en cerámica. Entregado desde su más tierna infancia al arte del barro, el autor dejó crecer su vocación de ceramista, si apartarse de ella ni un ápice. Moldear y buscar formas era lo suyo. Lograr la tercera dimensión con un material frágil y moldeable: el barro. Una consagración y constancia asombrosas. Allí asentado, el artista se ha convertido en un auténtico burjassotense y, desde allí, irradia su arte, que se proyecta internacionalmente a través de sus piezas/esculturas, que además se exponen en museos y otras instituciones culturales.
Vicente ejerce también la docencia, porque le resulta estimulante transmitir el testigo del conocimiento en el arte de la cerámica; lo hace con generosidad, sin guardarse una experiencia o un “truco de cocina”. Un artista tiene todo el derecho a guardarse sus secretos, conseguidos a lo largo de su trabajo, pero sí es docente ¡no! Un maestro está consagrado por entero a sus alumnos, de lo contrario no merece el nombre de tal, no debe enseñar, porque no transmite todo el conocimiento al que está obligado. Nuestro autor lo sabe, y se entrega por completo y con gusto, ante los nuevos y jóvenes ceramistas que buscan su enseñanza.
Ciertamente el panorama de la cerámica artística contemporánea en España es rica y variada, principalmente en Levante (Paterna, Manises, Alcora o Valencia), pero, en ella, destaca con singularidad y belleza, la dicción plástica y la estética barroca de autores como Vicente Espinosa. Su exposición en el Museo Nacional de Cerámica da fe de ello. Me atrevo a afirmar que la belleza del edificio lleva a conectar continente -Palacio del Marqués de Dos Aguas y Artes Suntuarias- y contenido artístico -las esculturas en cerámica de Vicente Espinosa-, en una exposición relevante.
La muestra actual del artista ha querido hacer un quiebro respecto a la anterior, con nuevos guiños temáticos, obras diferentes en concepto y forma, y algunas innovaciones técnicas. No olvidemos que la mayoría de las piezas requieren cocerse a altas y sucesivas temperaturas, para lograr la resistencia y durabilidad deseadas: la primera cocción es la del barro o el gres a 970 grados; una segunda para fijar el color, a 970º, y finalmente, cuando se aplica el oro de 24 kilates, cuando la cocción se sujeta a 750º. El artista ha de ser experto y profeta, para calcular y adivinar el resultado final de la obra, con todo, a veces él mismo se sorprende y exclama como Picasso: “yo no busco, encuentro”. Ver trabajar, manipular, moldear, dibujar cenefas de flores y roleos…a Vicente Espinosa es un espectáculo, por la seguridad y el ingenio con que lo hace.
No falta el socarratt, ese barro cocido y esmaltado, que permite resultados sorprendentes, los engobes que logran colores precisos, el estudio paciente y calculado de la reacción de los óxidos… Cerámica vidriada opaca o de brillos elegantes y tacto grato. Policromía y reflejos son claves en este arte. La maestría, en suma. Sin temer al gran formato. La metamorfosis de la arcilla en arte. Todo un proceso que el autor controla con rigor y que los coleccionistas gustan de conocer sobre el proceso.
En el despliegue de la exposición de un centenar de obras, podemos apreciar distintos materiales, técnicas y ornamentaciones: desde las esculturas de reflejos metálicos -por primera vez, en la trayectoria del autor-, hasta las de esmalte blanco o mixtas, que van ofreciendo distintas calidades en su contemplación. Arcilla, terracota, gres… todo ello llevado al torno y trabajado a mano por el artista, que se sabe un dios de la terracota, un maestro del alfar, un creador nato que se atreve con todo y se cita en retos sucesivos, casi imposibles, hasta lograr la obra de arte que concibió.
Homenaje a Joaquín Sorolla
Con motivo del reciente centenario del pintor valenciano Joaquín Sorolla (1863-1923), que se prolonga en celebraciones durante el 2024, Vicente Espinosa ha querido hacerle su particular homenaje de artista, al desplegar la visión de algunos de sus cuadros o murales, en sus obras cerámicas. Es una particularidad de esta muestra.
Amor, exuberancia y lujo se aprecian en la realización de piezas excelentes como los jarrones en los que se despliega un galope de caballos de rizadas crines, superposiciones audaces y atrevidas, que ponen de manifiesto la creación y el sentir barroco del autor. El horror vacui. Artes suntuarias decimos en la crítica de arte y así también se denomina en el Museo de Valencia. Objets d´art llaman, con acierto, los franceses.
Aunque la tradición, costumbres y creencias de Levante, particularmente de Valencia (Vicente tiene hecha toda la Valencia monumental en barro), han acaparado la inspiración del ceramista, otras culturas mediterráneas han merecido también su atención, como son, en esta ocasión, la etrusca o la griega. “Todos somos griegos en el exilio”, decía, con razón, el escritor Jorge Luis Borges. Los rostros o mascarones al estilo grecorromano, sus dibujos de dioses o ninfas… son un capítulo interesante en el despliegue de esta exposición.
Vicente Espinosa cuenta como algunas piezas le llevan más tiempo en su génesis y creatividad, como si requiriesen también un fuego lento en su desarrollo mental, que va enriqueciendo la obra a lo largo de las distintas sesiones. “La reciente carroza (220 x 60 x 70 cm), que va a la exposición, me ha llevado unos cuatro años terminarla”, explica el autor. “Requería un proceso lento de ir aplicando moldes sucesivos sobre la pieza base central, para enriquecerla y ornamentarla como yo quería”. Algo similar cabe decir de otras obras más complejas.
Las carrozas, situadas sobre una base, quedan realmente majestuosas. Y se ve como el artista se recrea en ellas cuando las decora con caballos enjaezados, putti, cisnes, columnas, escudos, mascarones, peces mirones o tritones que traen la memoria del agua, el cercano mar. Carrozas palaciegas, algunas triunfales sobre el Corpus Christi, que figuran en diversos museos.
Imaginación, fantasía, oficio y arte se dan la mano en la obra de este ceramista escultor con diploma de excelencia. Estoy segura de que su nombre va a figurar en la historia de la cerámica artística española, porque algunas de sus piezas alcanzan el calificativo de obra maestra. Tradición y modernidad en obras firmadas. Sensibilidad, delicadeza y esplendor, ideas que vienen al pensamiento al contemplar la obra cerámica de Vicente Espinosa. Arte mayor.
André Gide decía que “crear una bella forma, hace que una idea aún más bella venga a habitarla”.