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Crónicas de Nueva York, y VI

Ciudad espectáculo que nunca duerme. De la Zona Cero, Times Square, Central Park, flores y maceteros...

Fotos: Susi Frutos y Carmen Palomero

Por Julia Sáez-Angulo
martes 09 de abril de 2024, 18:39h
09ABR24 – MADRID.- Nueva York es la ciudad espectáculo que nunca duerme. La ciudad de los luminosos intermitentes. Manhattan, la Gran Manzana, la Zona Zero, Times Square, Central Park, el Metropolitan Museum, el MoMA (Museum of Modern Art, gestado por nobles Damas), con sus doscientas mil piezas; El Whitney Museum de arte contemporáneo, la Freak Collection, Broadway, Central Station, la Spanish Society…todo resuena, evoca y está dentro de esta isla/península bañada por la ría del Hudson. Los barrios de Harlem, El Bronx… más suavizados que antaño.
Ciudad espectáculo que nunca duerme. De la Zona Cero, Times Square, Central Park, flores y maceteros...

Una ciudad, Nueva York, que huele a marihuana por todas partes. Una ciudad con aceras trotonas, sin árboles, pero con maceteros llenos de flores primaverales en este tiempo. Para encontrar árboles, ir al gran Central Park, donde una puede encontrar a famosos del cine haciendo footing. Los grandes hoteles, el Plaza o el Pièrre están cerca.

Ciudad grande, mítica, con numerosas referencias en la literatura. A bote pronto recordamos a Walt Whitman, considerado el poeta más importante de los Estados Unidos, con su emblemática obra “Hojas de hierba”. El lugar, la casa donde vivió en el número 99 de la calle Ryerson, fue cuestionada por la Comisión de Preservación de Sitios Históricos de Nueva York, dada la gran reforma de la misma, pero los seguidores entusiastas del poeta han apoyado ese espacio, aunque no sea ya la casa tal cual como la habitó el poeta en 1855.

Otra evocación: el viaje de Federico García Lorca a la ciudad de los rascacielos en 1929-30 durante su estancia en la Universidad de Columbia, y su singular libro “Poeta en Nueva York” (1940), dura crítica al capitalismo en la obra más surrealista del autor. “Paisaje de la multitud que orina”, dice uno de sus versos.

Ahí están también la “Trilogía de Nueva York” de Paul Auster; “Fin de semana en Nueva York” de Josep Pla; “Rapsodia en Nueva York” de Charlotte Carter; “Historias de Nueva York”, de O, Henry; “Un Paseante en Nueva York”, de Alfrede Kazin; “De Dublín a Nueva York” de Maeve Brennan; “Un año en Nueva York” de Jimmy Barnantán

El cine ha dado quizás mejor cuenta de la ciudad que la literatura, aunque se inspire en ella. “Desayuno con diamantes” trascurre en una casa de ladrillo rojo, más bien en el Brooklyn de migrantes, pero Tiffany está en la V Avenida y Audrey Hepburn la inmortalizó para siempre.

La visita a la Central Station de trenes, en pleno centro vale la pena. Las bóvedas de Rafael Guastavino (1842-1908) -el arquitecto valenciano que renovó Nueva York- son motivo de admiración. Los juegos acústicos de las esquinas son las delicias de los escolares que llegan dispuestos a escucharse a través de los muros. Una iluminación y unas lámparas de época… Mármol para mesas y veladores en salas de espera; restaurantes de ostras, del mítico Cipriani…; decenas de tiendas de ropa, de souvenirs, el mercado de carnes, frutas y verduras -no así de pescado, quizás por el olor- son ofertas de este lugar que bien merece una visita.

En el vestíbulo se pasean numerosos policías y soldados del ejército norteamericano que patrullan las estaciones y metros de Nueva York. Ha sido la respuesta oficial a la violencia desatada y los robos frecuentes en el suburbano. Homo homini lupus.

Elegir es renunciar. Paz Pérez-Bilbao y Solita Cohen decidieron visitar el Whitney Museum. Solo arte norteamericano. Un despliegue que da cuenta de la creatividad de esta joven nación, que tiene poco más de doscientos años, y que pronto se convirtió en imperio, generando la imperiofofia correspondientes (Elvira Roca Barea, dixit), sobre todo desde la doctrina Monroe: “América para los americanos”, que llevó a expulsar con malas artes a España de Cuba y que se le revolvió en el XX como un bumerang.

No faltan las camisetas de Donald Trump o de Joe Biden en muchas tiendas. Las elecciones generales están cerca. Algunos llevan en su pecho una pegatina que dice “yo no voto”, como la de Carmen Hermo, conservadora de museo de origen gallego, porque no le gustan ninguno de los dos candidatos: “uno extravagante, medio loco, y el otro, anciano desmemoriado”. La conservadora de museo me explica: “Acabaré votado el mal menor, pero quiero poner de manifiesto mi desagrado ante estos dos contendientes”.

Vivir en Nueva York no es fácil y es caro; exige pagar el 20 por ciento de propina en todo servicio de hostelería, pero la ciudad es hermosa y poderosa. Vale la pena conocerla y pasar al menos diez días en ella. Es el lugar de los negocios por excelencia, pero también el del turismo. La isla de Manhattan, como la isla de los museos de Berlín, concentra numerosas obras de arte en su contenido espacio. ¡Hay tanto que ver y disfrutar por tierra, agua y aire!

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