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MÁLAGA

Homenaje al migrante en Moclinejo
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Homenaje al migrante en Moclinejo

25DIC23 – MOCLINEJO.- Obra del escultor Andrés Montesanto, está dedicado a todos los que salieron del pueblo en época de escasez A José Jimena Bernet, hijo y nieto de moclinejenses, que con 14 años de edad salió con su familia hacia Argentina en 1914. A los que emigraron y a quienes se instalaron en Moclinejo. Esta escultura, original de Andrés Montesanto, se inauguró el Día Internacional del Migrante, siendo alcalde del municipio Antonio Muñoz Anaya.

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El alcalde de Moclinejo, Antonio Muñoz Anaya, se reunió en julio de 2023 con el escultor Andrés Montesanto con motivo de la planificación para la realización de EL MIGRANTE, un monumento dedicado a aquellos que se fueron o llegaron al municipio, que se ha de colocar en el municipio con motivo del Día Internacional del Migrante, instaurado por la Organización de Naciones Unidas, y que tiene lugar anualmente el 18 de diciembre.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) define a un migrante como a cualquier persona que se desplaza, o se ha desplazado, a través de una frontera internacional o dentro de un país, fuera de su lugar habitual de residencia independientemente de su situación jurídica, el carácter voluntario o involuntario del desplazamiento, las causas del desplazamiento, o la duración de su estancia.

La escultura

Sobre una gran peana, con vistas al valle de El Valdés y al fondo el mar Mediterráneo, en EL MIGRANTE se representan dos bloques de figuras, separados físicamente. Presenta una una altura total de 200 centímetros, sobre una superficie horizontal de 250 centímetros, colocada sobre una

peana que la eleva del suelo.

Su ubicación en El Llano es lugar de entrada y salida del municipio y da sensación de libertad. En la parte izquierda, según el espectador se representa una unidad familiar, donde queda un vacío de uno de los personajes que ha salido del grupo: EL MIGRANTE. En la misma peana y a cierta distancia se encuentra la figura individual, que representa a aquel que ha tenido que marchar. Del mismo modo el simbolismo incide a la viceversa, donde el núcleo familiar acoge al que regresa o llega al municipio.

La motivación

Moclinejo y prácticamente la comarca de la Axarquía ha sido a lo largo de la historia lugar de despedidas y reencuentros de familias que, o tuvieron que emigrar hacia otros lugares debido a las carencias y la pobreza, o que regresaron y se instalaron posteriormente por la tranquilidad, el clima y el carácter amable de los habitantes.

Se puede leer en “Los libros de repartimientos”, cómo los musulmanes que habitaban en la zona denominada El Castillo abandonaron estas tierras motivados por la intranquilidad del momento, en tiempos de los Reyes Católicos. Son cinco tomos que comprenden el reparto de tierras y casas a los vecinos cristianos que venían a repoblar los lugares conquistados a los musulmanes, los cuales se vieron obligados a abandonar sus bienes y hogares.

El Volumen II describe cómo fue el regreso a Moclinejo de los emigrados a Comares, marcado por la nueva legislación y así se crearon los nuevos asentamientos en la villa. A lo largo de los años, tras la desolación de las tierras a causa de la filoxera y la absoluta pobreza de la zona, se inicia un periplo de migración hacia el resto de España como a tierras del Nuevo Mundo. Así lo narra la biografía conjetural realizada por Gustavo Gimena sobre la vida de su abuelo, José Jimena Bernet, en el libro “Moclinejo. Ruta de la Pasa”, de Eduardo Herrero: “El viaje tuvo lugar en mayo de 1914 y tuvimos que trasladarnos hacia Gibraltar porque en ese puerto, bajo dominio de Reino Unido, las navieras eran más permisivas en cuanto a requisitos que debían acreditar los

pasajeros”. Este monumento es un homenaje a todos los moclinejenses que marcharon. A José Jimena y hermanos Antonio y Dolores; a sus padres, Antonio Jimena y Manuela Bernat; y a los abuelos, Francisco Jimena, Ana López, Francisco Bernat y Margarita Palma. Y es un homenaje de bienvenida a todos aquellos que decidieron en un momento de sus vidas quedarse a vivir entre nosotros.

El turismo, fuente de riqueza

EL MIGRANTE es una de las actuaciones más importantes que el ayuntamiento ha realizado en el municipio en los últimos años para conseguir con ello múltiples impactos positivos para dinamizar la economía local y potenciar el turismo; visualizar su propia cultura creando referentes que reconozcan sus personajes ilustres, oficios y tradiciones singulares, e inmateriales; así como para aumentar la calidad de vida y el prestigio social y cultural del municipio. Mediante el monumento EL MIGRANTE se consigue un elemento visual singular que se constituye como uno de los símbolos del municipio y en su imagen identificativa. El poder de convocatoria que tiene la escultura pública situada a pie de calle, en el lugar de entrada y salida del municipio, con la

capacidad de interactuar con el espectador, ejerce un reclamo irresistible para el visitante. Este, además de fotografiarse con ella, la compartirá en las redes sociales, consiguiendo el impacto de llegar a miles de personas a través de las diferentes publicaciones y sirviendo como campaña de publicidad permanente y constante.

EL MIGRANTE homenajea a los personajes nacidos o vinculados al municipio, a las tradiciones y las fiestas históricas más singulares, o a los valores inmateriales de su propia cultura. Desde el momento de su inauguración, EL MIGRANTE resalta los elementos que la actual corporación quiera destacar, que sea conocido por el gran público, y que perdure más allá de modas, convirtiéndose en referente permanente. Permite mediante una imagen contar toda la historia de ese personaje y de su municipio.

Muchos han sido los moclinejenses que abandonaron estas tierras axárquicas por diferentes motivos; como muchos han sido los que regresaron o se instalaron en la zona procedentes de otros lugares.

En la actualidad, Moclinejo es un pueblo que acoge con los brazos abiertos a todos los que deciden instalarse en sus calles y tierras. Un número considerable de residentes extranjeros lo acredita. El escultor Andrés Montesanto. Buenos Aires, Argentina, 1948. Residente en la Axarquía y Málaga desde 1989. Escritor y médico, realizó sus estudios en la Universidad de Buenos Aires; diplomado en Seguridad Social, Madrid 1971; máster en Salud Pública, Buenos Aires 1974. Ha ejercido la profesión médica en la Patagonia e interior de la provincia de Buenos Aires, y desde 1989 fijó su residencia en Málaga. Ha sido profesor de Microbiología de la Escuela Universitaria de Enfermería

de la Diputación de Málaga. Escultor autodidacta. Es presidente de la Asociación de Residentes Italo Argentinos de la Costa del Sol y formó parte como Consejero Ejecutivo del Comité de Italianos en el Extranjero, de Madrid.

La Asociación de Residentes Italo Argentinos de la Costa del Sol es una asociación cultural sin fines de lucro, creada en el 2002, para facilitar la integración de los mismos en la comunidad, y el reencuentro con las raíces italianas.

Ha publicado varios libros, y participado en numerosas conferencias. Ha obtenido numerosos premios a lo largo de su carrera artística, trabaja principalmente con hormigón, tanto en obras pequeñas como en obras urbanas. Sus esculturas se sitúan a medio camino entre lo figurativo y lo abstracto, incorporando a veces algún elemento reciclado. Experimenta con diferentes texturas, así como con formas interiores y elementos interactivos. Ejemplos son las obras que hay en Genalguacil, Ronda o Málaga; en el Muelle 1 y en las playas de El Palo, donde luce un elemento que homenajea al gran escritor de la Generación del 27, el malagueño Emilio Prados En los últimos años, se ha sentido atraído por algunos temas reivindicativos sobre derechos humanos. Así que además de la búsqueda estética, intenta inducir una posición reflexiva en el espectador.

Día Internacional de las Migraciones, 18 de diciembre de 2023

alabras pronunciadas en la conmemoración del décimo aniversario del Monumento a los Migrantes, en el Muelle Uno del Puerto de Málaga.

Agradezco la presencia de autoridades, cuerpo consular y malagueños. Y al señor Febo, que nos va a entibiar la mañana. Ante todo, quiero nombrar a dos mujeres que tienen mucho que ver con esta escultura. Silvana Molín, Presidente de la Dante Alighieri en esa época, que se ilusionó desde el principio con la idea y se esforzó en llevarla adelante, ocupándose de conseguir este inmejorable sitio. Y Ruth Sarabia, que desde Participación Ciudadana del Ayuntamiento se implicó personalmente en el proyecto y si no fuera por su empuje, hoy no estaríamos aquí.

Cuando a una mujer se le mete algo en la cabeza, ya sabemos lo que pasa. Y yo tuve dos al lado mío. Y ahora, con vuestro permiso, voy a hablar de mi escultura. La migración de las personas es, para mí, como la Luna, tiene dos caras. Y la visible, a su vez, presenta distintas fases, unas más luminosas y otras más oscuras.

Esta escultura está compuesta por esas dos caras de la migración. La visible para todos, está dedicada a los inmigrantes, los que quieren venir. Son los que figuran en las estadísticas y los que son recordados con actos y monumentos. Es la escena de la derecha. Se observa a una pareja en la soledad del cuadro (como ven, la obra cumple con la cuota de la nueva ley de paridad), junto a una maleta que contiene sus sueños y esperanzas. Están solos porque han dejado todo lo que tenían en su lugar de origen, hogar, familia, amigos, trabajos, aficiones, y a veces hasta deben aprender otro idioma. En estos días se habla mucho de inmigración, somos espectadores como los medios, los políticos y los tertulianos hablan solamente del aspecto dramático de la llegada de personas a nuestras costas, ignorando que mientras tanto ciudadanos de todos los rincones del mundo llegan a España, Andalucía, Málaga, en silencio, sin pedir ni recibir nada. Buscando seguridad y un futuro mejor. Informáticos, médicos, albañiles, limpiadores, cuidadores, jóvenes que pedalean con entusiasmo... Solamente quieren un trabajo. Paulatinamente tendrán que reconstruir su entorno, su nuevo hogar, sus redes afectivas, y lo hacen sin crear conflictos, integrándose en la sociedad que los acoge, aportando todos sus conocimientos y su hacer. Es muy importante cómo los recibe la sociedad local, y yo, como la gran mayoría de inmigrantes, no tengo más que palabras de agradecimiento a esta Ciudad. Nunca nos sentimos extranjeros. Y algo debe tener Málaga porque cada vez son más los que quieren venir. Pero la migración, como la Luna, tiene también una cara oculta que nadie ve. Cada persona que tiene que emigrar deja un vacío en su familia, en sus amigos, en su barrio, en su trabajo, en su país. Un vacío que no se llenará nunca. Representado por el hueco de la escena izquierda, a través del cual podemos observar la Farola recortada en el cielo. Imagen que yo, como tantos malagueños, espero que se siga viendo siempre así. La familia queda como si a una fotografía le recortamos una de la figuras centrales. Y tal vez se da el caso que la emigración de un miembro puede dejar su familia rota, desamparada. Por ejemplo, han llegado a España, y a Málaga, muchas mujeres latinoamericanas para acompañar a nuestros ancianos, a cuidar a nuestros

hijos y a limpiar nuestras casas. Algunas de ellas han tenido que dejar a sus propios hijos al cuidado de los abuelos, a los que verán crecer a través de la pantalla del móvil. Traten de comprender lo que puede doler a una madre dejar a sus hijos para ir a trabajar al otro lado del océano. Son familias que

van a estar esperando el ansiado reencuentro. Pero nadie las ve. Con las temporeras marroquíes pasa algo parecido. No piden ni reciben nada, y se vuelven a su país con lo ahorrado. En silencio. Tampoco se ven, salvo que tengan un accidente. También las mujeres y niños ucranianos que huyeron de la guerra. Otras familias partidas. Esta situación no es de ahora, la sufrieron muchas familias españolas cuando los hombres salieron a ganarse el pan lejos de su hogar, décadas atrás, y las mujeres, siempre las mujeres, se tuvieron que multiplicar como solo ellas saben hacerlo, para que no se notara ese hueco, esa ausencia, mientras esperaban la carta con el giro. Ningún monumento las recuerda. Fueron invisibles. Cuando veo en el telediario que en una semana llegaron mil hombres jóvenes a nuestras costas, yo no pienso en ellos. Pienso que, quizás, mil familias están más desamparadas porque perdieron un miembro que debería ser importante. Pienso que, tal vez, mil mujeres se quedaron solas. Mujeres que no pueden subirse a una patera ni saltar vallas, porque tienen que acarrear agua, hacer la comida, cuidar a los niños, atender a los mayores, hacer el huerto, cuidar los animales,... en fin, todo. Porque sobre los hombros de la mujeres africanas descansa la familia y toda la sociedad. Y junto a ellas veo también a niños que se han quedado sin su hermano mayor y van a crecer soñando con paraísos inexistentes. También son invisibles, no figuran en las estadísticas, ni están presentes en el discurso de ningún político. A esas mujeres y a esos niños, que están como la otra cara de la Luna, invisibles, está dedicada la imagen izquierda de la escultura.

Andrés Montesanto.

(Enviado por José Antonio Sierra)

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