En La Biblia, el libro Sagrado dado a los judíos ya dice Jehová, “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Parece que en tiempos más remotos no era necesario trabajar, sino solo estirar el brazo y abrir la mano para coger los frutos más hermosos y provechosos para su alimento.
Por otro lado el Dios creador y autor de dichos libros sagrados dice que sacó del “caos primigenio” el universo mundo que conocemos, separando el mar de las montañas y el cielo de la tierra, el cielo con sus estrellas. Y además que después de hacer ese trabajo tan tremendo tuvo que descansar de tantos esfuerzos un día, el sábado, para que así los humanos aprendieran que también tendrían que descansar el séptimo día y dedicarle a servirle pleitesía.
En Babilonia, Asiria, Caldea, Mesopotamia, Egipto, hasta los pueblos prehistóricos antes de que se supiera la escritura y la lectura - sus dibujos y grabados en los muros de las cuevas rupestres, como en las de Altamira, ya podemos contemplar esos signos de su inteligencia y de sus deseos de comunicarse con otros pueblos semejantes.
No creo en realidad que hayamos progresado tanto, si tenemos en cuenta que continuamos matándonos para nada, con los pretextos más fútiles como ocurre en la Franja de Gaza o en Ucrania.
Bien es verdad que la vida se ha prolongado en virtud de unos cuantos hombres buenos y hacendosos que descubrieron los antibióticos, las anestesias y los antidepresivos, eso sin contar con los antitérmicos y demás fármacos para controlar la tensión arterial.
El deseo de no morir, prolongando la vida de forma ilimitada, aún no se ha conseguido, quizá porque esta vida terrestre no haya sido pensada por el Creador como el lugar más idóneo para llevarla a cabo.
Los libros sagrados de Egipto, de Judea y de Asiria, así como el Talmud y los libros del Islam, hablan de la prolongación de esta vida terrestre pero en otros mundos, otros planetas y cuerpos celestes quizá pensados para que aquello fuera posible.
Siempre me ha gustado la llamada “ciencia- ficción”, esto es, la imaginación capaz de llevar la ciencia más allá de lo que conocemos. Siempre pensé que en el otro mundo viajaríamos más allá de las estrellas en nuestro afán de conocer y de no aburrirnos..
Cristo, una vez resucitado, permite que su cuerpo traspase los muros de la viviendas y se aparezca a los discípulos sin tener que usar llaves ni llamar a la puerta, aunque parece ser que su Reino también tiene unas puertas quizá de oro o trasparentes, para abrir las cuales ha entregado a San Pedro - uno de sus apóstoles - las llaves del cielo.
Pero una de las lecciones que no deberíamos de olvidar nunca es que hay que trabajar para vivir y no vivir para trabajar, y esa es una divisa que los vivientes olvidamos con excesiva frecuencia para nuestra desgracia.