Después discutí con mi hermano y me salí de la incipiente Comunidad de Ayala . Yo llamaba a mi hermano con frecuencia pero no nos entendíamos, yo bien sé que él es un santo, pero amigos, yo tampoco soy un demonio. Le dejé de llamar el acto y nos llamamos una vez al año en Navidad, después dubitativamente, fue él quien se lió a charlar conmigo.
Ahora, como sabéis –ésta charleta va dirigida a la Comunidad de Ayala-, ha sido él quien se ha marchado de viaje y me ha dejado a mí aquí, el hermano mayor, el más viejo, el más enfermizo, ya que mi querida y santa hermana, ¿qué puede significar todo esto?. Pues bien, “mi hermano no me ha hablado, como le he dicho falsamente al cura Jesús pero si he notado un vacío que él ha dejado y que me puede tragar, es un vacío que parece indicarme mi deber de ir ahora a la Comunidad de Ayala cuando el puesto que ha dejado mi hermano Enrique es una realidad. ¿Soy yo digno de ello, pues no lo sé, lo que sí sé es que el Sentido de mi vida puede deberse a esto, dar a mi hermano Enrique su mano tendida hacia mí como en los frescos del techo de la Capilla Sixtina del genio de Miguel Ángel.
Yo más bien me sujeto a esa mano refulgente que mi hermano me tiende desde el Mas Allá. Os ruego hermanos de la Comunidad de Ayala, o ruego queridísimo Jesús López Sáez, que tengáis compasión del hermano de Enrique, el famoso escritor por cuenta propia que os necesita más a vosotros que vosotros a él. Pues es duro y terrible morirse, pero no es menos duro quedarse aquí esperando Dios sabe el qué.
Si (
No(
