Mientras Llovía

Nos recibió amablemente el cuñado de Alejo, Miguel Herberg, quien se prestó con amabilidad a responder a cuantas preguntas quisimos hacerle. Tras los saludos nos invitó a que nos acercáramos, en primer lugar, al lugar donde reposa Justo para que la noche no se nos echara encima. Y siguiendo las instrucciones de Google llegamos al sitio, una finca cerrada con una puerta de alambre que se franqueaba fácilmente. Y allí nos encaminamos bajo una lluvia que empezaba a arreciar. Pisamos hierbas amarillas sobre lo que había sido un campo de centeno. Los robles y el granito se salpicaban al unísono. Pronto divisamos un saliente pétreo redondeado sobre el que crecían dos robles, y allí, hincado en el firme una pequeña losa, también de granito, la tumba donde reposan los restos del ilustre poeta sayagués. Su nombre y apellido, su oficio: poeta; y las fechas de nacimiento y fallecimiento.

El viento soplaba y agitaba nuestros cabellos y nuestros paraguas, pero estábamos allí, rindiendo homenaje a ese hombre que dejó dicho: cuando me muera/ llevadme al campo: meted mi cuerpo / bajo el árbol / o de la espiga /…nunca paredes / jamás campanas/ dejadme abierto…/ llevadme al campo/…

Pues, así, al pie de la letra, Justo Alejo reposa abierto, en el campo, sin que tañen las campanas, sin barullo; así reposa, a cielo abierto, aspirando los aromas de la espiga y del romero, mezclándose con la naturaleza, la que tanto amó y la que tanto le dio.

Allí mismo, Sole y Tomás, del Grupo Per Versos, y yo, leímos lo que dejó dicho y nuestras palabras se las llevó el viento.

Sí, fuimos a saber más de Justo y descubrimos a Miguel Herberg, su cuñado, el que custodia su legado, sus enseres, sus voluntades. Allí nos lo encontramos rodeado de recuerdos, los suyos y los de Justo. Allí nos encontramos con un humanista, libertario y respetuoso con el medio ambiente, con las personas. Un hombre lleno de empatía y con enormes deseos de justicia, de esos que luchan desde que nacen para encontrar la verdad. Nos habló de su oficio como cineasta, de su filmografía, de su amistad con Roberto Rossellini, colegas en tantos proyectos, de Godard, de Pacheco y no paraban las anécdotas vividas por medio mundo. Nos dijo que se va a Chile dos meses y después a China. Tiene afán por concluir sus proyectos. Dice que le queda poco tiempo. Ochenta años vividos intensamente, minuto a minuto, sin darse tregua. Nos mostró la casa al completo, Una casa museo, podría decirse, un lugar con magia y con sabor. Nos hicimos fotografías para el recuerdo, para la tarde memorable que vivimos, cuando caían las primeras lluvias que tanto necesitábamos, cuando el cielo señalaba grandes nubarrones por los que se filtraba, tímidamente, el sol. Y todo eso ocurrió mientras llovía.