06AGO23 – MADRID.- Hemos pasado una mañana divina, unos amigos nos han llevado a San Rafael donde me han cortado el pelo y lavado la cabeza. San Rafael está llena de recuerdos, allí veraneaba mi amigo Luis Miguel Basabe y jugábamos al fútbol en una pradera verde detrás de su casa, y un coche me atropelló en un paso de cebra, el cual, después de un frenazo, quedé encaramado en el capot detenido entre el pavor de los viandantes y el de mis padres.
Está demostrado que mueres solo cuando Dios lo quiere. A mí me ha protegido siempre el Espíritu Santo al que siempre ruego solícito y del que tengo mucha fe. El amor inefable que se tienen entre el Padre y el Hijo, siempre ha sido representado por una paloma.
Por eso cuando las palomas – alguna de ellas – se posa en el tejado de la casa de enfrente, me conmociono pues pienso que es el Espíritu Santo el que me contempla.
Desde mi conversión, hacia los 50 años, siempre pido al Señor que “aumente mi fe”.
“La Casona del Pinar” donde veraneo con mi mujer es como el paraíso; yerba verde, el Chiringuito, árboles inmensos y majestuosos, poca gente, silencio; así debe de ser el Paraíso del que habla repetidamente Jesús.