Al verlos entrar, preferí no hacer preguntas. Solo un sentido abrazo a esa querida mamá y sus lágrimas brotaron pronto. Creo que entendió mi mensaje solidario cuando le había advertido que no quería que me pagara la consulta, imaginaba lo mal que lo había pasado. Igual entre sollozos, me entregó un gran chocolate.
El pequeño muy inquieto, no dejó lugar de mi consulta sin investigar. Denotaba cierta desobediencia, y en el último tiempo una rebeldía reactiva ante lo sucedido, según la mamá. Pero la atención continuó sin inconvenientes.
Finalmente, el niño tomó de una repisa un juguete, un pequeño cofre, y junto al abrazo de despedida le dije en voz muy baja: quédate con él, pero te lo doy para que guardes mi corazón. Me respondió con un cómplice guiño.
A los pocos minutos su madre regresó a la consulta: doc el niño se llevó esto.
Sonriendo le contesté: yo se lo di, y él ya sabe lo que se va a guardar ahí…