¿Pero es que no hacemos eso todos?, ¿es que tú lector o lectora querido no dejas sonar el teléfono cuando temes que es un pelmazo que te va a decir las tonterías de costumbre sin fuste alguno, o a contarte las penas y miserias de su delicada salud mientras tú tienes tanto que hacer, desde cuidar a los niños, echar las cuentas para llegar a fin de mes, o ver cuántos impuestos nuevos te van a ir amargando la vida, o terminar la novela de suspense que te tiene atenazado?.
Pedro Sánchez hace lo que hacemos todos, ni más ni menos, no cogemos el teléfono porque no hay quien lo soporte y él no es el telefonista de la Moncloa, sino el Presidente del Gobierno. Que Isabel Díaz Ayuso, mi admirada presidenta de la Comunidad de Madrid, se dispone celosamente a consultar a todos los miembros de su reducido gabinete cualquier ocurrencia como la de maquillarse el ojo o ir la de ir al wáter, es cosa suya. Isabel quiere defenestrar a su contrincante y compañero de partido al alcalde de Madrid, y acto seguido liquidar si puede al Presidente y líder de la oposición o seudo-jefe y más que jefe, enemigo a batir, pues como decía un profesor mío de derecho político cuando cursaba mis estudios de “Icade” – que por cierto bien que aprendí de ellos, de mis maestros jesuitas –, Padilla se llamaba, que para ser un buen político, debe “desayunarse todas las mañanas en ayunas y tragarse un buen sapo crudo”.
Pues bien, Pedro Sánchez hace lo que tiene que hacer, lo que yo mismo haría y hago; y ese periodista concreto que publica en un conocido periódico digital de hoy día 26, mejor haría con no decir nada, pues ni a mí mismo que soy amigo suyo no me hace ni caso con relativa frecuencia, sobre todo desde que caí del tren de alta velocidad de la juventud y de la fama, ahora que soy viejo y voy montado en una burra, aunque no me inquiete demasiado, pues sé que hasta el mismo maestro, Jesucristo, una misma semana entraba en burra en Jerusalén, entre palmas, olivos, vítores y aplausos, y antes de concluir esa misma semana era juzgado y crucificado injustamente entre dos criminales andrajosos.