Es una agencia de Naciones Unidas organizada de forma muy presidencialista, con un todopoderoso secretario general -sea Pololikashvili o cualquiera de sus antecesores- cuyo trabajo y forma de gestionar, de decidir, no es controlado por nadie en realidad, ni por los países miembros, a pesar de la existencia del Consejo Ejecutivo, que se reúne dos veces al año, y de la Asamblea General, que ser reúne cada dos años. El secretario general ha sido ratificado para cuatro años más con el 76% de los votos, pero no debería olvidar que 29 países han votado en su contra, y que las dudas sobre su gestión poco transparente siguen resonando.
He aprendido mucho en estos meses en que la OMT ha sido protagonista de tantos artículos, en gran parte gracias a las fuentes -también las anónimas- que han demostrado no solo una gran lealtad a la institución, sino también un compromiso con el rigor y la seriedad, con esos valores humanistas que muchos reclaman para la organización. La OMT tiene muchos amigos y partidarios, lo cual es esperanzador, gente que entienden la diferencia entre la persona y la institución, y que no confunde el grano y la paja.
También las formas del secretario general me han significado un aprendizaje, no le conozco personalmente, pero está claro que tiene asesores que saben medir los silencios y las palabras, que están versados en el contraataque como forma de defensa y que entienden la importancia del secreto, de la poca transparencia y de la amenaza más o menos velada. Por eso en este artículo hablaré en primera persona, algo poco habitual, pero si hay represalias, que quede claro que expreso mi visión subjetiva a partir de lo sucedido.
Los "propietarios" de la OMT
Las dudas éticas de la gestión de Pololikashvili siguen vigentes a pesar del resultado de la votación (85 votos a favor, 29 en contra, 4 abstenciones), y resonará durante tiempo el informe de la Oficial de Ética, que, torpemente, el secretario general intentó desmentir por escrito. Este hecho solo ya merecía atención por parte de las autoridades responsables de velar por la dignidad y buen hacer de una organización tan importante, pero desconocida, como la OMT.
El ex secretario general, Francesco Frangialli, decía hace poco que "la institución no está siendo suficientemente global: en los pasados 10 años, la OMT ha aumentado ligeramente su número de miembros, pero al mismo tiempo, ha perdido muchos apoyos entre los países de la OCDE, especialmente en el norte de Europa, Norteamérica y el Pacífico, tres áreas relevantes para el turismo mundial. La OMT se está convirtiendo, poco a poco, en una coalición de países del Tercer Mundo, y ha sido incapaz de revertir esta tendencia". Y lamentaba que ahora acudan como delegados a la Asamblea funcionarios jóvenes que desconocen el día a día de la OMT, que muchas veces no se leen los documentos y que no son un auténtico contrapeso para el secretario general, sea éste quien sea.
Esos países miembros son los únicos responsables de controlar la OMT, son sus "propietarios". Todos ellos, por supuesto, pero algunos se me antojan más responsables que otros, por cercanía, por liderazgo, por principios, por deber de conocer lo que ocurre dentro. Ese desconocimiento general, ese "dejar hacer", pienso, es uno de los peores enemigos de la organización, porque lo ampara todo.
Ganador, pero con 29 en contra
Zurab Pololikashvili ha ganado la ratificación como secretario general de la OMT. Lo ha hecho sudando tinta china, también es cierto. Pero que la mayoría de los países miembros electores -los que sí tenían derecho a voto en la Asamblea-, le hayan concedido su confianza, es claramente una victoria para él.
Sin embargo, no ha sido un camino de rosas. La aclamación hubiera sido la forma de ratificarle de no haber sido por las dudas sobre su gestión que se han hecho públicas en las semanas previas a la Asamblea, y por la petición del voto secreto por parte de Costa Rica. Entre la posibilidad de la aclamación y lo que ha pasado finalmente media un abismo, y el secretario general debería tomar nota de ello porque está claro que 85 países le han ratificado, pero también lo está que 29 países han votado en su contra y 4 se abstuvieron. Es un dato a tener en cuenta a partir de ahora.
Entre los países que se manifestaron favorables a Pololikashvili estuvieron Namibia, Lituania, Azerbayán, Maldivas, República Dominicana, Brasil, Armenia, Costa de Marfil, Panamá, Turquía, Colombia, Mozambique, Uzbekistán -que por cierto, acogerá la próxima Asamblea General-, Argelia, y también Italia y Portugal. Siguiendo la visión oficialista, eran partidarios de aceptar la propuesta del Comité Ejecutivo y mantener el consenso de ratificar a Pololikashvili.
En dos ocasiones, Costa Rica pidió el voto secreto en la Asamblea, antes y después de la intervención de la asesora legal de la OMT y de los países partidarios del secretario general
A puerta cerrada
La Asamblea General de la OMT ha tenido lugar a puerta cerrada, sin presencia de los medios de comunicación. Sí que pudieron estar presentes representantes de otros organismos internacionales privados y públicos, pero no la prensa.
Es curioso que lo mollar de la Asamblea se celebre a puerta cerrada, cuando toda la documentación es pública y lleva semanas a disposición de todo el mundo en la web de la OMT. Y también es curioso si tenemos en cuenta que se trata de un organismo público, pagado con el dinero de los ciudadanos de los países miembros, que son quienes participan y votan en la Asamblea General.
No se trata del consejo de administración de una empresa, sino de una Asamblea General con delegados que son funcionarios públicos
Está claro que este sistema poco transparente alenta modos de trabajar impropios y dudosos y evita que se hagan preguntas.
El papel de España
España ha tenido un curioso papel en toda esta historia. Por ser el país que acoge la sede de la OMT tiene un puesto fijo en el Comité Ejecutivo, el que propuso en enero la reelección de Pololikashvili.
Además, la ministra de Turismo Reyes Maroto ha presidido la Asamblea General, por eso aparece en las fotos sentada al lado de Pololikashvili, como país anfitrión. Si España no conocía bien al secretario general, después del episodio de Arabia Saudí con la sede parece que debían de haberlo conocido, pero no. Me temo que hasta este mismo jueves, las autoridades españolas no conocían al Zurab Pololikashvili ratificado por la Asamblea, señor absoluto de la OMT, como le ha dejado bien claro incluso a la ministra Maroto.
Algunos de los críticos al secretario general esperaban la intervención de España, de alguna manera, ante las dudas generadas por la gestión de Pololikashvili. Sin embargo, es cierto que ni España ni otro país pueden tutelar la OMT. Los "propietarios" de la organización son los países miembros, todos ellos, y ninguno está por encima de los demás.
Sí que me parece lógico, sin embargo, que por el hecho de que España es el anfitrión permanente de la OMT, le corresponda ejercer de alguna manera la vigilancia más inmediata. España no se debe al secretario general, sino a sus socios y a los objetivos y principios de la organización, y son ellos quienes deben pedirle explicaciones al primer responsable de la OMT, sea Pololikashvili o cualquier otro.
España podría estar algo más informada de lo que sucede en la organización, de cómo se hacen las cosas, y eso realmente no es difícil si existe el interés y el compromiso de hacerlo
Porque tampoco tiene sentido que el desconocimiento que envuelve la OMT sirva como tapadera para una gestión de ética dudosa. España tiene ahí una responsabilidad y un deber para con sus socios, los otros países miembros, y para con la propia organización, que no es su secretario general. Porque la lealtad a la institución es la única lealtad exigible, y las personas están al servicio de la institución, no al revés.
Trabajadores que se sienten abandonados
La Oficial de Ética, en su informe, ponía en duda la transparencia y corrección de la gestión de Recursos Humanos que ha llevado a cabo Zurab Pololikashvili hasta ahora.
De hecho, todo aquél que tiene contacto con la OMT conoce cómo se sienten muchos de sus trabajadores: solos, temerosos, sometidos a decisiones que les promocionan o no en función de consideraciones arbitrarias. Algunos ya temen las medidas que puedan tomarse ahora contra los que se han mostrado críticos, o los sospechosos de serlo.
Pienso que España también tiene ahí una responsabilidad, simplemente porque es el país que está más cerca del día a día de la OMT. Y las represalias contra personas críticas con la gestión del máximo dirigente no deberían ser admisibles nunca, pero especialmente en un organismo que es agencia de las Naciones Unidas. Por eso la gestión ética es tan importante, incluso por encima del cumplimiento estricto de la normativa, según mi punto de vista.
No es nada personal
No conozco al secretario general. Quizá él no se lo crea, pero no hay nada personal en los artículos que ha publicado HOSTELTUR. Si lo cree, o cree que nos hemos dejado manipular, tampoco nos conoce. Nos hemos hecho eco de la preocupación y la insatisfacción por una gestión considerada poco ética incluso desde dentro, y hemos intentado aportar reflexiones y opciones para repensar la OMT, siempre con ánimo constructivo. Y si no hemos publicado la opinión de Zurab Pololikashvili es porque nunca ha respondido a nuestras preguntas, ni él ni sus portavoces.
De verdad pensamos que la OMT vale la pena y nos ratificamos en nuestra lealtad a la organización y a quienes sirve, y precisamente de ese deseo de que sea un organismo útil, eficaz y regido por los principios del humanismo han surgido la serie de artículos genéricamente titulados "Repensando la OMT con ánimo constructivo", que cerraba esta semana la ministra Reyes Maroto.
Al margen de todo lo ocurrido, dicho, pensado y escrito hasta ahora por unos y otros, sinceramente digo que le deseo al secretario general Pololikashvili un buen ejercicio de su deber. Le deseo muchos éxitos, porque quiero pensar que los éxitos suyos propios serán también éxitos para la organización y para el turismo mundial, o deberían serlo. Los países miembros han ratificado, por mayoría, su confianza en él. Es su deber ahora corresponder dignamente y estar a la altura de esa confianza. Hemos de pensar que los delegados han votado con conocimiento de causa, estando informados, ejerciendo su responsabilidad y en conciencia. Lo contrario sería demasiado triste y desalentador, no ya para el turismo mundial, sino para el género humano.
Y siendo así, ahora toca remar todos juntos porque ciertamente, la industria turística y los destinos necesitan unidad de propósito y de acción, ahora más que nunca. Pero también responsabilidad y compromiso ético
También quiero pensar que Zurab Pololikashvili habrá aprendido algo de este episodio, porque todo el mundo puede aprender algo, y que al margen de las palabras y artimañas de sus asesores, sabrá reflexionar en su soledad y en su silencio, y quizá concluir que puede hacer las cosas de otra manera, poniendo en juego lo mejor de sí mismo, intentar entender los valores fundacionales de una organización como la OMT y su referente inmediato, Naciones Unidas; hacer suyos esos valores humanistas e intentar que estén más presentes en su día a día, porque es lo correcto. Aunque quienes le conocen me dicen que no, que será más él mismo que nunca, que se sentirá más reforzado, legitimado y empoderado que nunca. El tiempo dará o quitará la razón a los países que lo han ratificado.
Pero hacerlo, entender y asumir los valores humanistas, sería bueno para él, para los trabajadores y funcionarios leales a la organización, para los países miembros que son sus auténticos "propietarios" - y que a pesar de ratificarle no le han firmado un cheque en blanco- y para la iniciativa privada, para todos los que en estas circunstancias miran a la OMT esperando encontrar un referente no solo en turismo, sino también en dignidad y gestión ética.
FUENTE: HOSTELTUR