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Opinión:

A los obispos les duele España

  • Por Luis Méndez Viñolas

viernes 30 de julio de 2021, 17:40h
30JUL21 – MADRID.- Los obispos se lamentan, en su programa de acción, de la situación en España. Y no les falta razón. Pero la pregunta que inmediatamente surge es: y en ese “resurgir artificial de las dos Españas” que denuncian ¿integran ellos una de las partes? Parece que sí, en cuanto que uno de los problemas que más les preocupa es el de la descristianización del país. Es decir, que los dos extremos están claros: los que se inspiran en la fe cristiana y los otros. El lenguaje recuerda en su fondo al de los presidentes norteamericanos: nosotros, los buenos; los que no están con nosotros, por no estar con nosotros, los malos.

Lo dicho los obispos lo enlazan con una situación convulsa que comparan con los momentos previos a los de la Guerra Civil. Al respecto se pueden decir dos cosas: ¿no fueron los obispos españoles, salvo cinco excepciones, los que firmaron a instancias del Generalísimo una carta colectiva que apoyó el levantamiento militar contra un régimen democrático legitimado por las urnas? ¿Y la causa de la crispación no era una situación social vergonzosa que la Iglesia evadió tradicionalmente de forma poco evangélica, asegurando que «en opinión de algunos, la llamada cuestión social es solamente económica, siendo por el contrario ciertísimo, que es principalmente moral y religiosa y por esto ha de resolverse en conformidad con las leyes de la moral y de la religión»? (Encíclica Rerum Novarum). Se dirá: ¡eso es del siglo XIX! a lo que se puede responder: ¿somos temporales o atemporales? ¿Podemos para unas cosas echar mano del pasado y para otras no, sobre todo teniendo en cuenta que la doctrina de la Iglesia no había cambiado en nada en tiempos de la II República, ahora invocada por los obispos?

Cuando, a su vez, dicen que "la cultura ambiental que los españoles vivimos ya no es una cultura inspirada en la fe cristiana" no hemos de pensar en una manifestación etérea y metafísica, sino en leyes muy concretas, como las que regulan el aborto, el divorcio, la igualdad entre hombres y mujeres y homosexuales, la eutanasia, los contenidos de la educación, la financiación de los colegios privados, los impuestos, la legitimidad de determinadas propiedades, la privatización de sectores a recuperar por la propia Iglesia, etc. Es decir, poniendo en duda, por la vía del hecho, que seamos un país aconfesional.

También se lamentan de que los enfrentamientos crezcan, lo cual sorprende, ya que los partidos más beligerantes son precisamente los de inspiración católica que no sólo recurren a la violencia verbal, sino a mentiras como la de que las residencias de ancianos eran responsabilidad del gobierno nacional y no de los gobiernos autonómicos. Con actitudes así, constantes, ¿se rebaja la crispación?

¿”Crisis institucional”? ¿Cuál? ¿La del Consejo General del Poder Judicial y su imposible renovación racional? ¿Qué partido modificó la normativa sobre la organización interna del órgano, que produjo en su Presidente una concentración de poder extraordinario?

Mejor que hablar de "una situación sociopolítica convulsa" hubiera sido mejor denunciar sin rebuscamientos lírico-filosóficos que, por ejemplo, es cristianamente inadmisible que las eléctricas acaparen beneficios superiores a los 700.000 euros por hora mientras que la ministra de economía tiene que esperar a septiembre para saber si puede subir el salario mínimo interprofesional de 950€ a 1.000€ (1,66€ día) , mientras que el precio de los alquileres se dispara y representa el 50% de muchos salarios. O que semanalmente se produzcan tres millones y medios de horas extra impagadas. O que… dejémoslo.

Y por supuesto, el asunto de la corrupción es preocupante; pero hay que reconocer que afecta a la mayoría de las fuerzas políticas, incluidas aquellas que no han caído en la descristianización y que acumulan el mayor porcentaje de condenas. ¿Qué se enseña en los colegios de la excelencia educativa y moral?

Prosiguen con las “estrategias mediáticas y políticas basadas en la posverdad” que llevan a la desconfianza y al enfrentamiento. Efectivamente, ese es un gran problema general, el de la verdad y el de la mentira. Pero ¿a quién culpar? Una de las grandes virtudes de los medios de comunicación es que son independientes (principalmente de los pobres), salvo del dinero; pero todos los billetes tienen el mismo color, por lo cual no es fácil adscribirlo a un sector determinado, si no es al de la empresa privada, hoy paradigma de “excelencia” en una sociedad que se jacta de haber llegado al “fin de la historia”.

Una sociedad cada vez más alejada de la religiosidad y de los valores” ¿Por qué relacionan ambos términos? ¿Acaso no ser religioso implica carecer de valores? ¿No hay otros valores que los cristianos? ¿El antecedente histórico de haber firmado una carta colectiva a favor del levantamiento del Generalísimo representó un valor? Hoy las fuerzas mayoritariamente católicas se niegan a analizar imparcialmente aquella desgracia –llamémosla así-- y sus causas. ¿Esa actitud facilita la posibilidad de buscar unos valores asumibles por todos los españoles? ¿O por el contrario es un inconveniente casi insalvable? Que la Macarena de Sevilla mantenga los restos del general Queipo de Llano y que en la fachada de la catedral de Cuenca persistan símbolos del franquismo, a pesar de que hay una sentencia firme que obliga a retirarlos, no ayuda en nada. Los católicos deberían leer a Antonio Bahamonde, secretario casi forzoso de Queipo, católico ejemplar (Antonio), y que tuvo que huir a Portugal porque no resistió las acciones de la represión. Ese sería un estupendo material para un cursillo de cristiandad, de arrepentimiento, de propósito de enmienda y de sinceridad.

"Las fuertes tensiones independentistas en medio de una inédita crisis económica, llenan de preocupación e incertidumbre a la sociedad española". Cierto, y muy triste el asunto por su estulticia, pero no hay que olvidar las posturas de las iglesias nacionalistas, que a veces van contra la propia iglesia estatal, y la de la iglesia estatal, que muchas veces va contra el propio Vaticano. Recordemos a Francisco José Fernández de la Cigoña, adalid del integrismo en España.

Con "una profunda crisis institucional, en la que algunos grupos políticos quisieran abrir una segunda fase constituyente". Y la corrupción, la desigualdad social, las andanzas de un monarca emérito, el recorte de nuestra soberanía en beneficio de aquellos que incluso persiguen a esa misma iglesia católica, como si sus evangelistas no tuvieran tacha ni culpa ¿no son elementos destructivos que lesionan a nuestra patria?

Crisis económica”, ¡por supuesto!, pero no basta con enunciarla, hay que denunciar a sus actores, a aquellos que siendo el 8% de la población acumulan el 85% de la riqueza, pues el mal es, lamentablemente, mundial. No olvidemos que fuera hay guerras con sus muertos; y que los causantes a veces son aliados nuestros.

Y ¿por qué “las verdades cristianas son ahora incomprensibles y las normas morales que brotan del Evangelio se han vuelto inaceptables". Esa es una pregunta que no se puede volcar en la sociedad, sino dentro de la propia Iglesia. Hacer lo contrario es empeñarse en considerar que España es, más o menos blandamente, un estado teocrático. Aquello de que la doctrina de la Iglesia informaba al derecho del país ya pasó. Si se pretende volver a eso, que se diga claramente. A ver si al final no terminemos todos, por vía extranjera, en manos de los evangelistas, que pueblan nuestras ciudades de templos y cánticos. Sí, "las verdades que intentamos transmitir (dice la iglesia) son de difícil comprensión y la propuesta moral muy difícil de aceptar" es una materia que requiere mucho estudio por su parte y no reproches a los demás. Y requeriría una reflexión muy profunda y dura, porque ahí está, reciente, la historia de la Iglesia católica. No se trata de interpretar la realidad, sino de transformarla, como decía el filósofo.

El asunto que sigue es en parte asumible, muy asumible, y perjudica a todos aquellos que no desean que España sea un protectorado cultural. Dicen: "Esto conlleva un profundo desafío cultural; la Iglesia… hoy observa cómo el cine, el teatro, la música, las series de TV realizan propuestas culturales indiferentes o antitéticas a la cultura cristiana". Por supuesto, pero este desafío (en gran parte proveniente de la invasión del mundo anglosajón, tan admirado, donde se introduce mucho clasismo, mucho racismo, mucha enemistad, mucho desprecio hacia el otro, mucha justificación de la violencia, y donde se demoniza a todo aquel que no piense igual), se ha hecho con la connivencia de casi todos los poderes mundiales. Habría que volver a interpretar reflexivamente aquella famosa canción italiana titulada “Tu vuo` fa´ lámericano”.

Precisamente, si la doctrina católica –y las otras-- adolece de algo es de una praxis alejada de las enseñanzas del Evangelio y del sermón de la Montaña. Reflexionar sinceramente sobre ello sería el mejor servicio que podrían hacerse a sí mismos. Los demás no tienen culpa de sus errores ni de su negativa a reconocerlos.

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