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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

La muerte asistida y el suicidio

Por Germán Ubillos Orsolich
lunes 22 de marzo de 2021, 00:44h

21MAR21 – MADRID.- Ahora que el Gobierno de Coalición entrante va a aprobar diversas normas entre ellas la de la muerte asistida y la llamada eutanasia, recuerdo que hacia 1975 estando yo en Ginebra en la Residencia de enfermeras en Suiza, encargadas del Hospital Cantonal y sobre todo del “Beau Sejour”, muchos ancianos y ancianas holandeses donde se acababan de aprobar dichas normas huían despavoridos en aviones hacia Bélgica y países limítrofes, en la creencia de que sus propios parientes instaran a las autoridades sanitarias para que les dieran el pasaporte para el otro mundo de forma prematura y así quitarse problemas y heredar.

También era la época en que Sera y otras compañeras españolas llegaban destrozadas de sus turnos en los hospitales, de tanto oír los gritos y alaridos de dolor de los pacientes con cánceres avanzados y a los que no se les ponía la morfina, hoy imprescindible. Así ahora lo recuerdo como un horror digno del medioevo en pleno siglo XX.

Toda esta llamada nueva normativa es en realidad un poco absurda, pues por lo menos en España desde hace bastante tiempo, los médicos y enfermeras de la Sanidad nacional dentro de los cuidados llamados “paliativos y terminales” ayudan a los pacientes en el trance supremo de la muerte, a morir con dignidad y sin dolor, sedándoles y acelerando quizá la muerte cuando ésta es ya inexcusable.

La vida puede ser muy larga y el final imprevisible, sobre todo si te aburres o si sientes dolores, o si te llegas a creer una carga insoportable para tus familiares.

Algunos escritores muy conocidos optaron por esta fórmula. Ernesto Hemingway habiendo escrito ya “Por quién doblan las campanas”, habiendo venido a España varias veces sobre todo a los Sanfermines, habiendo escrito “Las verdes colinas de África” y “Las nieves del Kilimanjaro”; habiendo ganado el Premio Nobel tras publicar su inolvidable y genial relato “El viejo y el mar”, habiendo hecho de sí mismo una leyenda de cazador, mujeriego y bebedor de whisky, se descerrajó un disparo en la boca del paladar con su rifle predilecto.

Hay quienes afirman que sufría principio de depresión o un cáncer incipiente, y que sentía disminuir su fuerza literaria, ese estilo tan descarnado, directo y varonil, con ese sabor inigualable de su prosa inimitable que tanto placer me producía de joven, cuando le leía en verano y a la luz de las estrellas.

Stefan Zweig, del que yo mismo adapté en su día para Televisión Española, en cinco capítulos de media hora de duración, su relato “UNA CARTA”, se quitó también la vida en Persépolis cerca de Brasilia junto a su joven esposa, hastiado y decepcionado, dolorido al ver a amigos y colegas ejecutados o enviados a los campos de exterminio nazis, y él mismo con un complejo síndrome de perseguido a pesar de su inmensa fama y enorme fortuna.

Es curioso Zweig, que no ganó el nobel, siento por él ahora en mi pre-vejez si cabe, más admiración que por mi adorado Thomas Mann de mi juventud, cuando charlaba con José Luis Vázquez Dodero, director entonces de Prensa Española, en su despacho de la calle Padilla de Madrid, y él decía que mi prosa le recordaba algo a la del famoso autor alemán; cuando Dodero publicó mi “Largo Retorno”, (el libro).

Semanas después nos conoceríamos personalmente en su despacho de Subdirector - en aquel momento de ABC de los Luca de Tena - , y en el viejo palacio de la calle de Serrano, a Luis Maria Anson, periodista y hombre de carrera y brillo inigualables dentro del siglo XX y lo que va del XXI - solo comparables a su talante liberal, cordial y acogedor para con todos.

Pues terminaba lectores diciéndoos que es la capacidad de Zweig, la pericia, la delicadeza en la descripción de los sentimientos y la elegancia de su estilo, lo que le convierten en un narrador tan fascinante que nos seduce desde las primeras líneas.

Muerte asistida y suicidio, dos caras de una misma realidad: el final de la vida.

La eutanasia es tema complejo y a mi modo de ver innecesario en nuestro país, donde actualmente y dentro de la sanidad poseen medios y atención en “paliativos y terminales” para hacer de la muerte algo ciertamente tolerable. Máxime si hablamos de la depresión en la que el paciente puede llegar a pedir la muerte incluso de forma insistente, sin saber que a las pocas semanas va a estar curado y feliz en la vida, que a mí se me antoja un don maravilloso, a no ser claro que le aplicaran la eutanasia de forma equívoca o perversa.

Amor, muerte y paso del tiempo, tres temas fundamentales en mi obra literaria y en mi propia vida, ya que el poeta Javier Lostalé buen conocedor de mi persona, gusta denominarme el “escritor total”, una persona cuya vida real y su actividad y mundo literario forman una unidad tan esencial e inmanente como la de la Santísima Trinidad.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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