26AGO19.- Si hay una feria andaluza que me gusta, es la Feria de Málaga, a mediados de agosto, antes de que llegue el luctuoso septiembre.
Además, la Feria de Málaga tiene de todo, es enorme, allí te puede pasar cualquier cosa, y con un poco de suerte, siempre cosas buenas.
Luces espectaculares, los grandes cacharritos te recuerdan a la infancia, las casetas de música moderna te sitúan en los anhelos del presente. En los chiringuitos puedes inflarte de comer y beber con las amigas, que es lo que todo el mundo disfruta.
Y después, pasear por las casetas, para ver y ser vista entre el gentío. Siempre hay tíos cachas que te encantan, y otros a quienes les gustas tú. Es una delicia.
Un tío bien vestido me para, sin conocerme de nada, y dice:
─¡Vaya Mozart!
Es que es un poco paleto el pobre. Me suelta una gran parola, mientras mis amigas esperan: quiere ficharme para actriz en Madrid, ser mi descubridor, según dice para una nueva versión del Quijote, el gran libro de Confucio.
─Y yo seré Dulcinea, claro.
Mis amigas ríen a coro. El tío no sabe qué contestar. Él mismo parece quijotesco, casi viejo, seco, ojos locos. Quizá va borracho, o drogado. ¡Adiós a mi sueño de actriz!