El problema es que los precios de los inmuebles son altos, las hipotecas no nos dejan respirar, la burbuja del alquiler todavía sigue en alza y, para colmo de males, los trabajos siguen siendo precarios y poco remunerados.
Aunque creamos que hemos cubierto todo, que no vamos a tener que enfrentarnos a ninguna carencia económica, en cualquier momento se nos pueden presentar un gasto imprevisto: puede ser que la factura de la luz se haya incrementado, que nos hayamos pasado con la del teléfono, que tengamos que pagar impuestos, o cualquier otra situación.
Todas estas facturas tienen la gran desventaja de que se deben de pagar casi al instante: y es que, si no lo hacemos, lo más probable es que vengan con un interesante recargo, o bien nos corten el suministro y luego tengamos que pagar mucho para que lo reactiven.
¿Qué solución tienen estas personas que tan sólo acumulan deudas? Los préstamos personales resultan un recurso muy interesante.
Si te armas de valor y te presentas en el banco para pedir el dinero, en tu entidad bancaria te van a pedir muchos requisitos, además de mucho papeleo redundante. Incluso aunque cumplamos con todo, es más que probable que la transacción se alargue mucho en el tiempo. El banco la llevará a una gestoría para que allí la aprueben y en todo ese tiempo pueden pasar entre 2 o 3 semanas, incluso hasta más. A ellos no les importa nuestra situación personal, que tengamos que pagar el agua y la luz y es que tan sólo seremos números a sus ojos.
Las empresas de créditos rápidos, tal y como su nombre indica, destacan por su gran rapidez. Podemos cursar la solicitud rápidamente a sabiendas de que no tardaremos en obtener la respuesta deseada (aunque sea negativa). Si todo va bien, podemos tener el dinero en la cuenta desde en el plazo de unos minutos, hasta un par de días como mucho.
Es cierto que habrá que pagar algunos intereses y que estos pueden ser elevados, pero en según qué casos puede merecer la pena.
Si (
No(
