La mandataria alemana se enfrenta a una semana crucial que podría acabar con su Gobierno solo unos días antes de que la nueva legislatura cumpla cien días, señaló DPA.
En un intento agónico por lograr avanzar de manera consensuada en el gran desafío que supone la enorme afluencia de inmigrantes a territorio de la Unión Europea, Merkel buscará aunar posiciones con sus socios europeos.
"Este es un desafío europeo que necesita también una respuesta europea y creo que este tema es uno de los decisivos para la cohesión de Europa", insistió el sábado la líder conservadora en un intento por calmar las aguas.
Su encuentro hoy lunes en la Cancillería de Berlín con el primer ministro italiano, en un momento en el que Italia pide una mayor cooperación para lidiar con la llegada de los migrantes, estará marcado por la reunión, en Múnich, de la cúpula de la Unión Socialcristiana (CSU), partido hermanado de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel, que votará si poner en marcha o no de manera unilateral los planes de su líder y ministro de Interior de Alemania, Horst Seehofer.
Si se cumple el ultimátum lanzado por el líder bávaro de no esperar dos semanas como pide Merkel, sino poner en marcha ya su plan de frenar la entrada de los refugiados que ya estén registrados previamente en otros países de la UE, en base a la Convención de Dublín, una vez reciba luz verde de su cúpula en la reunión de este lunes, esto supondrá una declaración de guerra y Merkel quedará entre la espada y la pared.
Por un lado, si cede ante la presión del partido que reina desde hace décadas Baviera, región por la que entra la mayoría de los inmigrantes a Alemania y que en octubre celebra elecciones, diría adiós a sus esfuerzos por lograr una Europa unida y fuerte y podría desencadenarse una nueva crisis de refugiados al provocar que los países periféricos decidan no registrar a los solicitantes de asilo para evitar que se los devuelvan.
Por otro lado, si insiste en una solución europea y consensuada, dentro de la cual estaría la idea de alcanzar acuerdos bilaterales con los Estados más afectados como Italia, no le quedaría otra que destituir a su ministro si éste sigue adelante con sus planes.
La caída del ministro de Interior y líder de la CSU supondría el resquebrajamiento de la histórica alianza política de la CDU/CSU bajo el nombre de la Unión y provocaría el final del Gobierno de coalición con los socialdemócratas.
Antes de tomar esta decisión también podría ser que se presentara una moción de confianza en el Parlamento alemán para ver si cuenta con el apoyo de los diputados en su gestión de los refugiados.
Si sobrevive a hoy, Merkel recibirá mañana al presidente francés en una cumbre ministerial de los dos países que se celebrará en el Palacio de Meseberg, a 60 kilómetros al norte de Berlín, residencia de invitados del Gobierno alemán.
El encuentro servirá para preparar la decisiva cumbre europea el 28 y 29 de junio, en Bruselas, en la que se espera que se presenten una serie de propuestas para reformar la UE.
En este marco, Merkel anunció el sábado que los dos Gobiernos buscarán respuestas comunes a los cuatro desafíos de Europa: refugiados, política común de seguridad, defensa y exteriores, el desarrollo de la Unión Monetaria y Económica, e innovación.
Por su parte, Seehofer, en un intento por defenderse de las acusaciones desde la CDU que apuntan a que sus planes conllevan el peligro de "dividir y debilitar aún más a Europa", señaló este fin de semana al diario alemán Süddeutsche Zeitung que fue la CDU la que "provocó la división de Europa con la decisión sobre los refugiados en 2015".
La decisión de Merkel de abrir las fronteras en plena crisis migratoria hizo que solo en 2015 llegaran aproximadamente 900.000 solicitantes de asilo a Alemania, creando una situación sin precedentes en el país.
Ya en ese momento, Seehofer se alzó como una de las voces más críticas contra su política migratoria de Merkel.
Desde entonces, han llegado casi medio millón más y el Gobierno alemán se afana por buscar una solución ante el descontento creciente de la población, que quedó reflejado en las pasadas elecciones generales de septiembre, en las que la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) salió elegida tercera fuerza política del país gracias a un mensaje xenófobo y antiislamista.