Tal y como suena. Los dos primeros días, cuando quedábamos atrapados en un atasco tras otro, mi pobre chofer-guía-ángel de la guarda,
Lindoaldo, soportaba mi insoportable, palpable y mal educado humor. Os aseguro que eran momentos de tensión, en los que cualquier otro me habría mandado directa para España. Menos mal que no entendíamos lo que murmurábamos entre dientes, de otra forma no habría surgido nuestra posterior amistad y cariño.
Al tercer día, conseguí adaptarme al ritmo de Río, a su clima, a sus colores, a su cielo, a sus habitantes, a su forma de ver la vida… Una vez Lindoaldo me recoge del hotel ya no miro el reloj. Si llego tarde a la entrevista concertada, simplemente llamo por teléfono diciendo;
“Acá hay tráfico… pero voy hacia allá”. Quien haya estado aquí seguro ha oído esa frase en incontables ocasiones.
Comencé a disfrutar los largos y silenciosos trayectos en “auto”. Mirar y observar desde la carretera se ha convertido en una actividad diaria. Mi “ángel de la guarda” procura variar los trayectos, un día por el interior, otro por la costa, otro por las favelas…
Ha conseguido que me enamore de esta ciudad que en un principio me asustaba, a la que vine tan solo por conocer el espíritu de superación humana y de la que me iré llegado el momento, con gran tristeza.
Hablando de mi marcha, que será en breve (vuelvo al tema porque me voy por las ramas), no puedo marcharme de Río 2016 sin conocer al nadador
Miguel Ángel Tajuelo y a través de él la
constancia, la disciplina y el esfuerzo que requiere participar tres temporadas en una competición tan exigente como los juegos paralímpicos. Tras una primera cita fallida a la cual llegué tarde por no calcular bien el tráfico de esta inmensa ciudad, conseguimos tomar un café en “nuestra” cafetería-refugio junto a la villa Olímpica. Cómo echare de menos esta cafetería y cómo (según palabras textuales) echarán de menos estos deportistas “los cafés con Maica”. Hemos comentado en más de una ocasión que
quizás sea por la distancia o la tensión que soportan a diario,
aquí se magnifican los sentimientos, creándose lazos impensables en nuestro día a día.
Recojo a Miguel Ángel en la Villa Olímpica, ya ha terminado su entrenamiento y
"nada mejor que un pequeño paseo con una española en Río De Janeiro" (dice riendo). Si hay algo que caracteriza a este deportista de élite al momento de conocerlo es su buen humor y simpatía. Tras nuestra larga conversación comprobé además su nobleza, cariño y la inocencia de sus ojos; son los de una persona que se entrega cien por cien en todo lo que emprende, deporte, formación, labores solidarias (colabora en multitud de proyectos)… y amistad.
Mientras Lindoaldo silenciosamente cuida en todo momento que nadie nos moleste (se encarga de todo, hasta de hacernos unas fotografías)
Miguel Ángel me habla de su vida, su infancia, su familia, de cómo sus padres en ningún momento hicieron distinción alguna de trato con sus hermanos y lo educaron con la convicción de que su discapacidad no era un impedimento, simplemente era “diferente”. Le enseñaron que
ser diferente no implica ser mejor o peor, que la vida es difícil para todos, como también puede ser maravillosa para todos… Sin distinción de ningún tipo, lo he aprendido estos días.
Miguel Ángel llegó a la natación de forma casual, empezando a competir sin proponérselo. Jamás imaginó que sería durante tres temporadas consecutivas deportista paralímpico, llegando a superar el
récord de España (en la prueba del pasado día 13 de septiembre) y consiguiendo multitud de títulos y reconocimientos a su carrera profesional. Títulos que no enumeraré aquí pero que podéis consultar en la
completísima web que él mismo gestiona. Terminados sus estudios administrativos y ante la falta de empleo, comenzó a nadar en la piscina de su pueblo (Andújar), donde conoció a su entrenadora Esperanza Jaqueti, quien dirige todos y cada uno de sus entrenamientos, dietas y planificaciones de todos los eventos deportivos. Así es Miguel Ángel, sencillo, agradecido y priorizando siempre en sus decisiones el cariño. Este campeón no aspira únicamente al podium, sino a los premios de experiencia, conocimiento y amistad que va cosechando por el camino. Esos premios existen,
“están, pero nadie los ve” y es que
tan sólo hay que saber dónde “mirar”.
Miguel Angel narra todos estos años de entrenamiento intensivo, descubre que
aunque su esfuerzo no consigue remuneración económica recibe algo que no tiene precio a través de todos aquellos que lo apoyan: cariño, ilusión, ganas de competir, de mejorar… de continuar en los momentos duros.
“El deporte curte, endurece, hace que no pienses jamás que eres una víctima, inyecta energía y espíritu de lucha…”, asegura. Hubo muchos momentos en los que hubiera tirado la toalla, como el
fallecimiento de su padre hace unos meses que tuvo lugar mientras entrenaba en la recta final para estos juegos. Hipnotizada una vez más ante la historia de una persona horas antes desconocida, percibo el dolor que produce la muerte de un padre,
dolor que ya te acompaña toda la vida y con el que me siento identificada (he pasado por ello), algo que te puede cambiar la vida.
“Todos los días lo extraño, ni un solo momento olvido su mirada, su voz, sus abrazos, sus palabras que antes consideraba demasiado duras, son las que me han traído hasta aquí, hasta esta Villa Olímpica, incluso hasta esta cafetería”.
En la intensidad de la conversación ambos olvidamos el mundo, la palabra “discapacidad” no existe, el tiempo se detiene, nada urge… Tan solo la necesidad de continuar hablando. La noche y la bajada de temperatura hacen que detengamos nuestra conversación con una promesa de continuarla en España, promesa que sé cumpliremos, porque Miguel Ángel ya forma parte de mi vida.
Un abrazo.
Maica Rivera
(*) Maica Rivera
Escritora de artículos de viajes y turismo. Ha colaborado por largo tiempo en radio, la TV local de Andalucía, revistas de moda, periódicos locales y ha compartido espacio con grandes profesionales de los medios de comunicación de lo cuales ha aprendido –según señala-, los entresijos de este mundillo profesional.Viajera habitual (e impenitente), le gusta conocer sitios diferentes y empaparse de su cultura, usos y costumbres que posteriormente, vuelca en artículos periodísticos con un sello personal y una visión de “primera mano”. Ha escrito sobre gastronomía, cultura, moda, economía y viajes y cree que la mejor forma de generar progreso es la creación de sinergias entre distintos sectores razón por la cual presta su apoyo entusiasta a proyectos turísticos, arte, moda y sobre todo, cultura ya que una sociedad sin cultura -señala-, está condenada al estancamiento. Maica Rivera reside entre Madrid y Córdoba – Andalucía.maicarivera.com