La presencia del burkini ha sido polémica en varias playas de Francia, país donde finalmente se ha optado en los tribunales por su tolerancia, a menos que genere problemas de orden público. Nada que objetar contra el burkini, siempre que no se cubra el rostro de la interesada o interesado (nunca se sabe qué hay detrás del mismo. Una figura embozada en el rostro genera sospecha, recelo, miedo o pánico, según los casos, desde que el yihadismo ha establecido la guerra a Occidente en discotecas, bares, supermercados y redacciones de periódicos. Hay vecinos que no suben en un ascensor junto a gente velada, tocada o enmascarada, por temor a ser agredido o atracado. El miedo es libre.
Pero la reflexión sobre el burkini va más hacia la falta de reciprocidad de los hombres y países árabes: mientras ellas cada día se cubren más el pelo y la piel (“donde hay pelo hay alegría” dice el refrán español), lo hombres árabes caminan a su lado en pantalón corto y los países árabes que reclaman tolerancia para las musulmanas veladas y burkinizadas, no toleran a las mujeres occidentales sin velo, incluso para asistir a ruedas de prensa con mandatarios de Arabia Saudí, por ejemplo (sin solidaridad alguna por parte de los colegas periodistas hombres). Y ni el burkini, ni el velo están exigidos por el Corán.
Pero no hay que irse a los países árabes de Oriente Medio para comprobar que no admiten la reciprocidad con las mujeres occidentales, basta ir a un campo de refugiados italiano, griego o turco, donde los islámicos obligan a la mujeres cristianas a velarse e incluso a rezar con ellos cinco veces al día. La cristianofobia es evidente.
Angela Merkel y otros mandatarios europeos están ciegos al no exigir la reciprocidad de legislación para mujeres en Europa y países islámicos. Ni siquiera le ha hecho reaccionar el abuso sexual de inmigrantes árabes en Colonia contra mujeres alemanas. Occidente parece ciego y no contempla como agravante el desprecio de los árabes hacia la mujer occidental, quizás porque los gobernantes europeos sueñan un futuro de harén y dominio sobre la mujer.
Con la numerosa invasión de refugiados islámicos en Europa, el futuro de las libertades de la mujer europea peligra. Hay que reaccionar a tiempo. Si algunos países nórdicos han prohibido construir mezquita en su suelo a la Arabia Saudí, por falta de reciprocidad en dejar construir iglesias en su suelo, con más razón habrá que proteger a las mujeres occidentales frente a una constatación de diferencias, que ni siquiera están en el Corán, para coartar libertad de indumentaria en las mujeres en uno y otro lado de Oriente y Occidente.