Sánchez, el candidato 'american style' que reivindica la alternativa

Burlando a la mala suerte, la llegada de Pedro Sánchez estaba programada en el minuto 13 de las nueve. Sánchez, primero en el protocolo del debate presidencial, llegó de la mano de su mujer, Begoña. Empieza a ser habitual esa fotografía otrora impensable, pero la consorte socialista se ha convertido en protagonista de una campaña que Ferraz ha modelado al más puro american style.

Begoña lo asume con aparente gusto y con guiños de corporativismo. Ella, perfecto de cuero roja-ya la vimos vestida de ese color de pies a cabeza en la proclamación de Sánchez como candidato- él, corbata también roja. Campo Vidal, que desde hacía dos horas esperaba a los presidenciables, eligió el mismo tono para su corbata. Un desliz de seguro involuntario de quien en estas ocasiones acostumbra a trascender el papel de moderador para ejercer de auténtico anfitrión. Como si más que de un debate, a lo que asistiesen fuera a una cena privada con Don Perignon y buen habano.

Después, cuando en el posado ambos comentaron la anécdota, a Sánchez se le descolgó la mano de la de Begoña. Ella se la cogió con disimulo por detrás y no la soltó hasta terminar el posado. La imagen en estas cosas cuenta, y mucho. Por eso, los organizadores corrían buscando un secador con el que apañar las consecuencias de una lluvia del todo imprevista tras meses de sequía en Madrid.

El objetivo: defenderse como alternativa

Sánchez llegó al cara a cara “tranquilo”, comentaron en su círculo, tras pasar el día en su domicilio. No se pasó por Ferraz y prefirió repasar en casa las fichas que le habían preparado sus asesores. Mismo modus operandi que en los dos debates anteriores, aunque sin duda, éste revistiese de un plus de trascendencia. Medirse con los emergentes, incluso con la vicepresidenta, no es lo mismo que hacerlo con Rajoy, por mucho que se diga.

Los socialistas encaraban el debate de este lunes con una estrategia clara. Reivindicarse como la alternativa, la única, en un evento blindado para el bipartidismo y que por varios momentos hizo casi olvidar que estas elecciones se libran a cuatro fuegos cruzados. Con Podemos y Ciudadanos fuera de foco, Sánchez disparó su artillería en dos frentes, el de la corrupción y el de las desigualdades que han provocado las políticas del PP. Tardó dos minutos en sacar la palabra maldita, Bárcenas, y, una hora después, la recuperó para abrir el momento más tenso del cara a cara, cuando reprochó al líder popular que no hubiese dimitido por el “escándalo en B”. Rajoy lo calificó de “ruin, mezquino y miserable”. “Y deleznable”, añadió después.

El socialista no renegó tampoco del pasado de su partido, y como ya había reivindicado en ocasiones anteriores, alabó también en ésta el legado de los gobiernos socialistas. Un argumento que él mismo insiste en traer a su discurso y que en Ferraz asumen, pese al riesgo de dar a Rajoy la ocasión de hablar de la consabida “herencia recibida”. Entienden que, si no la saca su candidato, lo hará el contrario. Por eso, mejor tomar la delantera.

En Ferraz, satisfechos

En Ferraz existen ciertas razones para el optimismo. Las encuestas de los últimos días les confirman segundos, un respiro (relativo) frente a la pesadilla de quedar terceros, aunque la amenaza, en unas de Podemos, en otras de Ciudadanos, haga la posición reversible de un día para otro.

“No nos las creemos, con la volatilidad que hay…”, despejan los de Sánchez. En casa socialista interpretan que los últimos días de campaña se han convertido en un ‘todos contra uno’, contra su candidato, y la idea se ha convertido en lema. Sánchez lo insistió este mismo domingo, en su acto central de campaña en Valencia, donde advirtió de un “frente antiPSOE” para tocar fibra a esos “socialistas de corazón” ahora diluidos en el caladero de los indecisos.

El secretario general socialista se mostró satisfecho tras el debate. En especial, opina, porque considera cumplido su objetivo de acorralar a Rajoy por la corrupción. “He dicho lo que todos los españoles piensan”, dijo al final. No respondió en cambio a si se consideraba ganador del cara a cara o si creía haber seducido a esos indecisos. En su equipo sí lo vieron vencedor. “Dijo lo que tenía que decir”, resumió uno de sus asesores. Creen que Rajoy abroncó el debate y que fue el presidente quien insultó al candidato socialista.

FUENTE: LAINFORMACION.COM - Luz Sela - 15 de diciembre del 2015