Feria de Arte Contemporáneo en Madrid

En esta ocasión la pintura ha predominado por sobre otras expresiones artísticas y se ha echado en falta más trabajos en escultura y fotografía o trabajos audiovisuales como en otras ediciones anteriores. Pese a que un sello de identidad de ARCO ha sido siempre la característica “rompedora” y de vanguardia, en esta edición creemos que hubo pocos proyectos realmente llamativos en este aspecto si bien había algunos trabajos muy interesantes especialmente entre los procedentes de galerías latinoamericanas que han tenido un éxito reconocido situación que hace prever que en los próximos años, ARCO puede acercarse más al arte producido en América incorporando así a su área de influencia un mercado potencialísimo tanto en la producción como en la compra y venta de arte.

Y cómo siempre hay algo que no funciona bien o digno de crítica, en este aspecto tendríamos que destacar dos cosas: la primera, el que en un evento de esta naturaleza y por el alto standing de la misma, es imperdonable que en el mismo día de la inauguración, no hubiera más que un guardarropa (situado en el pabellón Nº 7) y que éste, a poco de inaugurarse la Feria ya estaba con el cartel de “Completo” lo que obligó a cientos de visitantes a “cargar” durante el tiempo de visita, con abrigos, bufandas, paraguas (en algún caso) y otros que en circunstancias normales, podrían haberse dejado en el guardarropas. Otro fallo, la ausencia total de puntos de información absolutamente necesaria para resolver el caos originado por la confusa ubicación de los diferentes stands por cuanto la información señalada en un primer folleto entregado a la entrada, no coincidía con un posterior “mapa de situación” que también estaba disponible. Esto originó que muchas personas no pudieran (en toda la jornada) conseguir ubicar una determinada galería.

También llamó la atención que el piso de los pabellones 7 y 9 (donde se ubicó ARCO) no estuviera enmoquetado como ocurre con FITUR por ejemplo. Causa una mala impresión que rebaja la atmósfera del lugar ver el piso pelado y con grandes manchas por doquier.

Finalmente dos situaciones que son inherentes a todas las ferias o eventos que se celebran en IFEMA: La excesiva temperatura a que se mantiene la calefacción en invierno que hace a ratos agobiante el permanecer en el recinto y la otra (quizás la más sangrante) el excesivo precio de las cafeterías. Pagar 2.90€ por un café resulta excesivo no solo en IFEMA sino que en cualquier otro lugar de masiva afluencia de público y si hablamos de la entrada general al público (para los días viernes, sábado y domingo) fijada en 50€ por persona ya no hay justificación salvo aquella que dice que los organizadores quieren con este precio, neutralizar a curiosos, familias numerosas y con ello obviamente, a los niños que quieran ir a revolverlo todo. Dada la naturaleza de las distintas obras expuestas casi podría resultar justificado pero en los tiempos que corren, 50€ para un evento de por si elitista y acotado a sectores muy determinados parece una decisión poco coherente sobre todo si tomamos en cuenta las declaraciones de los organizadores que hablan de “acercar el Arte Contemporáneo al ciudadano de a pie”.