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Memorias: Así fue y así lo voy a contar

Yo, El Azafato (XVI)

Por Quino Moreno

miércoles 04 de febrero de 2015, 00:19h
Yo, El Azafato (XVI)
Yo, El Azafato (XVI)

Mi Mes de Incidencias… (De cómo sobreviví a ese mes…)

La Residencia de tripulaciones de Iberia, fue todo un acontecimiento. Hasta esa inauguración, las tripulaciones que estábamos de imaginaria, la pasábamos en el aeropuerto en una sala, y durante las 12 horas que duraba, teníamos que estar sentados en un sofá, esperando por si tenías que salir como reemplazo en algún vuelo que tuviera alguna incidencia.

Los turnos de Imaginaria, estaban programados por si algún tripulante a ultima hora, se daba de baja por enfermedad, retrasos en los enlaces, y era necesario poner otro avión, algún pase de actividad en los vuelos largos por ejemplo, si en una ruta a América, el avión tenía un retraso en el cual se pasaba de actividad, que en aquella época estaba estipulada en 15 horas, tenía que salir otra tripulación y claro, para estos casos, estaban las imaginarias.

Una vez inaugurada la Residencia de Tripulaciones, se acabaron las penurias del sofá, y del pestazo a tabaco. Por aquella época, prácticamente fumaba todo el mundo de manera que, imaginaos a treinta o más personas, metidas en una sala de no más de 50 o 60 metros cuadrados, fumando a todo pulmón y nunca, mejor dicho. Aquella apertura fue un lujo asiático. Habitaciones individuales, sauna, gimnasio, piscina, restaurante, etc. Cuando te tocaba una programación de un mes de incidencias, que así se llamaba ese período, era de lo más llevadero porque aunque cobrabas menos, debido a que nunca volabas como en un mes normal y las dietas bajaban, esto se compensaba con el confort y comodidad de la Residencia. Eso si, en el primer piso estaban las niñas y en el segundo, nosotros los varones y con sus respectivas recepciones, en las entradas, para respetar la canción (los niños, con los niños y las niñas con las niñas).

Estando de imaginaria, tuvimos una noticia trágica y que nos afectó muchísimo a todos. Ese día, me acuerdo, que ni siquiera queríamos comentar nada entre nosotros. Un avión de Iberia y uno de Spantax, colisionaron en vuelo. Nantes, el avión de Iberia se desplomó al suelo y no hubo supervivientes. El de Spantax pudo aterrizar de emergencia. No nos atrevíamos a decir ni una palabra. Pienso que ese, fue el momento en donde nos dimos cuenta de manea cabal, del riesgo de nuestra profesión. No queríamos ni saber los nombres de los compañeros afectados, pero como suele suceder, siempre sale el listo de turno y vino con la lista. Respiré hondo cuando vi. que ninguno de mis íntimos estaba en esa fatídica lista pero si conocía a dos de ellos ya que vivían en mi barrio y de vez en cuando, habíamos tomado algunas cañitas.

No queríamos ni oír la megafonía por si teníamos que salir de vuelo. Hasta que en un momento, llamaron a una tripulación de DC 8 para hacer un vuelo. La cara de los compañeros cuando subían a la furgoneta, era un poema. Ese día fue una jornada terrible. De todas formas fuimos unos privilegiados pues nos enteramos en tierra, y no volando.

Estando de imaginaria y creo que fue también en ese mismo mes, tuve el bautizo de mi primer susto y grande. Me avisaron para sustituir a un sobrecargo en un vuelo que era Madrid-Dusseldorf-Madrid-Málaga, advirtiéndome que llevara equipaje porque dormíamos en Málaga. A la vuelta de Dusseldorf, faltando unos veinte minutos para llegar a Madrid, se levanto una humareda en el compartimiento, donde llevábamos nuestro equipaje. Creo que en algún capítulo anterior, os dije que hablaría de una compañera que se llamaba Rosa. Pues bien, Rosa, era una de las vikingas suecas y para más inri, era grande y muy mal hablada. Tenía mucho deje sueco pero las palabrotas en español las decía de guinda. Entre los dos, con la ayuda del segundo, quitamos las maletas y nos dimos cuenta que cada vez salía más humo. El segundo le dijo al comandante que descendiera a baja cota para quitar presurización de cabina y de esa forma, abrir las ventanillas de emergencia, cosa que hicimos entre los tres y metimos las maletas en los lavabos. En los cursos de emergencias, las ventanillas pesaban muchísimo, pero en esta ocasión, me parecieron plumas. Les dije a mis compañeros -siguiendo el manual- que cuando se abrían ventanillas en vuelo, tenían que ponerse en la filas de emergencias pegados, cerca de la s ventanillas. Huelga decir que el ruido era tremendo y ensordecedor y por el aire y el humo que empezó a salir por las ventanillas, cundió el pánico y los pasajeros, comenzaron a acercarse a las ventanillas. La reacción de Rosa, no se hizo esperar y pasajero que se acercaba, y algunos con la intención de tirarse, y como si de un boxeador se tratara, le arreaba un puñetazo estilo Mohamed Ali y los tiraba para atrás. Después de un tiempo, que no fueron más de quince minutos, aunque a nosotros nos pareció una eternidad, aterrizamos y cuando vimos a los astronautas -que así llamábamos a los bomberos, porque cuando estaban en pista iban vestidos de trajes ignífugos plateados-, la alegría fue inmensa, pese a que nos iban echando espuma hasta que paramos motores. No hizo falta tirar rampa, los pasajeros salieron por sus pies eso si, en tiempo récord. Hubo alguno que incluso, aparte de los tortazos que les arreó Rosa, le dieron las gracias. La verdad es que su comportamiento no fue muy ortodoxo pero fue encomiable, como para llevarle la contraria.

Una vez todo terminado, el comandante nos dijo que teníamos que subir a ver al Jefe de día, que era un comandante de los antiguos que se encargaba de toda la operación de vuelo. Después de contarle todo, nos miro y nos dijo:

-“bueno, ahora, tomaros un poquito de agua e iros al avión de Málaga, no sea que vayáis a salir con retraso

Nos quedamos tiesos pero la verdad, que si no hubiéramos subido a ese avión, más tarde en frío, no se que habría pasado, así que en unos minutos, nos vimos preparando el embarque de Málaga como si no hubiera pasado nada.

Ese mismo mes de programación de Incidencias, iba a estar -y valga la redundancia- lleno de incidencias. Algo malo tuve que hacer porque ya empezaba a sentirme gafe, o que alguna brasileña de mis vuelos a Río me hubiera echado un mal de ojo.

En un Barcelona-Londres, nada más despegar, me vino una compañera a decirme que había un pasajero en turista, con muy mala pinta; nada mas acercarme, vi. que efectivamente por el color (de cadáver), algo grave tenía. En esos casos, es cuando te viene a la memoria, a mogollón, todo lo que te han enseñado en los cursos así que apliqué de inmediato, el de primero auxilio. Como un autómata hice levantarse a los pasajeros vecinos, levanté los posabrazos de los asientos, y comencé a practicarle la respiración artificial. Le dije a mi compañera que fuera a dar las voces de médico abordo y que se lo dijera al comandante. A mi compañero de atrás. Le pedí el botiquín, y que se viniera a ayudarme. En pocos minutos, vino un enfermero de un Hospital de Barcelona. Lo examinó y nos dijo que estaba muerto, que le había dado una especie de infarto por lo síntomas que tenia. Me acordé que íbamos a Londres, donde la Aduana era de lo más intransigente sobre todo, con lo que olía a España. Le tenían una especial simpatía a Franco, Me fui a cabina y se lo dije al comandante, el cual se dio la vuelta a Barcelona inmediatamente no si antes, decirme: “Hay que sacarlo vivo del avión. Arréglalo como sea”

Las niñas se enteraron poco porque tuvieron que recoger casi todo el servicio que estaba preparado antes del aterrizaje de emergencia. Mi compañero y yo le pusimos una bombona de oxígeno, y decidimos nada más parar motores, bajar con la botella puesta y no quitarnos ni los smokings de servicio, y así lo hicimos. Nada más parar, lo sacamos por la puerta de atrás y no fuimos corriendo para la ambulancia. Cuando ya íbamos a subirlo, una voz de un tío con una bata blanca dijo: ¡AL SUELO! Mi compañero y yo no le hicimos ni puto caso; para nosotros, estaba vivo, pero el cabrito insistía: ¡AL SUELO!… No tuvimos más remedio que hacerle caso por su insistencia. Lo reconoció, se volvió hacia mi y me dijo: “este señor lleva muerto más de treinta minutos”. Joder, con el tío, parecía que había hecho el vuelo con nosotros. Llegó el comandante y el jefe de escala, y se hicieron cargo de la situación y nosotros, nos volvimos al andamio. Después de un retraso de 20 minutos, llegó el comandante y nos dijo: “Se ha ido vivo para el Hospital”. ¿Os imagináis?...si llegamos a Londres con el fiambre, estábamos nosotros y el avión, en cuarentena para toda la vida.

¡¡Que mesecito!!... No quiero ni acordarme, fue sobre el año 1973. Luego tuve otros más, pero eso, ya os lo contaré en los siguientes capítulos…

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