Fantástico invento, el uniforme. Si por naturaleza todos somos iguales (mamíferos implumes), cuando vestimos un uniforme adquirimos, por arte de magia (al menos en apariencia), las cualidades propias del estamento o grupo uniformado: jueces, fiscales, militares, obispos, monarcas; e incluso, cocineros.
En algunos casos, como el de los estudiantes, se ha renunciado al uniforme.
¿Podríamos prescindir totalmente de los uniformes y de los rituales que conllevan (el increíble paso de la oca por ejemplo) sin consecuencias?
Difícil de imaginar…. y es que, diga lo que se diga, el hábito hace al monje.
Juan de Amiano