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Opinión

El Sacerdote

Relato muy breve para la Semana Santa. A la memoria de José Camón Aznar (II y Final)

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

Pilatos se detuvo pensativo. Un silencio espeso flotaba en el aire. De pronto un centurión se acercó. Pilatos le mira. El centurión se acerca más, casi a su oído.

--  Señor. La gobernadora me envía a decirle muy encarecidamente que por lo más sagrado no condene a ese justo, porque ha sufrido mucho hoy en sueños por causa de él.

Pilatos se separó, le temblaba un pequeño músculo en la mandíbula, parecía petrificado.

Silvestre dijo al ángel

-- Ahora quiero ver los sueños de esa mujer piadosa

El ángel respondió:

--  No era piadosa, ahora verás la realidad, voy a llevarte al infierno

-- ¿Al infierno? – balbuceó el viejo temblando

-- Nada temas. Voy contigo. Mi luz te protegerá

Silvestre y el ángel cayeron durante un tiempo infinito hasta una profundísima sima, allí encontraron un valle gélido y tenebroso. La oscuridad era absoluta pero se veía con el alma, el frío era total pero se sobrevivía, comprendió el pasaje del rechinar de dientes, sus escasos dientes rechinaban y se hubiesen partido a no ser por el calor que le insuflaba el ángel. Silvestre, espantado, contempló el lugar donde se engendraba el más puro egoísmo, la ira, el rencor, el resentimiento, la envidia, la avaricia, la gula, la lujuria, la crueldad, la violencia… todos los males que maceraban a la humanidad, triturándola. De pronto se oyó la voz de Satanás, era como el sonido de millones de cristales rotos, como uñas que rascaran el yeso, como alaridos de torturados, como el trueno de una explosión nuclear.

--  Hagamos soñar a la gobernadora, se nos viene encima la Redención, el perdón de los hombres y de las mujeres, con esa sangre santa, con ese perdón redentor se me escapan millones de almas por los siglos de los siglos. Es preciso que Cristo no muera, que no padezca. Es preciso que Pilatos le absuelva, le perdone.

Inmediatamente el viejo y el ángel vieron a la gobernadora debatirse en su litera, sudaba copiosamente. Soñaba con la flagelación del Señor, con el Monte Calvario, con la crucifixión, con la agonía, con sus últimas palabras, con su descenso de la cruz. Veía a su esposo cediendo ante el populacho. Ella se convulsionaba pero no conseguía despertarse. Después veía a Pilatos de viejo en Roma, todas las tardes se lavaba las manos en el Tíber cuyas aguas se teñían de rojo y de sangre. Al fin veía a su esposo caer a las tinieblas gélidas  de Satanás y un grito y un espasmo terrible la despertaban. “Es preciso evitarlo, es preciso – murmuraba sudorosa, sentada ya en la litera -.

El ángel abrazó en su luz a Silvestre y lo elevó con la velocidad del rayo desde las moradas de Satanás, hasta el Imperio Romano, hasta Jerusalén, hasta el palacio de Pilatos.

En el semblante del gobernador se traslucía la lucha entre la duda, la justicia y el miedo. De pronto le dijo a Jesús:

-- ¿Luego tú eres rey?

--Tú lo dices, yo soy rey. Yo para eso nací y para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.

Pilatos se detuvo, toda su fina inteligencia patricia y romana se sintió conmovida por la voz de Jesús y sus palabras. Le miró y respondió como preguntándose a sí mismo.

-- ¿Y qué es la verdad?

Después se removió. Buscaba la forma de indultar a Jesús, sabía, intuía que era inocente pero el pueblo gritaba cada vez más y más, era como un rugido terrible. El gobernador de estilizada figura comenzó a temblar.

-- ¿Qué queréis que haga con el que llamáis rey de los judíos?

El griterío era ensordecedor.

--  ¡! Crucifícalo! ¡crucifícalo

--  ¿Pero qué mal os ha hecho?

Recordaba las palabras del centurión, el sueño de su esposa, deseó no haber nacido, no ser gobernador, por un instante odió a Roma y se odió a sí mismo, sintió náuseas; pidió una jofaina con agua y una toalla.

Se estaba enjugando las manos ante Jesús, ante el pueblo, los sumos sacerdotes y los ancianos, cuando algo desencajado, exclamó.

--  ¡Ahí tenéis a vuestro rey, haced con él lo que os plazca!

El Señor volvió por unos segundos el rostro hacia Silvestre.

El viejo sacerdote sintió en su corazón el peso de los pecados de la humanidad y hubiese caído fulminado a no ser porque el ángel le sostuvo.

Jesús pareció sonreírle levemente, después y mientras era entregado al populacho, se oyó el espantoso grito de fiera de Satanás cayendo aún más profundamente derrotado en su valle de las sombras.

Con esas imágenes multicolores del Maestro de espaldas, con la túnica blanca, la túnica sagrada y los ojos arrasados en lágrimas, el viejo miró al ángel.

-- Es hora de regresar – sonrió envuelto en luz.

El sacerdote viajó cerca de dos mil años y así, como anestesiado, notó que alguien le zarandeaba por los hombros.

-- Padre Silvestre. Padre  Silvestre. Que es Viernes Santo.

El viejo abrió los ojos.

--  ¿Se ha quedado dormido toda la noche aquí?

El joven párroco le miraba entre preocupado y lleno de ternura.

--  ¡Oh – carraspeó el viejo -, vengo de muy lejos!

--  Venga, padre – le ayudo a levantarse.

--  El Señor es misericordioso…. Se ha acordado de mí…

-- Venga, vamos, está usted aterido, le prepararé un café.

El joven sacerdote llevaba a Silvestre casi entre sus brazos.  Las bóvedas de la inmensa catedral comenzaban a colorearse débilmente con la primera luz del nuevo día.  

 (*) German Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos.

Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

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