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Opinión

Enganchados al “chute”

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Enganchados al “chute”

Una de las reglas de oro de la psicología moderna señala que para tener salud mental y anímica es fundamental romper la monotonía, la monotonía del trabajo o de las costumbres nos hace un daño enorme, quizá por eso yo desayuno de vez en cuando en un bar-restaurante cercano a mi casa.

Mientras me tomo el zumo de naranja y los churros o la porra calentitos recién llegados del horno o las tostadas con aceite de oliva, tomate y sal, lo que llamamos desayuno andaluz, con el café y la leche,  echo una ojeada a los periódicos del día, tengo a mano “El País”, el “Marca”, el ”As” y “El Mundo”, elijo casi siempre “El Mundo”, para mí es como leer “Superman” o el  “TBO”, sus titulares, sus noticias escandalosas me chiflan,  según el, de este país corrompido hasta la médula, parece quitarme las telarañas de los ojos y darme ese  nuevo brío sin el cual un periodista no tiene nada que hacer.  Conste que yo no soy periodista, soy abogado y economista y quizá por ello se me da tan bien ganar tantos premios de periodismo,  sea dicho de paso que el escritor y el periodista son primos hermanos, Hemingway, Blasco Ibáñez, etc., fueron ambas cosas y llegaron a ganar fama y dinero a espuertas.

Digo todo esto a propósito de un titular de dos páginas completas de estos días de su sección E/M/2 CIENCIA que reza textualmente: “Enganchados al “chute” de la cafeína”. Es el caso de Raúl, que “no es persona” hasta que se toma “un solo doble” y bien cargado.

Los expertos subrayan que un consumo moderado de cafeína no entraña riesgos para el organismo,  pero los abusos advierten “sí tienen consecuencias” que van desde palpitaciones, temblores, nerviosismo e insomnio a la crisis de ansiedad e incluso las arritmias que pueden aparecer en personas predispuestas, la norma general es que no se debía de superar tres o cuatro tazas de café al día.

Todo esto me viene a la memoria porque Juan Rof Carballo, catedrático de medicina psicosomática que me trató en su día me llegó a decir al final de los años sesenta que si yo hubiese sido entonces norteamericano o viviera allí sería sin lugar a dudas drogadicto.

He tardado muchas décadas pero al final he tenido que darle razón, al final de mis días soy drogadicto, sí, lo digo con vergüenza y asco, me he dado cuenta cuando me han ingresado de urgencia en dos hospitales de la capital.  En esa soledad inquietante que  pasas antes de enviarte a planta ¿ a que no saben que es lo echaba de menos?, al principio rechazaba la idea pero al final lo he visto con tal contundencia que ya no lo puedo negar.

No echaba de menos a mi mujer, ni a mi hija, tampoco a los pocos y buenos amigos, ni a mis amigas, ni algún sacerdote capaz de darme la extrema unción, el viático o los santos óleos  (que también llegaron a dármelos), echaba de menos el ordenador, mi ordenador querido, sí el que me compré en el “Corte Inglés” al día siguiente de jubilarme, un portento de ordenador al que parece ser que quiero más que mi padre al coche, aquellos coches que se iban a bendecir al “Cerro de los Ángeles”, centro geográfico de España, por cierto. Si, amigos, sin el ordenador estaba perdido,  no era nadie, casi mejor preferiría estar muerto a pesar del miedo que pasé pensando en ello, porque el ordenador me enganchaba con la vida, era mi cauce de expresión  literaria y periodística, lo que verdaderamente ha dado sentido y luz a toda mi vida. Sin poder escribir prefería estar muerto, me sentía como una olla a presión a punto de reventar,  pensaba con desesperación en la forma de escaparme de aquellos malditos hospitales, el “Hospital de Madrid” y el “Sanatorio del Rosario”, uno en Argüelles, el otro en el Barrio de Salamanca. Además no podía recibir los correos electrónicos de  mis amigos y de mis enemigos,  de las chicas, sí de las mujeres que siempre me han encantado y que me habían comprendido como nadie, y comprender es tal vez  la forma de querer más hermosa e imperecedera.

Sí, ese es mi “chute”,  antes o después tenía que aparecer, soy humano y muy limitado  y esa “máquina infernal” con pantalla y todo como ya nos advertían Aldous Huxley y George Orwell ha llegado a absorberme el seso como a Alonso Quijano  el bueno, los libros de caballerías.  El “descubrimiento” de esa certeza ha sido para mí y para mi orgullo una penitencia y una mortificación, aprendí a utilizarlo al final de mi vida administrativa  ¡¡con lo que lo odiaba y aborrecía!! pues nada, caí en el garlito y adoré al becerro de oro creado por Bill Gates quien junto a  Spielberg  son las dos criaturas que aquello que tocan se convierte en oro.

Sí, superé las drogas, aunque las medicinas me enloquecen; superé el alcohol, aunque según los médicos me ha llegado a tener al borde de la demencia; también el tabaco, y la morfina y cocaína, y las mujeres , aunque eso me suponga siempre una lucha a muerte. Pero mira por donde la máquina con teclado  y pantalla me ha poseído de los pies a la cabeza y me ha dejado turulato y zumbado. Ya no puedo vivir sin el ordenador que ordena mis ideas, mis pensamientos, mis argumentos, ¿cómo  podré vivir sin él?;  la máquina de escribir, la vetusta “Hispano Olivetti”, no me creaba este mono, esta resaca tan cruel, cuando no me chuto a esta dichosa máquina me siento desgraciado y perdido.

Rezad lectores para que no os ocurra algo semejante, os prometo que es peor que la propia muerte, los psiquiatras están luchando por desengancharme y es peor que la adicción al sexo, pues al fin y al cabo Michel Douglas tenía a mano una cultura de la droga, pero este “chute” puede  acabar conmigo.

 (*) German Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos.

Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

Ha colaborado y colabora en los Diarios Nacionales como “A.B.C.”, “YA”, “La Razón”, “Pueblo”, Agencia “PYRESA”, “El Imparcial”, es Abogado y Licenciado en Dirección de Empresas.

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