No le importó cómo ni donde hacerlo. Es más, en medio de una verdadera rumba de acopio de sillas ejecutó obras de Schopin, Rachmaninov y otros. Asimismo estuvo junto al joven violinista Eduards Triviño (18 años) también ex alumno del colegio, ajustando los detalles para la interpretación que realizarán juntos, de los arreglos musicales que le incorporó al himno del Instituto.
Aquellos eran sones de fama mundial, que surgían de las entrañas de la señera cuna académica.
Para Roberto Scherson, este le ha sido un concierto muy esperado, y aunque se da en un entorno prácticamente escolar, sin la pompa ni el protocolo de sus acostumbradas presentaciones en Europa, lo ha preparado con esmero y dedicación. Tratándose de su música, con él no corren las improvisaciones. Aunque en su vida personal es un institutano más; lo he conocido y de ello doy fe. Es por eso que en este año del Bicenternario Institutano, el maestro está cumpliendo por fin su gran anhelo, un concierto en que se parará frente a su pasado… con ritmo soberano.