Luisito

Me llamo Luis, bueno, Luisito, pues me llamaban así con el diminutivo que como su nombre indica, disminuye considerablemente a la persona a la que se lo hayan adjudicado, o simplemente porque da cuenta del pequeño tamaño del sujeto o sujeta en cuestión.

Pues bien, con este preámbulo les he querido indicar que yo era un niño pequeño, bastante pequeño, como de 5 años de edad, creo recordar, al que le daban miedo varias cosas: quedarse a oscuras antes de dormir, las arañas, la señora amiga de mi abuela que tenía bigote y me miraba siempre como al que ve un bicho horrible y raro y…que me hicieran fotos.

Esto último me producía no miedo sino auténtico pánico. La causa era que puesto que algunas de las personas que yo veía en casa fotografiadas estaban muertas yo, por pura lógica, también podría estarlo si me fotografiaban.

Durante bastante tiempo conseguí a base de rabietas y trucos varios que nadie osara poner delante de mí una cámara fotográfica. Y lo conseguí, sí, milagrosamente hasta que un día alguien, no recuerdo su fue mi madre o mi padre, sin que yo me diera cuenta, lograron su propósito que no era otro que mi imagen quedara para siempre petrificada y debidamente delimitada en una fotografía.

Es por ello que ahora les contemplo a ustedes desde mi lecho de sepia con cara de sorpresa y horror al verme pillado al fin ante una cámara. Por ello también que no he podido crecer ni superar mis miedos ni seguir haciéndole muecas a la amiga de mi madre, la del bigote, sencillamente porque estoy muerto, muerto de verdad.

Como lo oyen.