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Es pastora, ordeña 300 cabras, hace quesos y lucha cuando puede

Maider Unda, el bronce que llega desde el caserío y lejos de los centros de alto rendimiento

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Maider Unda, el bronce que llega desde el caserío y lejos de los centros de alto rendimiento

Con la medalla de bronce de Maider Unda de este jueves en la categoría de -72 kilos se ponen en duda muchos de los mitos del deporte. Por lo menos los cuestionan. Y es que la décima medalla olímpica española en los Juegos de Londres ha llegado lejos de esos centros de tecnificación deportiva y si como consecuencia del esfuerzo diario y del trabajo, en ocasiones rozando el límite de lo que soporta un cuerpo humano, de la luchadora vitoriana. “Mi vida es el trabajo, el esfuerzo y así ha llegado esta medalla tras muchas horas de sacrifico y entrega”, afirma la luchadora y ya medallista

En el ExCel Arena derrotó a la colombiana Ana Talía Betancourt, a la mongola Burmaa Ochirbat, para perder en semifinales ante la búlgara Hristova, cinco veces campeona del mundo. El bronce lo ganó ante la bielorrusa Marzalyuk, tras puntuar en los dos primeros asaltos.

Maider compatibiliza su entrenamiento para los que han sido sus últimos Juegos (35 años) con el trabajo diario en su granja, algo que ha hecho desde niña. Allí ordeña, durante todo el año, cabras, fabrica quesos (Artzai Gatze bajo la denominación Idiazabal) y se entrena en un gimnasio que tiene en su propio caserío, aunque un par de veces por semana se desplaza hasta Vitoria para entrenar junto a Luis Crespo, "no encuentro mujeres de mi peso", afirma. El de la vitoriana es el triunfo del esfuerzo, pero hecho desde el convencimiento de que su hábitat está con los suyos y no rodeado de deportistas. “Hasta los Juegos de Pekín no me di cuenta de que podía hacer algo importante. Intenté cambiar, organizarme el entrenamiento de otra manera, pero no me iba. Si funcionaba tal y como lo estaba haciendo no había motivo para buscar otras alternativas. Y la verdad es que el tiempo me ha dado la razón”, comenta con la medalla en el cuello.

“Me siento más cómoda con los míos y eso se refleja en la lucha. Si estoy mucho tiempo fuera no me siento cómoda”, comenta Maider que a su cuidado tiene 300 cabras, que le obligan a levantarse todos los días a las seis de la mañana. Animales, quesos y otras labores del caserío al margen, una lesión sí que puso en peligro su participación en los Juegos. Es más se subió al tren casi en marcha. “No podía desaprovechar la oportunidad. Era el momento de hacerlo”, afirma una luchadora que se inició en este deporte a los 8 años, justo en el momento en el que un entrenador apareció por la ikastola de Otxandiano (Vizcaya) donde estudiaba y donde a partir de ese momento la miraron como un bicho raro. “Niña y luchando”, decían de un grupo en el que también estaba el jugador del Athletic Koikili.

Ahora ese entrenador puede estar orgulloso porque esa niña que se inició en la lucha por su consejo iba encaminada hacia la sambo, pero la inclusión de la lucha en el programa olímpico en el año 2004, le invitó a quedarse en dónde estaba. El paso por la Blume, dos años, no le ayudó a mejorar y regresó a Atxeta. “Para competir, para mejorar, para lograr que el entrenamiento sirva de algo, la cabeza tiene que estar bien, tranquila y así ha estado en los últimos años”.

 

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