“El Modernismo”, no siempre es una ayuda.

Son numerosas las oportunidades en que debemos caer rendidos ante las instrucciones tecnológicas, que cada vez más nos van invadiendo con sus indicaciones de como comportarnos en la vida.

Cierto día quise cambiarme de una entidad bancaria a otra, que ofrecía mejores condiciones. Mi intención fue hacerlo un 23 de Marzo, pero se me dijo que debía esperar hasta el 31 con el fin de esperar el cierre de mes. Pasaron días que no quiero recordar, pero para ser breve, indicaré que solamente el 4 de Mayo “el sistema” permitió liberarme de aquel banco, después de incontables visitas a dos ejecutivas distintas y al agente de la sucursal. Lo más desconcertante fue que después de numerosos trámites en mi última visita al banco, la ejecutiva me dice que ahora tengo que irme y telefonear más tarde a un número de una central, y volver a repetir la gestión, pero ahora telefónicamente... Es decir, mi presencia ahí no bastaba; podían obtener mi firma, mi huella digital, una foto de mi cara si querían, pero comprobé que de nada valía tener de cuerpo presente a este cliente “de carne y hueso”. Y lo peor de todo, es que posteriormente la telefonista me dijo que además tenía que mandar un mail, explicando por tercera vez mi decisión...

Otro día fui a devolver una línea y un aparato telefónico, porque me había cambiado de domicilio y en mi nuevo departamento operaban con otra compañía. Luego de recorrer varios módulos me envían a un mesón, en el que me dicen que vaya a mi domicilio dándome un número telefónico al cual tengo que llamar para comunicar mi situación... increíble, acudir hasta allá para explicar mi problema; perder media mañana, para tener que regresar y hablarle a una grabadora... mejor me hubiera quedado en casa ese día.

En otra oportunidad acudí a una gran tienda de libros, en donde estaba a la venta uno que yo había escrito hacía un tiempo. Fui solicitando que algunos ejemplares rezagados que estaban aún en bodega fueran sacados de ahí para distribuirlos en algunas sucursales que ya no lo tenían, o que simplemente me fueran devueltos. Después de una no breve espera, me enviaron con el encargado, quien me dijo que debería comunicarse con los funcionarios de sucursal y de la bodega; me aseguró que no habría ningún inconveniente en satisfacer mi inquietud, pero... “vaya tranquilo y envíeme un mail con esto mismo que me está solicitando verbalmente”...

Yo me pregunto: ¿Será que ya la palabra humana en directo, vale menos que una grabación telefónica o que un mail?

Llegará el día en que ya no seremos necesarios para efectuar un reclamo o realizar una petición; bastará con apretar una serie de teclas... y el trato persona a persona habrá desaparecido...