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Opinión:

Consideraciones sobre el separatismo catalán

Por Joaquín Sama y enviado por José Antonio Sierra (CCLAM)

viernes 10 de junio de 2016, 15:12h

10JUN16.- Es probable que un gran número de personas estemos de acuerdo en considerar que los asuntos de la vida son complejos y que el tema de los nacionalismos no constituye una excepción.

Sin embargo, no es menos cierto que esa complejidad depende en buena medida de la dirección hacia donde enfoquemos la mirada: si la intención es centrarla en el detalle y, más allá, en el pequeño detalle, de modo sucesivo podríamos llegar incluso al átomo, que, según vamos conociendo, también es sorprendentemente complejo.

Por el contrario, si lo que deseamos con sinceridad es clarificar el trasfondo del nacionalismo que nos ocupa y preocupa tanto ahora, deberíamos dirigir la mirada hacia lo fundamental, es decir, hacia las motivaciones básicas que determinan a los seres vivos a tomar decisiones. De esta manera la aparente complejidad se vería reducida a unas cuantas de esas motivaciones básicas: sed, hambre, miedo-ansiedad, jerarquía, sexo, altruismo, agresividad, gregarismo, y… ¡Aleluya! la supuesta complejidad queda despejada.

El nacionalismo, todos los nacionalismos, tienen mucho que ver con el gregarismo y la jerarquía, antes citados: seis millones de años viviendo en hordas de unos treinta individuos, cuando el gregarismo era garantía de supervivencia, es demasiado tiempo para no dejar su impronta en nuestro genoma, su huella genética que, contra toda lógica actual, nos dicta pertenecer a grupos pequeños. La secuencia que sigue es la siguiente: estado supranacional, nación, región, ciudad, barrio y comunidad de vecinos, curiosamente unos treinta, como las hordas de antaño.

Y la otra emoción básica, la jerarquía, o más exactamente, la lucha por la jerarquía, tanto individual como de grupo, nos impele a competir para alcanzar los mejores puestos del escalafón. “Orden de picoteo” es el nombre dado en Etología a lo que se logra como resultado de esta emoción básica que poseemos como el resto de los animales del Planeta.

Ambas emociones son proyectadas por nuestro primitivo cerebro de mamíferos, el hipotálamo, hasta la corteza frontal, donde se les agregan componentes racionales, elevando así las emociones a la categoría de sentimientos.

Con esta combinación de emotividad-raciocinio, el cerebro queda preparado para el autoengaño: tratándose ahora de sentimientos y no de simples emociones, nos creemos que nuestras actitudes y decisiones ya no se sustentan en la primitiva simplicidad de irracionales pulsiones.

No obstante, a pesar de la capacidad del cerebro humano para el autoengaño, incluso con las más dudosas argumentaciones, los avances de la Neurociencia no permiten mantener por más tiempo estas falacias: ha quedado demostrado que la decisión derivada de la emoción, precede a la cognición, es decir, que primero se decide y después se argumenta, evidencia científica de una gran trascendencia que es necesario divulgar.

Por el autoengaño, por vivir todavía en función de las emociones y no del raciocinio, resulta imposible el entendimiento con los nacionalismos, puesto que son fundamentalmente emocionales, emanados del cerebro primitivo, que dicta a la corteza frontal cómo tiene que racionalizar, incluso falseando los hechos mediante una subjetividad exacerbada, hasta conseguir una aparente concordancia emoción-razón que no desentone demasiado con el entendimiento.

¿Nos pondríamos de acuerdo si debatiéramos qué equipo de fútbol es mejor, el Barcelona, o el Real Madrid? Incluso si uno fuera objetivamente superior al otro, continuaríamos apoyando al nuestro con toda clase de aparentes razones, seguiríamos defendiendo al que identificamos como propio, de nuestro grupo, de nuestra horda. ¿Sirve este ejemplo de hasta qué punto la emoción nubla el entendimiento?

¿Qué es eso de que Cataluña no es comprendida por el resto de ESPAÑA? ¿Una consigna separatista más? ¿Qué es necesario entender? ¿Qué plus de entendimiento hace falta respecto a otras regiones españolas, aparte de que sus dirigentes lleven años, con el arma de la enseñanza en sus manos, -¡Menudo disparate disgregador!- sembrando la toxina separatista que creen necesaria para, en un asalto final ahora que las autonomías les han allanado el camino, quebrar a la nación más antigua de Europa?

Lo que entendemos perfectamente el resto de españoles, es que cuando ESPAÑA perdió las colonias, muchas veces mantenidas con sangre de todo el suelo patrio, Cataluña vio reducido drásticamente el mercado donde colocar sus manufacturas, e inmediatamente dejó de interesarle compartir con el resto de ESPAÑA el potencial de generar riqueza que su infraestructura industrial había alcanzado exportando a las colonias; ahora lo que convenía era seguir vendiendo la producción al resto de la Península, a quien habría que empezar a considerar un mercado exterior, y el beneficio…para Cataluña, a tal fin, independiente: la pela es la pela, o lo que resulta igual, el “orden de picoteo” de la Etología: yo he picoteado primero y quiero seguir picoteando más y mejor que los demás.

Cuarenta años después del fallecimiento de Franco, aún se lamentan en Cataluña de haber sufrido abusos, imposiciones y arbitrariedades por el Régimen que presidió; a lo que cabe añadir que arbitrariedades, menos sutiles que las actuales, las hubo como en cualquier parte de ESPAÑA. Pero Cataluña sigue sin reconocer que, junto a las provincias vascongadas, se vio favorecida precisamente por ese Régimen más que cualquier otra región, quedando las demás como suministradoras de mano de obra, descapitalizadas y condenadas a una economía agraria casi de subsistencia.

¿Justifica aquel dudoso agravio del anterior Régimen a Cataluña, cuarenta años después de morir Franco, querer escindirse de ESPAÑA? ¿Existía tal dudoso agravio en el año 1934, cuando aprovechando la sublevación socialista contra la República liderada por los mineros asturianos, Cataluña se declaró independiente?

Todavía se lamentan también en Cataluña que durante aquellos años, el catalán había que aprenderlo de forma clandestina. ¿Cómo una necesidad para la comunicación, o más bien como forma de oposición y rebeldía ante un régimen autoritario?

Porque los números muestran que el catalán, mucho antes de que llegara Franco, era hablado por un porcentaje muy bajo de la población. Si no hubiera sido así, habría sobrado esa ley de “Inmersión lingüística”, eufemismo con el que se camufla la imposición de una lengua, ley que, por cierto, permite multar a aquellos comercios que no rotulen los carteles en catalán y que, entre otras muchas muestras de tolerancia, dificulta a niveles de sabotaje, aprender español a los alumnos cuyos padres desean se expresen correctamente en el idioma que hablan 500 millones de personas.

No es nueva la pretensión catalana de imponer su lenguaje minoritario. Si no, que pregunten en Grecia y en los países balcánicos por donde pasaron los catalanes en el siglo XIV: a pesar del tiempo transcurrido, cuando quieren atemorizar allí a los niños todavía les dicen “Que vienen los catalanes”.

En efecto: los soldados de la Gran Compañía Catalana, en su famosa Venganza Catalana, cortaban la lengua a todo griego que se negara a hablar catalán. Se ve que la obsesión por imponer este idioma no viene de ahora.

Tal terror sembraron, que aun hoy los catalanes suscitan reticencias para entrar en los templos y monasterios de esos países: si se descubre que los turistas nacieron en la tierra de la butifarra y la sardana, no les dejan entrar. Tanto es así, que hace unos años CIU tuvo que donar ¿de buen grado? 240.000 euros para restaurar el templo de Athos, en un intento de congratularse con aquellas gentes.

Ochenta años después de terminada la Guerra Civil, aun se escucha en Cataluña que esta región ayudó generosamente al Madrid sitiado por las tropas de Franco. ¡Pues claro que sí! ¡Como que era su principal trinchera! Cataluña, por tanto, no lo hizo de forma desinteresada, sino porque sabía sobradamente que la caída de Madrid, que sí se batió con convicción y llevó hasta las últimas consecuencias el “No pasarán”, significaba la caída de ella misma, esfumándose de esa manera sus aspiraciones secesionistas.

Curiosamente, cuando cayó Teruel y el Ejército de Franco alcanzó el Mediterráneo, la burguesía catalana acordó que aquel Ejército, aunque adversario, no causaría mayor daño a sus fábricas y talleres, como había ocurrido en Madrid, de modo que la toma de Cataluña fue un paseo militar, tácitamente convenido con las tropas de Franco. En esto sí que Cataluña fue muy racional, nada de dejarse llevar por la emotividad de combatir al enemigo.

El disparate de las autonomías, que ha convertido a un país mediano como el nuestro en 17 reinos de taifas, ha sido utilizado sin excepción por unos partidos y otros para mayor gloria de los respectivos gobernantes, que se sienten virreyes en sus territorios, feudos que pretenden mantener con todos los recursos que el poder pone en sus manos.

Con ese objetivo, perpetuarse en el trono, han colocado a sus afines en la Administración sin el más mínimo pudor, han aumentado innecesariamente las plantillas sin atender los criterios de igualdad, mérito y capacidad, y han creado un sinfín de cargos y carguillos “de confianza” –eufemismo de enchufado-; las flotas de coches oficiales se han disparado a niveles escandalosos, se han creado varios miles de empresas públicas innecesarias y ruinosas, para colocar a los demás amigos que ya no cabían en los edificios oficiales por falta de espacio físico, y el número de asesores se ha disparado : ¿para qué los necesitan si existe un cuerpo oficial de funcionarios?.

Conceden por criterios meramente ideológicos y de adoctrinamiento, cuantas subvenciones les convienen para sus propios fines, sin atender la realidad plural del país y, para no hacer interminable esta exposición de deslealtades, aparte del enriquecimiento desorbitado e irregular de muchos de esos gobernantes, han creado el llamado “Estado del Bienestar”, la nueva Beneficencia, que con la mayor de las mangas anchas, se dedica a repartir pagas, paguitas, subvenciones, ayudas, subsidios, ERES, RAI, y otras muchas mamandurrias a quien realmente no lo necesita, pero que interesa dar para asegurar los votos. Ha ocurrido, y continúa sucediendo, lo mismo que cuando los terratenientes compraban el voto de los braseros en la plaza del pueblo, pero llevado ahora a cabo con el dinero de los contribuyentes.

En Cataluña también tienen sus propios virreyes, que han seguido fielmente el guión general, incluso con más ahínco aún que en las demás regiones, pues para el secesionismo la necesidad de ganarse la voluntad del votante si cabe es todavía mayor, vayan a producirse fisuras, antes de alcanzar ese glorioso fin de convertirse en una nación pequeña. Y ya instalados en ella, reyes absolutos.

¿Seguimos los dictados de la emotividad o los del raciocinio? ¡Cuidado con la tergiversación de argumentos y la movilización de emociones ancestrales que hacen los líderes separatistas! Pues en el caso que nos ocupa, no hay duda de que unidos somos más fuertes, entre nosotros y para nosotros, y frente al mundo. Nuestro destino como españoles está unido desde hace 500 años, y así debemos continuar para ser cada vez mejores. Por el bien de Cataluña y el resto de ESPAÑA: ¡Ya está bien de emotividades en un asunto tan importante!

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