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Opinión: “Cuando Éramos Españoles…”

Ocho apellidos podemitas

¿Por qué tenemos ahora en España una concentración tan sobrecogedora de tontos? ¿Casualidad? ¿Mala suerte? O se trata de una conspiración…

martes 22 de marzo de 2016, 03:12h
Ocho apellidos podemitas

Por Laureano Benítez Grande-Caballero (*)

22MAR-16.- Y bien, ha llegado la hora de responder a la inquietante pregunta del millón, equiparable en su arcano al interrogante de «¿Dónde está Wally?» ―no confundir con «¿En qué trabaja Willy, “el Toledo”?»― o a la incógnita de quién mató a Kennedy: «¿Por qué en España hay tantos tontos?».

Ocho apellidos podemitas

Porque es un hecho ya registrado en el libro Guinness que, con el «Million dollars baby» de la coleta al frente, tenemos en la biosfera española una concentración mundial de estupidez jamás vista en la Historia.

Si estamos en el país de los tontos, ¿es por una simple cuestión de mala suerte, que responde a la maléfica «Ley de Murphy», la cual sostiene que «si algo puede salir mal, saldrá mal»? El tal Murphy era un ingeniero americano que trabajó experimentalmente para la Fuerza Aérea de los EEUU en la década de los 40 del pasado siglo, cuyo campo de investigación era probar la resistencia humana a las fuerzas G durante una desaceleración rápida. En el transcurso de una experimentación, los sensores se habían cableado al revés, dando una lectura de 0, ante lo cual Murphy culpó a su asistente, diciendo algo así como: «Si esa persona tiene una forma de cometer un error, lo hará». Lo cual equivale a decir que «si España puede tener un Pablo Heyglesias, lo tendrá».

Posteriormente, su hijo Robert precisó la formulación exacta del legendario enunciado de su padre: «Si hay más de una forma de hacer un trabajo y una de ellas culminará en desastre, alguien lo hará de esa manera». Y ya sabemos quién es ese alguien: Pablo Murphy.

Como vemos, es nuestro destino kármico, porque España no está actualmente en un «momento Murphy», donde se está probando la resistencia del pueblo español a las fuerzas T de los podemitas ―T de tonto, aunque también se podría hablar de fuerzas P, o sea― durante la desaceleración producida por la crisis desde hace unos años, aunque nuestro país no encaje del todo en la ley del pesimista ingeniero, ya que nuestros tontos no tienen solamente una manera de hacer mal las cosas para conducirnos al desastre, que entonces sí se podría achacar a un mal fario ―igual que si la tostada se nos cayera al suelo por el lado de la mantequilla, estando el otro lado sin untar―, puesto que los radikales ―apoyados logísticamente por los secesionistas― son expertísimos en el arte de cómo cometer disparates de todas las maneras posibles, con lo cual ya no se puede hablar de mala suerte: si untas la tostada con mantequilla por los dos lados, y se te mancha la moqueta, es estúpido clamar al destino o interrogarse por nuestra karma.

Pero, aparte de la tremenda abundancia de mentecatos en España, otra cosa que apabulla a lo Guinness es la grandiosa calidad de ellos, ya que hay tontos de muchas especies, estúpidos sumamente variados, majaderos de calañas muy variadas: hay tontos que te hacen relojes de cuco, tontos de pueblo, tontos del nabo… pero los tontos de España sublimados en los radikales e indepes son tontos de verdad, tontos de «lo juro por mi madre», tontos «Guinness», tontos y en botella… en una palabra, tontos de capirote. Tan es así, que dan ganas de ponerles un cucurucho en la cabeza y pasearlos por Europa, llevándolos por los salones versallescos al son del tamboril y la dulzaina, acompañándolos de alguna cabra bullanguera, un oso bailarín, o alguna mujer barbuda que tengamos a mano.

Porque hay que ser gilitontos para importar a un país como España una revolución bolivariana que ha sumido en el más absoluto marasmo a un país como era Venezuela; hay que ser gilimajaderos para alzar en puño en alto mientras se cantan monsergas leninistas, cuando el comunismo ha sido desguazado en almoneda, sangre y miseria; hay que ser necios para creer que se puede disparar hasta la bancarrota el gasto de un Estado en una época de crisis, enormemente deficitaria; hay que ser sumamente estúpidos para querer gobernar un país que quieren despedazar con el derecho de autodeterminación.

¿Han estado siempre con nosotros, o es un fenómeno reciente asociado al podemismo? Hay que tener en cuenta a este respecto que España es el país que más ha venerado la «sopaboba», la cual no es precisamente la poción mágica de aldeas irreductibles, plato venerado por pícaros y cantamañanas desde su más tierna historia ―hoy serían meapilas y perroflautas―, pero no me digan que no es una prueba de inteligencia vivir sin trabajar, llenar la buchaca sin dar un palo al agua, llevar una vida paniaguada y apesebrada como funcionario de la picaresca. Y del pícaro se pasa al corrupto, más bien que al tonto. O sea, que por aquí no van los tiros.

Entonces, ¿cómo explicar esta congregación mundial de estupidez en nuestras tierras? A las concentraciones en un mismo lugar y en un breve período de muchos personajes con una amplia panoplia de características y talentos comunes se las suele llamar «quintas», ―otro nombre es «generaciones»― las cuales, cuando suman muchas genialidades, son las que hacen avanzar la Historia. Por ejemplo, algunas quintas famosas fueron la de la Atenas clásica, la florentina del Renacimiento, la extraordinaria quinta de científicos de la Revolución Industrial, la parisina del impresionismo y expresionismo… ¿Hemos tenido quintas así nosotros? Pues alguna que otra. Por ejemplo, se da el caso curioso de que una quinta nuestra fue un tercio, el de Flandes, que nos hizo invencibles; otras fueron las de nuestro Siglo de Oro, o la Generación del 27…

Pero ahora estamos en las llamadas «quintas Murphy», a las que pertenecen la «quinta de laSexta», y la «quinta de Somosaguas», que en maligno contubernio representan las dos caras de la tostada untadas con mantequilla, y a las que la «quinta del Snchz» pone la mermelada, la cual ha aglutinado a la flor y nata de los cretinos podemitas, salidos de los tugurios leninistas y chavistas de la «Complotense». Su espeluznante estupidez, que les lleva de payasada en payasada, se debe a un hecho relevante: los miembros de esta quinta tienen nada menos que ocho apellidos podemitas, fruto de la coyunda genealógica entre leninistas y chavistas. Casi nada. Con esos genes, no hay que sorprenderse de que el ADN de los podemitas seauna perversa mutación de la estupidez.

¿Son cretinos, o, por el contrario, son tan listos que se han llevado al huerto a una parte importante del pueblo español haciéndose los tontos? ¿Nos han caído como una maldición bíblica de langostas o lluvia de ranas y sapos para que expiemos un karma sobrecogedor?

En mi opinión, no es casualidad, ni mal karma, que nos haya caído esta generación de memos. La prueba está en que son los medios de comunicación quienes los han traído hasta nuestros lares, pero no por accidente ―como si fueran «aliens» adheridos accidentalmente como polizones a naves espaciales y rayos catódicos―, sino formando parte de una ominosa conspiración que los plutócratas que dominan los mercados y los poderes mediáticos están ejecutando contra el pueblo español, para destruir de una vez nuestra Patria, dando una pistola bien cargada a «los tontos del pueblo» ―que nos apuntan mientras nosotros gritamos aquella frase genial de Arévalo: «buanaamíno»―, además de una mochila bien atiborrada de dinamita… Son tontos útiles al servicio del desguace de una vieja nación puesta de rodillas ante la «quinta del Nuevo Orden Mundial», que experimenta con nuestro noble pueblo por aquello de que nos la tenían jurada desde tiempos inmemoriales, desde aquella época en que éramos el brazo armado del catolicismo y los valores tradicionales frente al laicismo y la progresía destructora de las naciones que labora por el Gobierno Mundial. Inquina que se multiplicó después del 36, pues a ella se añadió la «quinta roja».

Somos cobayas, conejillos de Indias de esa funesta quinta plutocrática que domina el mundo, que experimenta con nosotros igual que ensayaron en nuestra Guerra Civil la posterior Guerra Mundial.

Total, somos presa fácil de la «giliquinta»: se prometen rentas garantizadas al país de la sopaboba; se lobotomiza por la tele a una población ignorante y aborregada; se destruyen los valores sociales de una colectividad que, desde el tradicionalismo, ha pasado a ser un referente mundial de contravalores vomitados por el giliprogrerío; se desgarra la bandera, se silba el himno de un país cainita y esperpéntico que vota a la gente que quiere acabar con su Patria; se multikulturaliza; se decreta la barra libre a la inmigración descontrolada; lleva al país a la bancarrota… y el resultado será que se nos quemará la tostada de Murphy.

Sí, para eso valen nuestros tontos, los tontos de Murphy incubados en Somosaguas: con ocho apellidos podemitas, con tanto pedigree, tienen tantas maneras de destruir nuestro país, que lo raro es que la tostada caiga de canto.

(*) Laureano Benítez Grande-Caballero es escritor y ha publicado 29 libros

http://laureanobenitez.com/laureano_benitez_grande_caballero.htm

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