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Opinión: “Desde Mi Despacho…”·

Fanática intolerancia

Por José Manuel López García (*)

sábado 18 de julio de 2015, 01:18h
Fanática intolerancia

Escribo sobre uno de los mayores problemas de seguridad que ha surgido hace un cierto tiempo, y que es el yihadismo. Es, a mi juicio, el resultado conclusivo de la intolerancia más extrema pensable.

Ciertamente, desde la perspectiva occidental parece un completo despropósito que se quiera imponer una forma de vida, radicalmente injusta, a la población, por parte del Estado Islámico o de Al Qaeda. Es verdad que la inmensa mayoría de la población musulmana es pacífica y tolerante, pero el radicalismo de los yihadistas se fundamenta en la intolerancia, ya que quiere imponer su interpretación de la enseñanza de Mahoma a todos los musulmanes. Es verdad que existen distintas interpretaciones del Islam como las propias de los sunies y chiitas, con sus particularidades, pero esto no supone que deba imperar la guerra santa como estrategia. No estamos en la Edad Media. Y, por tanto, no son aplicables a la realidad actual enfoques característicos de hace más de mil años, durante la expansión del imperio árabe o islámico que abarcó un territorio muy extenso.

Una de las cuestiones que suscita esta intolerancia explícita es, precisamente, la dificultad de superarla o vencerla con argumentos racionales. Si el yihadismo desprecia los argumentos, y se ciñe a un entendimiento erróneo y distorsionado del Corán, no hay posibilidades reales de cambiar las actitudes violentas por otras pacíficas, basadas en un diálogo constructivo que alcance puntos de acuerdo.

El fanatismo tiene su caldo de cultivo en la cerrazón mental, y en la ausencia de planteamientos críticos alternativos. Si a esto se une la financiación que ofrece la explotación de los yacimientos petrolíferos, el problema se agudiza, porque proporciona armas para su uso en la guerra santa.

Si en los países de Oriente Medio su hubiera impulsado una mayor infraestructura educativa y mejoras sociales efectivas respecto a toda la población, probablemente, el radicalismo yihadista no hubiera surgido con la fuerza que lo ha hecho. Ahora eso ya parece que no tiene solución. Si se hubiera dado más ayuda económica a estos países por parte de los estados occidentales más desarrollados, quizás, la situación no sería la misma.

La carencia de libertad que supone el yihadismo es algo que no puede ser tolerado, ya que se debe ser intolerante con la intolerancia. Si Occidente no se toma en serio a los yihadistas, las consecuencias pueden ser tremendas. Afortunadamente, la labor de las fuerzas de seguridad es muy efectiva, ya que si no fuera así, sin duda, habría habido más acciones terroristas. Si existe un control muy minucioso, las posibilidades de ataque se reducen, pero no son imposibles.

Y todo esto deriva, en realidad, de unos miles de fanáticos que al poseer armas dominan la situación en el Estado Islámico, y en alguna otra zona. Pueden imponer, impunemente, sus ideas fanáticas a toda la población por la fuerza. Revertir o cambiar este estado de cosas es tremendamente difícil, pero creo que es posible.

El endurecimiento de las medidas de seguridad parece apropiado para reducir el riesgo de actos de guerra contra los ciudadanos. La colaboración de las grandes potencias mundiales, y de los países europeos para que no se extienda el territorio del Estado Islámico por todo el Norte de África y alcance España es crucial sobre todo a medio plazo. Parece algo desproporcionado lo que acabo de decir, pero no es algo descartable del todo, aunque sea muy improbable. Porque el sentido de la Historia puede variar de maneras insospechadas, y pueden sucederse cadenas de acontecimientos que produzcan nuevos escenarios políticos y sociales.

A todo esto se añade la inestabilidad social de los países del Sur de Europa atenazados por una profunda crisis económica, y por una ausencia de propuestas realistas para salir, de verdad, del asfixiante nivel de paro existente, y de la precariedad del empleo.

La primavera árabe no parece que vaya a suceder en Europa, pero movimientos de protestas social, en cierto sentido parecidos, si están surgiendo como el 15M de hace unos años. Además es preciso tener en cuenta que millones de musulmanes viven en los estados europeos, algo que es entendible, y perfectamente legítimo y positivo. La cuestión de su integración plantea problemas, si bien son subsanables, con diálogo y comprensión. La islamofobia no tiene razón de ser, y es una muestra reprobable de intolerancia, ya que el yihadismo no representa el auténtico Islam. Al contrario, la cultura árabe, y de modo más amplio y general la mayor parte de las costumbres musulmanas son atractivas y dignas de respeto. Una aplicación excesivamente rigorista de las mismas, ya cae en la privación de libertad, y es algo, a mi juicio, inadecuado.

En cualquier caso, estimo que en caso de duda, acerca de algunas conductas relativas a no poder reconocer la identidad de una persona, debe predominar la interpretación legal de las normas de cada país, con un cierto grado de flexibilidad, juzgado por los jueces. La convivencia intercultural es un reflejo positivo de la multiculturalidad del planeta, y, por tanto, es algo perfectamente natural, y que enriquece los ciudadanos. Hace posible el intercambio de ideas y cosmovisiones que amplían el horizonte vital de todos.

(*)José Manuel López García es Doctor en Filosofía y Profesor

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