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CARTA DESDE ALEMANIA

Salchichas alemanas
Salchichas alemanas

El país de las salchichas

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
No sólo la prensa alemana denomina a su país como el país de las salchichas, ya que ciudades como Frankfurt o Munich se disputan la primacía de calidad de su producto, que alemanes y turistas consumen a diario por millones de unidades, así por ejemplo durante la famosa Fiesta de Octubre en la capital de Baviera, regadas de buena cerveza bávara. Sin embargo, a pesar de que desde hace algunos años los medios de comunicación informan cada vez más sobre las enfermedades que están sufriendo los animales de consumo –y como efecto de ello las personas mismas–, los amantes de la carne de cerdo, vaca, pollos, piezas de caza, pescado y muchos más, en todas sus variaciones culinarias, después de pasada la noticia, a los pocos días ya siguen consumiendo su alimento preferido como si ya sólo con haberse hablado de ello el riesgo de enfermar hubiese desaparecido.
Según estudios científicos alemanes, sólo un 1,6% de la población de este país se alimenta de forma vegetariana, lo que corresponde a 1,3 millones de personas de los casi 83 millones de habitantes de Alemania. Según estadísticas recientes, cada consumidor de carne comió el año pasado 39 kg de carne de cerdo, unos 11 kg de carne de pollo y 9 kg de carne de vaca. Esto significa que, incluidos además ancianos y bebés, cada persona consumió cada día 162 gramos de carne, pesada sin huesos. Una de las razones de que los alemanes coman tanta carne es que ésta simplemente es muy barata. En 1960, para comprar un kilo de chuletas de cerdo, en este país era preciso trabajar 2 horas y 37 minutos, lo que entretanto ha disminuido a sólo una media hora. Hace 50 años, un kilo de pollo asado correspondía al trabajo de 2 horas y 13 minutos, hoy sólo de 13 minutos. En un país amante de las estadísticas y estudios, abundan las conclusiones sobre el comportamiento de su población, en este caso el alimentario. Por ejemplo, como informó recientemente un semanario alemán, el catedrático en economía agraria de la Universidad de Göttingen, Achim Spiller, afirma que el “enorme consumo de carne es una característica de la clase social baja”, que por razones de dinero o de reducida cultura no es crítica con lo que come, aduciendo que en Alemania sólo un 0,5% de la carne de cerdo y pollos proviene de un engorde biológico. Esto tiene razones de índole económica, lo que no podría ser de otra manera en el país que posee la economía más fuerte de Europa, basada en un poderoso comercio en todo orden de cosas.

Hasta en la década de los años 60, se puede decir que las salchichas alemanas y otros productos de la carne podían merecer aún la fama que adquirieron en todo el mundo, ya que los granjeros mantenían una cría de ganado adecuada a cada especie animal, que además estaba orientada a ofrecer una buena calidad del producto al consumidor. Pero según un ex manager de la producción de carne, “en unos 40 años, algunas pocas empresas obligaron a convertir la cría de animales en una cría y producción masiva de animales hecha de una forma condenable éticamente, no higiénica y de suma crueldad con el trato de los animales, engañando a los consumidores a creer que se trataba y trata de un trabajo o producto ganadero de calidad”. Los métodos de industrialización de la agricultura y ganadería, que en base al sistema capitalista se iniciaron en los EE. UU., pasaron pronto a Europa, cuyo resultado fue que, por ejemplo en Alemania, surgieran enormes consorcios de la carne. Es curioso mencionar, aunque sea trágico por sus resultados, que durante un tiempo la multinacional británica BP –British Petroleum– se hizo cargo de gran parte del mercado mundial de la carne. Si antes contaminó la tierra, hoy hace lo mismo con el mar, la costa y la vida animal, como se está viviendo actualmente con el gigantesco derrame de petróleo en el Golfo de México.

Pero volviendo al país de las salchichas, la introducción del sistema de cría animal descrito antes condujo a una lucha despiadada por los precios. Esto tuvo como resultado que de las 141.000 empresas de cría de cerdos existentes en 1999, el año 2009, es decir, tan sólo 10 años más tarde, éstas se redujeron a 62.000. Así es como un 99% de la carne que se vende en Alemania procede de la llamada “crianza-turbo”, lo que también se puede ver de la siguiente manera: de 100 animales que se consumen, 99 de ellos no han vivido realmente, ya que nacieron y fueron criados vegetando en lugares inhumanos. Para que crezcan lo más rápidamente posible y puedan ser vendidos con ganancia, se les mantiene encerrados en lugares estrechísimos sin que vean la luz del día, se les atiborra de vitaminas y otros productos químicos y al final se les mata de la manera más cruel. Según establecen las “Disposiciones para la protección y crianza de animales” oficiales de Alemania, a un cerdo de 90 kilos le corresponde un espacio de 75 por 100 cm. en la llamada crianza convencional. A las gallinas les va peor, ya que desde hace poco se ha dispuesto oficialmente que en un metro cuadrado de corral se pueden criar 39 kilos de aves domésticas, con lo que a cada ave le corresponde un espacio de una media hoja de papel de carta del tamaño corriente, DIN A4 según la norma alemana. En base a este mismo sistema-turbo, los polluelos nacen después de unas 3 semanas y en otras cuatro aumentan en unas 30 veces su peso corporal, de 40 o 50 a 1500 gramos. Las voces que denuncian este crimen son acalladas por el desenfrenado consumo de las masas y por una prensa que obra por ignorancia, desinformación o propio interés. El premio Nóbel alemán e investigador del comportamiento, Konrad Lorenz, declaró en este sentido que “la crianza industrial de animales tipo cadena de fabricación es sin duda uno de los capítulos más oscuros y vergonzosos de la cultura humana”.

Pero en otros lugares del planeta no es mejor. Se calcula que más de 50 mil millones de animales son sacrificados cada año en todo el mundo. La existencia de ganado requiere un cuarto del territorio de todos los continentes. Según estudios recientes, la crianza de animales causa del 18 al 51% de todas las emisiones de gases de tipo invernadero, en todo caso mucho más que las emisiones mundiales de los escapes de vehículos de todo el mundo. Por otra parte, la producción de 1 kg de carne requiere 15.000 litros de agua, unas 80 bañeras llenas. Lo que se produce de estiércol y abonos semilíquidos contamina los suelos, los mares, lagos y ríos. Para obtener soja y maíz tratados genéticamente se talan bosques tropicales, que se convierten poco tiempo después en zonas desérticas, lo que obliga a las multinacionales a buscar nuevos bosques y selvas para este efecto. El desmedido consumo de carne conduce a la obesidad, y entretanto el número de personas con sobrepeso, unos mil millones, ha superado a la de las desnutridas, unos 800 millones, según establece un estudio de los Estados Unidos, al que muchos llaman “el país de los gordos”. De acuerdo con un estudio estadístico de la organización The State of Food and Agriculture, los países que más consumen carne (pesada con huesos) al año, medida en kilos por persona, son los siguientes:
EE. UU: 126,6 kg; Australia: 117,6 kg; España: 107,9 kg; Argentina: 88,6 kg; Alemania: 83,3 kg; Noruega: 65,7 kg; China: 59,5 kg; Rusia: 52,1 kg; Sudáfrica: 46,2 kg y Japón: 45,4 kg. El promedio mundial es de 41,2 kg por persona.

Visto así, si Alemania es el país de las salchichas, ¿qué título se le podría otorgar a los cuatro países que encabezan el ranking mundial de consumo de carne? El primero ya tiene el suyo. Aunque, un título obtenido a costa del sufrimiento de miles de millones de criaturas inocentes, de la destrucción paulatina del planeta y de millones de personas sobre o mal alimentadas y enfermas, por el uno o el otro motivo es más bien un acto suicida y vergonzoso que no merece elogio ni comprensión. En un librito con el título “El asesinato de los animales es la muerte de los hombres”, de unas 53 páginas, así como en otro de 153 páginas, “¡Los animales claman! ¡El profeta denuncia!”, se pueden obtener profundas indicaciones de orden ético y moral, que tal vez hagan reaccionar a tiempo a más de una persona que se preocupa realmente del legado mortal que con el desmedido consumo de carne se está dejando a las generaciones futuras, y quiere realizar para ello el acto más sencillo que se pueda imaginar: reducir simplemente el consumo de carne, para dejarlo totalmente algún día. Estos dos libritos se pueden pedir gratis a www.editorial-la-palabra.com, bajo “gratuitos”. Merece la pena leerlos.
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