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Opinión

Morir con las botas puestas

(*) German Ubillos Orsolich

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Morir con las botas puestas

Tengo un amigo buenísimo, un santo, que tiene dos pasiones, viajar y escribir, es por lo tanto colega mío, como es mucho más mayor que yo me cuenta cosas de la Guerra Civil, sucesos que él mismo vio con sus ojos saltones y bondadosos, a sus ochenta y cinco años sigue viajando y aunque ya no se vaya a Nepal, a la India, a Brasil o a Argentina ahora se va a Benidorm con el “Inserso”.

El otro día, un día de marzo, me dijo que al volver al hotel, un rascacielos en el Rincón de Loix, comenzó a inclinarse progresivamente así, más y más, como la Torre de Pisa, hasta que su hermana que también viaja con él, llamó a una ambulancia medicalizada y le llevaron a un hospital donde le ingresaron. Después de hacerle pruebas y más pruebas comprobaron que tenía varios microinfartos cerebrales, varios “ictus”, vamos que se podía haber quedado allí paralítico o sin habla o sin poder ver. Una de las cosas que les ocurre a los seres humanos con el paso del tiempo es que el cerebro nunca envejece, la mente generalmente y más aún entre los intelectuales siempre es joven sin embargo el cuerpo va envejeciendo y ese desfase en los últimos años de la vida puede llegar a transformarse en una tragedia. Mi amigo sigue viajando sin parar pero lo que quizá quiere olvidar es que la muerte se le viene encima en el momento más inesperado y que un “ictus” o “varios ictus” es una advertencia seria a lo que él puede contestarme que qué cosa hay más maravillosa que “morir con las botas puestas” esto es frente al mar y anocheciendo en el paseo marítimo de Benidorm. Como otro amigo muy querido de mis padres, Luis Gallardo, que murió nada más llegar a su hotel, también en Benidorm y en verano y al asomarse al balcón de su alcoba que daba a la playa. ¡Oh, qué generación tan fantástica aquella¡

El enfrentamiento con la vejez tiene esos desafíos, saber o tomar conciencia de que en cualquier momento podemos morir, por supuesto que esto también puede ocurrir a cualquier edad de la vida, pero es entonces, en la ancianidad, cuando se hace más patente, pero es también ahí cuando nos llega el reto y es que es preciso “conservar la ilusión” hasta el final, para un escritor la ilusión es escribir, para un amante de los “periplos”, viajar, para un actor actuar en el escenario, siempre he oído a mis amigos los actores decir que su sueño dorado era morir en el escenario…. imagino que al final de la representación, claro, si no para los espectadores podría llegar a ser una impresión demasiado violenta. Para mi amigo, viajero impenitente -como he dicho- “morir con las botas puestas”, viajando.   A aquél amigo de mis padres, Luis Gallardo, le encantaba Benidorm, Teresita, su mujer, bajita, rubia y de voz chillona,  solía exclamar, “¡la playa¡ ¡Benidorm¡ “¡la playa ….!”. En aquel entonces, los años sesenta y setenta del siglo pasado, aún hacía una ilusión enorme ver el mar sobre todo a aquella generación irrepetible de la guerra civil que habían pasado tantas penalidades y privaciones, a Luis y a Teresita les encantaba el mar, entonces y antes aún íbamos a hoteles como el “Brisas”, “La Mayora” o “El Bilbaíno”, Luis en camiseta, pantalones largos y tirantes fumaba con delectación los cigarros que se liaba él mismo con papel “Bambú”, tenía insomnio y se levantaba muy temprano, a veces le veía con mi padre así, en camiseta y tirantes, mirando al mar al amanecer y fumando, Luis Gallardo bailaba el charlestón magníficamente, sus zapatos brillantes se deslizaban en Madrid sobre el piso encerado de nuestra casa de Alberto Aguilera, volaba, al final en una demostración suicida para su edad hacía el baile de los cosacos rusos en cuclillas y con los brazos cruzados, terminaba extenuado parecía que le iba a dar algo y nosotros aplaudíamos, era muy alto y delgado como Fred Astaire y nadie supo jamás donde había aprendido a bailar pues su mujer no tenía ni idea, era tío de “mi maestra” Pepi pero se llevaba muy mal con ella y no  sé por qué, Luis Gallardo estaba algo loco creo yo pero era genial igual que mi maestra Pepi, solo que Pepi era muy equilibrada, quizá se llevaran mal porque los dos eran geniales, en mi generación no he conocido jamás dos personas como ellos, creo que mi generación es amorfa, generalmente son currantes y algo tontos, no hay originalidad ni genialidad. Luis Gallardo se quedó muerto en la terraza de su hotel a los pocos minutos de llegar a Benidorm, su hijo único, Luis Emilio, médico y hematólogo e íntimo amigo mío, viajó durante toda la noche desde Madrid cuando le dieron la noticia por teléfono, al llegar al hotel y entrar en la habitación cayó de bruces desmayado y se dio un golpe tremendo, sonó como una bomba, toda la familia era así de genial, ahora han desaparecido todos incluso Luis Emilio y me siento nostálgico sin ellos, la vida ha perdido el color y el sabor de aquella generación irrepetible .

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos.

Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

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