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CARTA DESDE ALEMANIA

Fechorías bajo el amparo de una fe dudosa

¡Abusos de Niños! (II)

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
En los últimos días el escándalo causado por los sacerdotes pedófilos, de lo que fue objeto el último artículo, sigue ocupando los titulares de los medios de comunicación alemanes, sobre todo porque no pasa un día sin que otro afectado no dé a conocer que también él fue víctima del acoso y abuso sexual de sus maestros y cuidadores en escuelas e instituciones católicas y protestantes de Alemania.
La televisión muestra también reportajes de crímenes semejantes cometidos en otros países, y por lo visto estas transgresiones contra una moral cristiana que los mismos teólogos predican y hasta ahora decían defender, se han convertido entretanto en una ola a nivel mundial que está haciendo temblar los cimientos del Vaticano, como comentaba un periódico alemán. La responsabilidad por tales hechos, que ahora están saliendo a la luz en toda su bajeza, ya no se la puede quitar nadie a una institución que hasta hoy ha asegurado, más bien se ha arrogado, tener la primacía en cuestiones morales, defendiendo su auto designado papel de ser aquella “sin la cual no es posible la salvación”. En estos momentos resulta casi grotesco tener que pensar, que los hechos están demostrando, que los que en realidad necesitan salvación y protección de tales atentados por parte de miembros de la Iglesia, son los miles de niños en todo el mundo, que después como adultos siguen sufriendo terribles consecuencias psíquicas a causa de los desmanes de sacerdotes a los que les fueron confiados de buena fe por sus padres.

Para ilustrar la exigencia que una institución impone no sólo a sus fieles sino a todo el ámbito occidental que dice ser cristiano, valgan algunas pocas citas extraídas del libro de los teólogos católicos alemanes Neuner y Roos titulado La fe de la Iglesia en los documentos de la promulgación de la enseñanza, editado en alemán, pero curiosamente difícil de encontrar traducido a otros idiomas. Los números citados corresponden a la nomenclatura del libro.
N.° 85: «Quien no acepte la tradición de la Iglesia en su totalidad, la escrita y la no escrita, que sea excluido». (Nota: “excluido” significa aquí “excomulgado” o “condenado”).
N.° 234: «De acuerdo con la fe hay que constatar que, fuera de la Iglesia apostólica romana, nadie puede obtener la salvación. Ella constituye la única arca de la salvación, y todo aquel que no ingrese en ella tendrá que perecer bajo las aguas».
N.° 381: «La santa Iglesia de Roma (…) cree firmemente, declara y proclama que “nadie fuera de la Iglesia católica, ni pagano”, ni judío, ni no creyente o una persona que se ha apartado de la unidad (Nota: con esto se hace sin duda alusión a los protestantes), puede participar de la vida eterna, sino que caerá en el fuego eterno, que está preparado para el demonio y sus ángeles, si antes de morir no se adhiere a ella (la Iglesia)».
N.° 382: «La Iglesia, debido a su fundación de origen divino, tiene la obligación de preservar con el mayor cuidado el bien de la fe divina sin merma y en su totalidad, y vigilar constantemente con gran celo la salvación de las almas. Por eso, con extremo cuidado ha de quitar y extirpar todo lo que está en contra de la fe o lo que pudiese perjudicar de algún modo la salvación de las almas». «Por consiguiente, a la Iglesia, con motivo del poder absoluto que le ha sido transmitido por el fundador divino, le corresponde no sólo el derecho sino también la obligación de no tolerar cualquiera de las enseñanzas equivocadas, y sobre todo de prohibirlas y condenarlas, si lo exige la integridad de la fe y la salvación de las almas».
N.° 417: «Por eso no pueden obtener la salvación aquellas personas que conocen la Iglesia católica y saben que es imprescindible para obtener la salvación, así como lo estableció Dios a través de Cristo, y en cambio no ingresan a ella, o no quieren permanecer en su seno».
N.° 430: «Someterse al Papa de Roma es absolutamente necesario para la salvación de todo persona. Esto lo declaramos, afirmamos, determinamos y proclamamos Nosotros».
N.° 434: «Nosotros determinamos que la Santa Sede apostólica y el obispo de Roma tienen la primacía sobre todo el orbe».

Éstas son sólo algunas de las declaraciones dogmáticas, esto es, obligatorias de creer y seguir para todo adepto a la Iglesia, que cimentan la posición de autoridad moral que ha tenido esta institución hasta nuestros días. En vista de tales disposiciones eclesiales de ser la autoridad absoluta en todo lo relacionado con la vida humana, ahora sin embargo hay que dudar de si los miembros administrativos de la Iglesia, esto es, los teólogos que están catalogados con tan diversos títulos, como p. ej. curas, clérigos, prelados, monjes, frailes, abates, presbíteros, capellanes, párrocos, canónigos, archidiáconos, vicarios, doctores, obispos, arzobispos, cardenales, monseñores, hasta las esferas vaticanas más altas, incluyendo tal vez a sacristanes y al clero secular, estén exentos de pecado, cuando como en el caso de los niños vejados, cometen tales atropellos contra la vida. En este país, cuya parte de la población afiliada a una religión se reparte casi por partes iguales entre católicos y protestantes, mucha gente empieza a preguntarse si el desvelar ahora este capítulo de abuso de menores es el único “pecado” de estas dos grandes instituciones cristianas, la Iglesia católica y la Iglesia luterana protestante. A esto se suma el que entretanto se sepa que ambas reciben al año unos 14 mil millones de euros de parte del Estado alemán para financiar instalaciones de servicios, clases de religión, capellanes castrenses, estudios de teología, sueldos de sacerdotes y obispos y muchas cosas más. Y por otra parte se sabe que la fortuna de la Iglesia en templos, terrenos, bosques, acciones bursátiles, empresas multinacionales, etc., es cuantiosa. Por eso muchas personas se cuestionan si esto es correcto y tolerable en vista de la crisis económica y de la deuda estatal, que este año alcanzará en Alemania una cifra astronómica.

Mas incomprensible resultan todas estas prebendas de la Iglesia si se considera que están basadas en un concordato que la Iglesia firmó nada menos que con el católico más nefasto de la historia alemana, Adolfo Hitler, en el año 1933. No obstante, y para no pecar de injusto con la crítica sólo de una Iglesia y así “equiparar” en parte los desmanes eclesiales en el curso de la historia, es preciso mencionar que también el fundador de la Iglesia protestante, Martín Lutero, si bien empezó con razón su protesta contra la desvergonzada venta de indulgencias de su Iglesia en el siglo XV –él pertenecía a una orden católica–, al poco tiempo llamó a los nobles que lo apoyaban contra la hegemonía papal a asesinar a campesinos y judíos, exhortándolos, por ejemplo en su libro «De los judíos y sus mentiras», con palabras como las siguientes: «(...) que se destrocen así sus casas y viviendas, y en su lugar pueden habitar bajo un techo o en establos. Habría que prender fuego a las sinagogas y a sus escuelas, en honor al Señor y a la cristiandad, para que Dios vea que somos cristianos». O bien exigiendo «que entre nosotros se les prohíba adorar públicamente a Dios, darle gracias, rezar, enseñar, bajo peligro de perder su cuerpo y su vida». Luego siguió diciendo: «debería quitárseles todo su dinero y privarles de la libertad de circular por la calle». Y su frase: «Que vosotros y todos nosotros seamos liberados de la carga demoníaca de los judíos», ayudó siglos más tarde a justificar su cruel exterminio por parte de los nazis. La historia relata que pocos días antes de su muerte, Lutero se quejó de que a pesar de sus exhortaciones nadie había hecho nada en contra de los judíos, aunque en esto por el momento se equivocó, ya que algunos siglos más tarde Hitler declaró en su libro «Mein Kampf» (Mi lucha): «Yo sólo hago lo que la Iglesia está haciendo desde hace 1500 años, pero evidentemente de manera más radical», refiriéndose naturalmente al holocausto, que costó la vida a uso 6 millones de judíos. A quien le interese documentarse más sobre este tema, en la página de Internet www.editorialvidauniversal.com, se pueden obtener más informaciones, por ejemplo en los 3 libros de la serie “¿Quién está sentado en la silla de san Pedro?”.

Volviendo al tema de las víctimas actuales de la Iglesia, los niños, la prensa alemana supone que de los 12 mil casos por año de abuso de menores que registran las estadísticas de la policía de este país, la participación de los sacerdotes es (todavía) relativamente modesta. Sin embargo la pregunta que se plantea es si estos varones que han estudiado a Dios durante varios años, obteniendo una formación académica financiada por el Estado, adquiriendo con ello ante el pueblo autoridad moral y respeto, y en base a ello han asumido la tarea de prestar asistencia espiritual a su prójimo en sentido cristiano, en vista de los atentados de muchos de ellos contra la salud física y psíquica de menores de edad, pueden seguir siendo merecedores de confianza por parte de los padres de miles de niños en los numerosos colegios religiosos alemanes. En todo caso, cuando el jesuita Friedhelm Mennekes, fue entrevistado por el periódico Frankfurter Rundschau, dijo sin más: “no confíe usted en ningún cura”.

Entretanto, y debido a que el problema no se ha presentado sólo en este país, la pregunta se la están formulando posiblemente padres y madres en todo el mundo. Tal vez en esta disyuntiva les ayude a decidir si quieren o no seguir enviando a sus hijos a colegios de estas religiones, la declaración del jesuita y ex director del departamento de alemán de Radio Vaticano, Eberhard von Gemmingen, quien en una entrevista con el periódico Heilbronner Stimme dijo recientemente: “Con los judíos todo empezó así, que tal vez se cometió injusticia con uno que otro de ellos. Pero después lo malo fue que se quiso juzgar y exterminarlos a todos. No se puede partir de crímenes individuales y condenar a todo un grupo”. El que después fuera obligado por sus superiores a retirar esta declaración, como informa en una de sus últimas ediciones el prestigioso semanario alemán Stern, no elimina la sospecha de que en base a un esquema de pensamiento suficientemente conocido en esta institución, se quiera convertir de nuevo a autores de los crímenes en víctimas.

En todo caso, y aunque esto no tranquilice a nadie, las últimas noticias sobre lo que comenzó a salir a la luz en Berlín, dicen que ya son más de un centenar los ex alumnos que se han dado a conocer como víctimas de acoso y abuso sexual por parte de sacerdotes en toda Alemania. También se han manifestado ex alumnas, así como padres que dicen que sus hijos, que fueran víctimas de tales atropellos, se suicidaron por no haber podido soportar la ignominia que los religiosos cometieron contra ellos. Un amigo alemán de muchos años, a raíz de estos hechos me preguntó hace unos días: “¿Cometen sacerdotes en el mundo de habla española crímenes semejantes? En la escuela aprendemos sobre sus atropellos cometidos durante la época de los descubrimientos y de la conquista a partir del siglo XV –¿Y ahora qué?”.
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