www.euromundoglobal.com

Sexo y amor en la red: una "caza" con riesgos

Sexo y amor en la red: una 'caza' con riesgos

Internet es el tercer recurso para buscar pareja después de las opciones "ligar en un bar" y "conocidos comunes". ...

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Citas rápidas, grupos en las redes sociales, chats... Internet cuenta con muchas herramientas para conocer gente, ligar o engañar a la pareja. Pero hay que andarse con cuidado: igual que en la vida real, no todo es lo que parece.

Entramos en uno de los grupos de “Sexo en Madrid” creado en Facebook. Ninguna de las más de 200 personas a las que “les gusta” o se agregan a esta comunidad se anda con rodeos y los reclamos llueven. Primer mensaje de Felipe, un español de 36 años que no duda en revelar su estado civil: casado. “Busco emoción, complicidad, muy buen sexo, diversión y mucha discreción porque tengo pareja y a ella no le gusta la infidelidad. ¿Vives sola?”.
En el intercambio de mensajes, afirma que ha quedado con varias mujeres con este método y que siempre se cita en hoteles, a menos que ellas pongan la casa. Al día siguiente, hay otro mensaje suyo: “Tengo ganas de conocer a esta perfecta extraña y, sin necesidad de que hablemos mucho, comenzar a besarnos... Estoy seguro de que química ya hay y lo pasaremos genial”. En estos grupos, casi nadie pone su imagen en la foto de perfil. Suelen colocar la de algún atractivo famoso. Otro mensaje: “Hola, somos tres amigos de Madrid. Nos divertimos y queremos explorar nuevos territorios. ¿Te apuntas?”.
Citas exprés
Jueves, 20:15 h. Un local del madrileño barrio de Chueca abre sus puertas para recibir a 16 hombres y 15 mujeres, todos desconocidos entre sí. Tonos rosas y rojizos y una luz tenue caracterizan el ambiente de este escenario. Huele a exceso de perfumes. Sobre las mesas hay carteles con los números del 1 al 15. Cada uno toma su bebida mientras cruzan miradas, directas o de reojo. Todos están aquí por la misma razón: entablar conversación durante cinco minutos con alguien del género opuesto para ver qué nace de esa primera impresión. ¿Amor, amistad, sexo o plantón? Ninguno se atreve a saludar para respetar el rito de la cita rápida –o “speed dating”–, por el que han pagado 22 € sin derecho a consumición.
A las 20:30, una de las organizadoras de la empresa que prepara el evento, Dateclub, pide a las mujeres que tomen asiento, colocándoles unas pegatinas con números en una zona visible del cuerpo. La silla que han elegido será el trono desde donde, cada 300 segundos, tras el sonido de una campanilla, un nuevo pretendiente intentará conquistarla.
La ocupante de la mesa número 15 se acicala el pelo para causar buena impresión. Llega el número 1: Javier, un ingeniero de 40 años. Dos besos de presentación, fundamentales para la primera toma de contacto e intercambio de fragancias (o feromonas, según se mire). Su aspecto físico no es llamativo. Tras un tímido cruce de sonrisas, irrumpen las dos primeras preguntas para romper el hielo, que luego se repetirán a lo largo de la velada entre los cortejadores de ambos sexos: “¿Qué haces aquí? ¿Es tu primera vez?”. Cuando la breve cita termina, es el momento de tomar apuntes en la cartulina, junto al nombre del pretendiente en cuestión, si es que se recuerda, o su número, si no es el caso. Sobre Javier solo queda esta descripción: “Gallego. Ingeniero industrial”.
Comienza el movimiento de candidatos 
Pasan el “taxista con poca conversación”, el “búlgaro de ojos azules y cachas”, el “ingeniero pijo de Granada”, el “guardia civil con mirada peligrosa”, el “estrábico y pirado”... Entre los hombres, dos llaman especialmente la atención de las chicas, por distintas razones: Gabriel, un italiano encantador, y Julio, que aprovecha los cinco minutos de estos encuentros para preguntar a cada una de las asistentes: “¿Qué tal se te da planchar? ¿Y la cocina?”.
Después del evento, todos regresan a casa. Si les interesa conocer algo más a alguno de los pretendientes, solo tienen que hacer clic en su perfil en la página web de Dateclub. Si el interés es mutuo, podrán acceder a sus datos. Y de ahí... lo que surja. Eso sí, los que han repetido experiencia reconocen que nunca han conseguido relaciones estables a través de este procedimiento.
Entre mentiras
Amelie. Así se hace llamar en la Red para conocer hombres. Solo ha acudido una vez a una cita de “speed dating”, pero es avezada en buscar el amor a través del ciberespacio. Hace tres años se inscribió en Meetic, una plataforma digital para encontrar pareja que cuesta 35 € al mes. En esta página, los usuarios chatean hasta pasar a una primera cita. Se pueden tardar meses en dar este paso. Ella llegó a tener seis encuentros. “Te llevas muchas sorpresas. Uno de los hombres con los que quedé no tenía nada que ver en persona con lo que parecía en el chat. Mienten con los estudios y el físico. ¡Y la foto que cuelgan es de hace 20 años! Casi siempre ves a un tío con un yate o un cochazo detrás. Claro, cuando llegas al lugar de la cita te caes para atrás”, cuenta entre risas.
Su primera experiencia la llevó a establecer un protocolo para futuras ocasiones: “Ya no quedo a comer o cenar con ellos. Si no conectas, tienes que aguantarle durante mucho rato. Lo mejor es un aperitivo. Si surge, bien; y si no, acaba rápido”. Amelie considera que las mujeres son más “legales” en este tipo de páginas. “Yo nunca he mentido. Al contrario. Como no quiero decepcionar, soy más humilde. De hecho, en las fotos que colgaba no estaba despampanante. Así luego me veían y decían que no estaba tan mal”, asegura.
Amelie es divorciada y tiene dos hijos de 21 y 14 años. Fue su hija la que le convenció para que probara suerte en estos lares. Así lo hizo. Su primer “flechazo”, un pretendiente “esmirriado y poco agraciado”, se presentó en un aparcamiento gritando, ramo de flores en mano: “¡Pero qué guapa eres!”. El segundo también fue un desastre. “Solo hablaba él. Me dio mal rollo. Sus temas de conversación eran el terrorismo y los malos tratos”. ¿Y el tercero? “Muy majo y correcto. Quizás demasiado. Tampoco hubo “feeling”. Decía que tenía la ropa colocada por colores en los armarios y ordenaba todo para comer”. Con el cuarto ha mantenido una relación de varios meses. “Cuando le vi, no me atrajo físicamente. Era gordito y tenía cara chistosa. Sin embargo me cautivó su simpatía. Con el tiempo, me he dado cuenta de que no se puede convivir con él, pero tiene cosas que me gustan como para que sea mi amigo: es cariñoso, divertido y aventurero. Lo que le falla es la falta de higiene”.
Continuó con dos citas más. Uno era un militar “bastante borrachín”, que acabó siendo expulsado de la web: “Insultaba a mujeres que habían quedado con él”. El último fue un chico más joven que ella. “Me hablaba de tener hijos, planeaba una vida juntos desde la primera cita”. Así que, Amelie huyó. Y, desencantada, lleva ya algún tiempo sin utilizar estas herramientas. Prefiere el contacto personal, aunque su trabajo y la familia le consumen demasiado tiempo como para poder conocer a gente nueva.
Peligro en la red
En enero, Mary Kay Beckman, de 50 años, demandó a un portal de citas después de que uno de los contactos con los que mantuvo una relación durante dos años tratara de matarla clavándole varias veces un cuchillo en la cabeza. La agresión se produjo meses después de que Beckman decidiera cortar con Ridley, de 52 años. Él la esperó en el garaje de su hogar y la apuñaló hasta considerarla muerta. Pero Mary Kay sobrevivió. El agresor se suicidó tras confesar que había matado a otra mujer que había conocido en el mismo portal.
Sin embargo, para Esteban Cañamares Medrano, psicólogo clínico y sexólogo, los peligros del ciberespacio son idénticos a los de la vida real. ¿Y las webs de contactos exclusivamente sexuales? Según él, tampoco implican más riesgos para la seguridad, las enfermedades de transmisión sexual (ETS) y el engaño. “Salvo la facilidad del contacto, no cambia nada. Todo responde a la necesidad humana. Es tan real como lo que se encuentra en una discoteca, en un centro de trabajo o en las fiestas de un pueblo”.
Alberto Bermejo, psicólogo clínico en el gabinete Eidos (www.psicologos.eu), opina igual, aunque apunta otro riesgo. “El ligón virtual no suele sincerarse. Tenemos tendencia a presentar una imagen positiva a través de la Red. Y ahí hay una mayor facilidad para presentar esta versión ideal de nosotros mismos, aunque a veces no seamos conscientes de ello”. El problema, según Bermejo, llega después: “Engañamos a nuestro ligue y nos engañamos a nosotros mismos. Al descubrir la verdad, sobreviene la desilusión. No somos de piedra. Las personas se enamoran de un personaje virtual y representa una gran decepción encontrarnos con una persona que no se parece a quien conocimos en internet”.
Virtualmente infieles
En los últimos años, también han proliferado las plataformas digitales para personas con pareja que quieren cometer una infidelidad. Ashley Madison, Second Love, Casual Club... cuentan con millones de usuarios, aunque difícilmente se puede demostrar que todos ellos están realmente casados.
Alberto Bermejo cuenta un caso que llegó a su consulta: una mujer que fue tratada con éxito en el gabinete por problemas relacionados con la ansiedad. “Después de algunos años me visitó para contarme que estaba en contacto por internet con un caballero con quien se lo pasaba muy bien, incluyendo sexo virtual. Decidió no encontrarse con él porque estaba casada. Disminuyó su interés sexual por su marido, ya que prefería seguir “jugando” –como ella lo expresaba– con el hombre de la Red. Pensaba que estas actividades no constitiuían, técnicamente, una infidelidad.
Unos años más tarde volví a verla. Mantenía su matrimonio y se veía a escondidas con el otro, también casado, y de quien se enamoró. Él nunca se entregó a ella completamente; solo quería una amante. Ambos mantenían sus respectivas familias. Sin embargo, la paciente sufría ostensiblemente y regresaron sus problemas de ansiedad”.
Cristina Cuenca, psicóloga social especializada en las relaciones a través del ciberespacio, explica, basándose en la obra del sociólogo polaco Zygmunt Bauman “Amor líquido”, que la influencia de las nuevas tecnologías nos ha acostumbrado a relacionarnos por internet. “Es fácil y permite cortar rápido. Las relaciones de este modo son indoloras. Implica trabajar menos en la otra persona. Se invierte menos tiempo. Este cambio tiene que ver con el estilo de vida que llevamos”, añade. La experta detalla que los riesgos son mínimos y las ventajas, mayores. “Quizá, nos hemos vuelto cómodos y muy exigentes. Cada vez nos da más miedo la otra persona”, concluye.
“Eros no ha desaparecido –escribe el pensador Zygmunt Bauman-, lo hallarás en cualquier parte, pero en ninguna se quedará mucho tiempo”. ¿Y la razón? Según Bauman, el motivo de esa indefinición es que queremos estar “sueltos”, pero también “conectados”, por lo que al final la dificultad para definir las relaciones viene aparejada con el temor (o la falta de voluntad) para establecerlas. “Si uno sabe que su pareja puede decidir acabar con la relación en cualquier momento, invertir sentimientos profundos en una relación y jurar fidelidad implica un enorme riesgo, el de la dependencia, y el miedo no es suelo fértil para que arraigue la confianza”.
¿Historias de usar y tirar?
Muchos se preguntan si puede ser fructífera una relación que nace en las redes. Bermejo apunta a que no. “Son solo un proyecto. Han de probarse fuera del marco virtual para probar su solidez. Internet es un instrumento formidable para que las personas se conozcan y se comuniquen entre sí, incluso para buscar una mayor intimidad, pero es muy importante que enseguida establezcan una relación real”. Este profesional no aconseja las ciber-relaciones a distancia: “Si de verdad se enamoran, sufrirán porque no les va a resultar fácil encontrarse. Si no, uno tendrá que abandonar su vida y apostar por un proyecto incierto. Y eso, psicológicamente, puede ser peligroso”, argumenta Cristina Cuenca.
Ninguno de estos profesionales habla de perfiles claros en la caza del amor –o lo que surja– en la Red. Esteban Cañamares Medrano tiene claro cuál es el problema de las parejas del siglo XXI y lo que internet tiene que ver en ello: “La inconstancia. Antes conocíamos a una persona y seguíamos con ella hasta la muerte; pero hoy cambiamos mucho de ideas y de forma de pensar. Lo que nos valía cuando teníamos 20 años ya no nos sirve a los 40. A esa edad se vive el momento en que se vuelve a hacer balance de la vida. Queda la otra mitad. Llegado ese punto, internet también amplía las posibilidades”. 

Fuente: Mujerhoy.com - Tatiana G. Rivas

 

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (19)    No(0)

+
0 comentarios
Portada | Hemeroteca | Índice temático | Sitemap News | Búsquedas | [ RSS - XML ] | Política de privacidad y cookies | Aviso Legal
EURO MUNDO GLOBAL
C/ Piedras Vivas, 1 Bajo, 28692.Villafranca del Castillo, Madrid - España :: Tlf. 91 815 46 69 Contacto
EMGCibeles.net, Soluciones Web, Gestor de Contenidos, Especializados en medios de comunicación.EditMaker 7.8