El tiempo de Dios

"El tiempo de Dios es perfecto, y el tiempo de Dios ya llegará", ha dicho el candidato Capriles al reconocer su derrota en las elecciones venezolanas. Ayer decía yo que ambas opciones eran malas, y ha ganado la menos mala, por muchas razones, que ya ayer apuntaba alguna, pero indudablemente esta frase me lo reconfirma.
Asimilar el tiempo de Dios a la derrota de un determinado candidato político a cambio de otro es una aberración vista desde la fe, y me imagino que también vista desde cualquier otro punto de vista. Me centro en el primero que me importa más en este momento.
El tiempo de Dios es aquel donde la justicia de su reino será la que triunfe, y eso pasa exclusivamente por el regreso de Cristo. Lo que equivale a decir que Capriles asimila la llegada de un político (de la derecha, económica, neoliberal) que venza a Chavez en las urnas. Demuestra con ello o bien un mesianismo desmesurado, o que cree que el Reino de Dios es compatible con la práctica de la explotación económica.
Cualquiera de ellos traerá algún tipo de mal, y de momento, mientras las personas no cambien una por una, habrá que seguir aceptando este mal menor, que reduce la pobreza y potencia las experiencias comunales de desarrollo, es solidario con otros países en salud y educación, a pesar de mantener prácticas nepotistas y poco democráticas, y desde luego nada socialistas.