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CARTA DESDE ALEMANIA

La codicia: un ídolo de muchos

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Cuando uno se pone a la búsqueda de la raíz de los males que aquejan actualmente a la humanidad, una mirada al diccionario puede ser una ayuda muy interesante y explicativa. Por ejemplo, al leer con más detalle lo que contiene la palabra codicia, se lee que se trata de un “deseo exagerado de poseer o de tener mucho, de dinero o de otras cosas”, que también es “afán, ambición, anhelo, ansia, aspiración, avaricia, deseo, egoísmo, interés”, incluso un “deseo violento de algo”. También un “afán excesivo de poseer y de adquirir riquezas para atesorarlas”.
Sea como sea, la palabrita ni promete nada bueno ni menos ha traído algo positivo a la humanidad, aunque a decir verdad ha sido uno de los móviles más frecuentes que ha impulsado a actuar a gobernantes, políticos, hombres de negocios, a personajes y a personas –grandes o pequeñas–, e incluso a algunos representantes de la religión, como nos cuenta la historia. Resumiendo los términos citados al comienzo, se podría decir que el común denominador de todos es la palabra “ego”, una palabra que viene del latín y equivale a “yo”, y que en el lenguaje corriente significa soberbia o amor propio excesivo.

Cuando en la prensa alemana de los últimos días, a raíz de la crisis mundial del mundo de las finanzas, se están leyendo títulos como “El regreso de la codicia”, “El casino de las finanzas ha vuelto a abrir sus puertas”, “Los bonos: una recompensa al fracaso” y muchos más, resulta interesante ver qué se esconde detrás de ello. La crisis tuvo su origen en los EE. UU., en que un sistema financiero más libertino que libre permitió que en los bancos y otros institutos del mundo financiero sus manager hicieran uso ilimitado de la codicia. Se sabe que el mundo estuvo al borde de una catástrofe financiera sin parangón en la historia de la humanidad, y que sólo la intervención estatal detuvo, sobre todo en los países más ricos, la quiebra económica de bancos y empresas privadas y públicas. Después de esto se podría pensar que los jefes de la banca mundial no sólo deberían estar agradecidos de la ayuda de los gobiernos, sino que seguramente se habrán prometido frenar su gula monetaria. La realidad demuestra lo contrario. Para muestra, no sólo un botón.

Las noticias actuales en este país informan que el presidente del banco más poderoso de Alemania, el Deutsche Bank, aún en tiempos de crisis exige de su banco un rédito de 25%, lo que sin duda va en beneficio de sus accionistas, ¿pero a costa de qué y de quién? El director jefe del banco Nordbank exigió una prima de 2,9 millones de euros, a pesar de que su empresa fue salvada con dinero de los impuestos generales. Por su parte, el presidente del banco BNB Paribas, de París, dejó en reserva mil millones de euros para pagar bonos a sus funcionarios, lo que le fue objetado por el presidente de su país, que es uno de los que más aboga por poner freno a esta desenfrenada codicia. Y en el ámbito asiático, el presidente del banco Nomura, de Tokio, compró el negocio para Europa y Asia del banco norteamericano Lehman Brothers, que fue el que inició la crisis; además garantizó a cientos de sus funcionarios directores el pago de bonos por una suma de varios millones. Y el jefe del Royal Bank of Scotland, de Edimburgo, ha amenazado a los contribuyentes británicos con miles de millones de pérdidas si su banco, que ahora se encuentra en un 70% en manos del Estado, no puede pagar suficientes bonos a sus funcionarios encargados del negocio de inversiones.

¿Y qué se lee sobre el país donde comenzó la crisis? Sin considerar que su banco produce pérdidas, el jefe superior del banco Morgan Stanley de Nueva York quiere pagar a sus banqueros de la rama de inversiones, incluso para los peores momentos de la crisis, hasta unos 3 mil millones de dólares por concepto de bonos. El jefe de Goldman Sachs de Nueva York, ya ha acumulado en el curso de este año unos 11 mil millones de dólares para pagar primas a sus funcionarios directivos. Se calcula que hasta fines de este año esto beneficiaría a cada funcionario con unos setecientos mil dólares de bonos extra. Y por su parte el gerente general del banco neoyorquino Citigroup, aunque anuló el pago de bonos a sus empleados directivos para 2008 debido a que su banco fue sostenido con el dinero de los contribuyentes, no obstante él mismo al entrar en funciones recibió acciones por un valor de 48 millones de dólares, a modo de dinero de bienvenida.

Un alto jefe de un banco alemán, un tanto alarmado por este desarrollo, declaró en la prensa que “la codicia ha vuelto a los mercados financieros”, lo que se ve confirmado por las citas anteriores. Y esto sucede a nivel mundial. La pérdida de la memoria, que no es otra cosa que la pérdida de la moral, hace brotar frutos a todo nivel. En el semanario alemán Stern, se podía leer en su última edición que algunos jóvenes banqueros londinenses, después de tres horas de divertirse en un bar, consumieron algunas botellas de vino, entre otras dos botellas del famoso champán “de los ricos”, Dom Perignon Methusalem, a 9 mil euros la botella, pagando una factura por el equivalente de casi 48 mil euros. Antes de irse, el banquero que invitó dijo un pequeño discurso negando que existiera una crisis y culpando de todo a su primer ministro, recomendando al final que no se difundiera el pánico inútilmente. No sólo el dueño del bar sino al final también el camarero se alegró mucho con tales visitantes, ya que después de acompañar a sus tambaleantes banqueros hacia la puerta del local, encontró mil libras de propina en la mesa que habían abandonado sus huéspedes. En Hong Kong –una ciudad que en realidad pertenece a un país que siempre combatió al capitalismo–, después del cierre de la bolsa, los analistas y empleados del negocio de finanzas suelen reunirse en el 25° piso de la terraza de un club. El consumo mínimo es allí de 700 euros por persona. Lo mismo sucede en Frankfurt, Nueva York o en otros centros de las finanzas mundiales. Sintomático y esclarecedor del espíritu que reina en el mundo financiero es lo que se lee en la misma revista citada, donde un bolsista, mientras se relajaba después del cierre de la bolsa neoyorquina en un bar cercano, comentaba que hasta hace poco él y sus compañeros de labores pensaban que su gran negocio financiero había terminado definitivamente; pero que después de que los bancos habían sido salvados de su quiebra total gracias a la intervención del Estado, ahora todo volvía a su normalidad y el negocio seguía igual que antes, “sólo que ahora nadie debe notarlo”, ya que “hay muchos clientes que todavía no se recuperan del shock y están furiosos contra nosotros”.

¿Qué conclusiones se pueden sacar de estos pocos ejemplos en el rubro de las finanzas? Tal vez que la crisis económica es sólo la exteriorización de una profunda crisis moral de la sociedad en general. El avance de la ciencia y de la técnica ha conducido a los países ricos a un bienestar del que ya nadie quiere prescindir. Sobre todo en los países con mayor desarrollo industrial, el consumo ha aumentado en todas las ramas de la economía, pero son muy pocos los que piensan en las consecuencias que éste tiene para los recursos naturales, para la naturaleza como tal, los mares y ríos, el aire, el mundo animal, el clima y en última instancia para el ser humano mismo. Los expertos de la banca y la bolsa antes citados no hacen sino aprovechar la enorme demanda y se sienten instados a especular y jugar con el capital de los inversionistas. Que al hacerlo también quieran obtener una buena tajada del pastel para sí mismos es algo que no consideran deshonroso, aunque en el fondo no deje de ser un delito contra su ética profesional. Un banquero justificaba este proceder opinando que lo que ellos hacen sucede en todas las ramas de la economía, ya que la competencia es enorme. Y que además el mercado siempre se ha regulado al final por sí solo.

Detrás de estas actitudes que surgen cada vez más en la sociedad se esconden los que se podrían llamar los nuevos ídolos o dioses de un paganismo moderno. Al ídolo de la codicia se unen otros como el deseo de poder, el alcoholismo, el deseo de poseer, la pasión por el juego, la manía de notoriedad, el deseo de venganza, la drogadicción, el aprovecharse del prójimo, la destrucción de la tierra, las pasiones de todo tipo, y muchos otros más. Aunque el fenómeno es mundial, todo ha comenzado en países que se denominan cristianos. El Dios que dio nombre y base a su ideología ha sido reemplazado por los dioses descritos antes. El ego es esencialmente individualista y así lo es también el motor que mueve los destinos del mundo, donde cada uno es su propio prójimo y está en contra del otro. De ese individualismo ha surgido este mundo que estamos viviendo, el egoísmo que mueve los hilos de la economía y otros aspectos de la sociedad.

A la vista de dioses tan atractivos no es de extrañar entonces que al Dios de los cristianos ya no se le tome en serio. O está muy lejos en un cielo ya muy difuso, o sus representantes no hacen lo que él les prescribió y por tanto no son dignos de crédito para el pueblo, o a su hijo se le escarnece y ridiculiza celebrándoselo año tras año de bebé en diciembre o de figura sangrante en Semana Santa. Tampoco la presunta posición interventora de los numerosos “santos”, las oraciones, las ofrendas, las peregrinaciones han hecho que en el carácter de muchos cristianos de la banca y de la economía, de la política y en muchos casos de la ciencia, primen la honestidad, el bien común, el amor al prójimo y otras de las virtudes que recomendó y vivió dando ejemplo el que dio su nombre al cristianismo.

¿Hasta cuándo dormirá el pueblo? ¿Cuánto tiempo soportará la madre Tierra tanto ultraje? ¿Se recuperará la economía por sus propias fuerzas? ¿Cambiará al fin la mentalidad utilitarista de muchas personas? ¿Desaparecerá el egoísmo? Sea como sea, tendrá que haber un cambio. Y más valdría prevenir que lamentar, ya que la sabiduría popular nos da una sabia advertencia, puesto que al fin y al cabo tanto va el cántaro a la fuente…

A pesar de este escenario tan tenebroso, el ser humano tiene ya desde hace miles de años la solución de sus males en sus propias manos, sólo que hasta ahora no se ha cumplido ni puesto en práctica, ya que de otro modo al mundo le iría mejor. Los cristianos originarios de todo el mundo se esfuerzan a diario en poner en práctica en su vida diaria estos sabios principios divinos: los Diez Mandamientos de Dios y las enseñanzas del Sermón de la Montaña de Jesús de Nazaret. A quien no le baste con leer lo poco que ha quedado de ello en la Biblia “cristiana”, y además desea tener más detalles sobre una alternativa de vida que abarca todos los aspectos de nuestra existencia material y espiritual, puede adquirir más informaciones y literatura en www.editorial-la-palabra.com.
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