La geometría de pequeños rectángulos o cuadrados alternan y se superponen con acierto en medio de un cromatismo frío de azules y blancos, animados por determinados toques de rojo y amarillo. El negro tiene también protagonismo importante en las piezas. Las veladuras están presentes y el azur transmite la serenidad general al cuadro que se hace asombro ante el espectador.
Los títulos de las obras provocan un dinamismo interpretativo y a través de ellos vemos patios, claustros, celosías, puertas abiertas... La pintura se reinventa y reconcilia consigo misma en la obra de Francisco G Lagares, después de algún tiempo en que se cuestionaba como género artístico. Las obras de lagares se presentan en lienzo, madera y papel.
“Los espacios, que parecen paneles vidriados, a los que denomina Nigrán, emiten reflejos cristalinos geométricos en perfecta linealidad, cortada por ritmos diagonales”, explica Victoria Gasané en el catálogo de la muestra. “Ritmos que rompen la estética hierática de las barras divisorias. Aquí los juegos de luces se reparten por el lienzo dando uniformidad al conjunto final”.
Esculturas de los hermanos Roscubas
Por otra parte, la galería Arte Contemporáneo ha presentado las esculturas singulares de Roscubas, dos hermanos gemelos nacidos en Palma de Mallorca (1953) y residentes en Bilbao desde 1958. El trabajo conjunto de estos artistas, que conforma cabezas humanas sucesivas, se lleva a cabo en madera, con láminas superpuestas pintadas de azul –casi azul Klein- o en diversos colores. Un trabajo llamativo, refinado, bien hecho y de bellos acabados.
El trabajo en madera de Roscubas está cobrando celebridad e importancia en el circuito artístico y sus obras se encuentran entre otros sitios en el Museo de Arte de Navarra, o el Museo Artium en Vitoria.
Para Inés Intxauisti: “A los hermanos Roscubas lo que les interesa es la expresión del ser, su interior, su silencio, su mirada, todo lo que el ser exterioriza desde dentro y la expresión donde mejor se manifiesta es en el rostro humano. Coincidieron en el tiempo; Fernando pintando al óleo caras de personas imaginadas donde hacía hincapié en la expresión, por que veía que esas caras estaban rebosantes de vida interior, eran como contenedores de pensamiento, se podría decir que todo lo que sucedía en el exterior se veía reflejado en esas caras: y Vicente pintando cuadros con listones de madera que luego coloreaba y los disponía en hileras ya sea de forma horizontal ó vertical, de ese modo conseguía crear unas superficies de texturas muy interesantes. Así permanecieron unos cuantos años. En aquella época los dos juntos (al margen de pintar individualmente), fabricaban figuras de poliéster. Pronto hicieron su primera cabeza en poliéster, que luego repitieron en madera (sirviéndose de los cuadros de Vicente)”.
”Estos trabajos todavía están lejos de los Tótems actuales, pero poco a poco fueron desarrollando las posibilidades que ofrece el trabajar juntos, aunando esfuerzos y conocimientos. Esa primera cabeza, posteriormente y casi de forma imperceptible fue creciendo y creciendo, hasta convertirse en un auténtico Tótem”.
“Ellos guardan recuerdos de las máscaras africanas y de culturas ancestrales, siempre se sintieron atraídos por la magia y el simbolismo de esas culturas milenaria y lo totémico se les aparecía como un ser de grado superior ; era el eslabón más alto de la jerarquía ; les parecía que el Tótem era el gran dominador”.