Mefitis es una divinidad femenina de raíz osca, aunque su culto también se extendió a la Galia Cisalpina y posteriormente fue adoptado por los romanos. Su figura integra múltiples significados: es una diosa ctónica, vinculada a gases venenosos, fuentes sulfurosas, actividades volcánicas y a las aguas subterráneas, pero también se le atribuyen propiedades terapéuticas, protectoras y fertilizantes. Esta combinación antitética le otorga tanto un carácter peligroso como benéfico.
En algunos contextos presenta atributos celestes y eróticos, asemejándola a Venus. En las inscripciones lucanas aparece como Domina Jovia, compañera de Júpiter, e incluso asociada al aspecto silvestre de Fauno (Juppiter-Faunus). Asimismo, se la relaciona con Mamert, el Marte osco, recordando la asociación griega de Afrodita y Ares, aunque puede tratarse de un vínculo arcaico que remite al Marte agrícola y estacional.
Las ofrendas encontradas en sus santuarios principales—armas inutilizadas, miniaturas de terracota de guerreros— sugieren su conexión con aspectos bélicos y rituales de fertilidad. También aparecen efigies de Hércules, frecuente junto a fuentes termales, indicando el dominio civilizador de este héroe sobre fuerzas naturales ctónicas.
Entre sus principales lugares de culto destacan los santuarios de Rocca S. Felice (AV), Rossano di Vaglio y Grumentum (PZ), Mirabella Eclano (Irpinia), el Valle di Canneto (Settefrati), y fuera del ámbito osco-sabelio, en Cremona, Lodi Vecchio, Roma (Esquilino) y Pompeya. En Roma se documenta un aedes Mefitis y un lucus Mefitis desde el siglo III a.C. Sin embargo, no se dispone de registros arqueológicos o epigráficos que indiquen la presencia específica del culto a Mefitis en Extremadura, pero las características de esta deidad hacen que estuviera presente en Andalucía y Extremadura sobre todo. Pero la evidencia principal de esta diosa proviene de la Italia central y meridional, especialmente en regiones itálicas como Sabinia, Lucania, Samnio e Irpinia —conociéndose sus vapores sulfurosos y santuarios en lugares como Rocca San Felice, Grumentum, el Valle de Ansanto, etc.— donde ejercía su rol protector y terapéutico. La zona mediterránea tuvo interesantes y abundantes intercambios económicos y culturales, por los que lógico es que las diosas del Mediterráneo estuvieran presentes, aunque cabe la posibilidad de que en cada zona se conociesen tanto con el mismo nombre como con algunas variantes.
En cambio, en Extremadura no se han identificado elementos característicos de su culto —como templos, lucus, inscripciones, ofrendas de tipo guerrero o manifestaciones litúrgicas vinculadas a fuentes sulfurosas— que puedan asociarse con la presencia local de esta divinidad. La naturaleza geológica de la región (más seca y menos volcánica que las zonas itálicas) haría además menos probable el desarrollo espontáneo de un culto mefítico basado en emisiones de gases o manantiales sulfúricos.
En resumen, no existe evidencia arqueológica o documental que respalde la adoración de Mefitis en Extremadura, por lo que cualquier afirmación en ese sentido debe considerarse sin respaldo científico por ahora.
El término osco mefiai ha sido interpretado como “en el medio”, lo que refleja su función como mediadora entre cielo y tierra, vida y muerte. Existe además una posible relación de su culto con la trashumancia, ubicándose sus santuarios en rutas pastoriles, lo que sugiere un rito de paso vinculado a los cambios estacionales.
Plinio el Viejo, en Naturalis Historia (II, 207-208), describe los peligrosos vapores del valle de Ansanto, en Irpinia, donde el templo de Mefitis se ubicaba sobre un respiradero letal. Servio relata que las víctimas ofrecidas a la diosa no eran sacrificadas por el hombre, sino que morían por la toxicidad de los gases al acercarse al agua.
Plinio (VII, 79) alude a un paralelo animal: la comadreja (mustela), cuyo veneno letal para el basilisco enfatiza la conexión entre lo femenino, las emanaciones, la fertilidad y la destrucción. Esta simbología se prolonga en la tradición cristiana y renacentista, vinculándose incluso con la concepción virginal de María por vía auricular, según san Zeno y san Agustín.
Virgilio (Eneida VII, 563-571) sitúa en este mismo lugar un acceso al inframundo, mientras que en otro pasaje (VII, 81-91) describe el oráculo de Fauno en los bosques de Albúnea, asociado a vapores proféticos (mephitim), reforzando la dimensión oracular de Mefitis. Servio y Donato transforman esta mephitis en un símbolo olfativo negativo: “diosa del olor más desagradable”.
Porfirión amplía el vínculo con Fauno, divinidad también ctónica y pestilente. Así, en Roma la diosa pierde parte de sus atribuciones originales, reduciéndose a un simple símbolo del hedor y los gases letales.
Incluso en la cultura celta, aparecen ecos similares, tan como hemos observado con anterioridad para la zona celtíbera peninsular. En el Ciclo del Úlster, el personaje de Ness-a ("comadreja") y la reina Medb (de posible raíz indoeuropea medh- cercana a Mefitis) ejemplifican esta asociación entre mujer, fertilidad y el control de los procesos de nacimiento.
Una comparación interesante es la de Mefitis con Aponos, numen de las Aquae Aponae (Abano Terme), vinculado a fuentes termales curativas, sin el componente mortífero. Aunque ambos deidades gestionan aguas sulfurosas y oráculos, el paisaje de Aponos es terapéutico y luminoso, mientras que el de Mefitis es sombrío y liminal.
Así, Mefitis aparece como una compleja deidad mediadora entre los opuestos: vida y muerte, fertilidad y veneno, salud y destrucción. Su figura conserva ecos antiguos que solo parcialmente fueron absorbidos por la religión romana, diferenciándose claramente de otros numina de fuentes termales.
*María del Carmen Calderón Berrocal, Dra. Historia. Ciencias y Técnicas Historiográficas, Correspondiente por Extremadura en Academia Andaluza de la Historia, Cronista Oficial de Cabeza la Vaca. Secretaria Canciller de la Asociación de Cronistas de Extremadura y miembro de la Real Asociación de Cronistas de España