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OPINIÓN

El “zapato chino” del caso Karadima

Fernando Karadima en imagen de archivo
Fernando Karadima en imagen de archivo

Por Jorge Infante Velarde

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Quienes hayan pensado que con la declaración de culpabilidad emitida por el Vaticano contra el cura Karadima se había acabado el engorro, se equivocan de plano  y tanto es así que hoy mismo,  la preocupación por los flecos y coletazos de este caso asiste tanto a los altos y crípticos círculos de la Iglesia católica chilena, como a los estamentos judiciales chilenos que han sido –por decirlo de manera suave-, ridiculizados por la sentencia vaticana al conseguir ésta, lo que los tribunales chilenos -no exentos de abulia y desinterés en este caso-, no pudieron –o no quisieron- descubrir.

El ciudadano de a pie en cambio, con la sabiduría popular que da la ignorancia tiene sin embargo, la película más clara: “aquí lo que ha ocurrido,-opina Rafael, taxista de profesión de 58 años-, es que tantos unos como otros (Iglesia y Justicia) no pensaron nunca que las cosas podrían darse de este modo es decir… el dictamen del vaticano les ha tomado por sorpresa y hay quien piensa incluso, que este fallo ha sido una especie de traición ya que la protección entre los miembros de la Iglesia es muy fuerte” concluye Rafael quien a pesar de declararse católico practicante, está sorprendido  por la reacción vaticana.

Pero volviendo al meollo del asunto, lo cierto es que la sentencia vaticana no cierra el Caso Karadima, más bien es al revés ya que el proceso que ha finalizado con la condena al cura, -desconociendo la postura de los tribunales chilenos-, deja abierta la puerta para que el Poder Judicial intente recomponer su maltrecha postura y decida reabrir el caso con lo cual se produciría un escenario que además de inédito, resulta asaz incómodo para la  también maltrecha imagen de la Iglesia católica chilena que ha salido escaldada en demasía frente a la opinión pública por este asunto.

Quizás el primer asunto a  resolver para la burocracia eclesial chilena sea que hacer con Karadima, personaje que de repente, ha pasado a ser muy incómodo. Despojado de su condición sacerdotal, impedido de relacionarse con sus pares y con quienes eran sus fieles y seguidores, Karadima enfrenta hoy una difícil situación personal, y no solo por su deteriorada salud y su avanzada edad sino también, porque hoy mismo, constituye una “patata caliente” para sus superiores jerárquicos, algunos de los cuales como el actual arzobispo emérito Errázuriz, le protegieron y respaldaron al principio aunque ahora, Errázuriz públicamente reconozca, que se equivocó y se dejó influenciar tanto por otras personas como por el prestigio de Karadima.

 

Su actual destino (en un convento de Las Siervas de Dios, en la capital), le pone en el punto de mira de periodistas, medios de comunicación y público en general lo cual, no gusta a la jerarquía católica chilena que con seguridad, ya evalúa alejarlo de Santiago y eventualmente, del país, situación que en caso de reabrirse la causa penal contra Karadima, echaría por tierra el propósito de quitarlo de la circulación hasta que los ánimos se calmen  ya que un nuevo proceso judicial, significaría múltiples procedimientos, comparencias, interrogatorios y otros.

En el ambiente de la curia chilena también hay una cierta molestia con Karadima por su postura rebelde a aceptar el superior veredicto vaticano ya que éste, supone la supraautoridad eclesiástica en la Tierra y objetarla, equivale a negar y desconocer la autoridad plena y superior y esto, viene a cuento de que Karadima insiste en auto proclamarse inocente de los cargos en su contra, actitud con la cual viene a decir de manera explícita, que rechaza la autoridad vaticana lo cual no gusta a la jerarquía católica porque da pie a otro tipo de consideraciones. Muchas personas creen que una postura de cierta humildad por parte de Karadima como por ejemplo, aceptar el veredicto del Vaticano y, -la menos probable de su parte-, de pedir perdón a sus víctimas, ayudaría notablemente a cerrar este espinoso asunto.

En los círculos judiciales chilenos en tanto, se ha ido creando una cierta idea de reabrir este caso con mayor acuciosidad que el leve tratamiento judicial anterior y que evite un fallo absolutorio por falta de antecedentes. No obstante lo anterior, hay convencimiento pleno de muchos juristas de que no será un caso fácil y que es más que probable que aún, reabriendo el caso, la Justicia no tenga los mecanismos suficientes para juntar todos los antecedentes que el tribunal eclesial consiguió reunir y que está más que claro, que la Iglesia nunca cedería sus documentos a la autoridad civil.

Es más que probable también, que aquellos testimonios que fieles y cercanos a Karadima entregaron a los jerarcas católicos hayan sido otorgados en niveles próximos al secreto de confesión y muchos de los que habrán confidenciado experiencias ante un cura, jamás lo harían a un tribunal de justicia entre otras cosas, por el temor a verse expuestos públicamente.

 

El último coletazo conocido del Caso Karadima, tiene que ver con el obispo auxiliar de Santiago y Gran ViceCanciller de la Universidad Católica, Andrés Arteaga, que fuera uno de los primeros en reaccionar en contra de las acusaciones formuladas a Karadima. Algunas de las víctimas han denunciado que también fue quien los amenazó cuando relataron lo que les ocurría y les coaccionó para no  seguir adelante con estas acusaciones haciéndoles ver que la Iglesia tenía “muy buenos abogados”.

Cuando se conoció la noticia de la condena vaticana a Karadima, muchos esperaron la reacción de Arteaga la cual recién el pasado miércoles, tomó cuerpo en una edulcorada declaración oficial en la cual “adhería”, de manera “completa y filial” al fallo vaticano evitando en todo momento, llamar a las “víctimas” como tales y usando el nombre más genérico y light, de “afectados” sin reconocer de manera explícita y derecha, su error inicial tal como hizo el arzobispo Emérito Errázuriz en una entrevista periodística que en términos de asumir una postura, viene a ser tanto o más que una políticamente correcta y estudiada declaración pública.

Quienes conocen de cerca los entresijos del poder eclesial chileno creen ver en esta tibia declaración de Arteaga, una forma de intentar que lo que se derive de la misma, no afecte su actual puesto de Gran Vicecanciller de la Universidad Católica, nombramiento que depende de manera directa del Cardenal Arzobispo Monseñor Ezzati, quien, contrariamente a lo que se esperaba en los círculos de la curia chilena, no ha respaldado ni comentado la declaración de Arteaga motivo por el cual –y siempre atendiendo a los comentarios de cercanos a los círculos de poder de la iglesia chilena-, podría ser probable que Arteaga, esté próximo a salir del puesto administrativo que ostenta en la Universidad Católica máxime si tomamos en cuenta, la fuerte campaña de recogida de firmas que se está llevando a cabo para sacarle del puesto e introducir al mismo tiempo, reformas en la designación de las autoridades universitarias. Como se ve, hay Caso Karadima para rato.

 

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