Wolf se apoya en el trabajo del profesor Andrew J. Scott, The Longevity Imperative, quien sostiene que el envejecimiento no debe abordarse como un problema financiero, sino como una oportunidad estructural . Para Scott, “la longevidad exige repensar la arquitectura de nuestras sociedades”. Los datos son elocuentes. En el Reino Unido, la media de edad de fallecimiento ha pasado de ser el primer año de vida en 1865, a los 87 años en la actualidad. En el mundo, más de medio millón de personas superan ya los 100 años; en 1990 eran menos de 100.000.
España no es ajena a esta transformación. Se estima que, en 2035, el 30 % de la población española tendrá más de 65 años. Reformar el sistema de pensiones no será suficiente. El impacto alcanza al sistema sanitario, el mercado laboral, la vivienda y también al turismo, uno de los pilares económicos del país.
Una parte relevante de la población mayor goza de buena salud, hasta el inicio del deterioro y capacidad económica. Esto obliga a repensar los servicios públicos y privados, incluyendo la atención sanitaria, con un enfoque más preventivo y el empleo, con esquemas más flexibles.
Pero hay un ámbito estratégico en el que este cambio necesita una atención especial: el turismo.
La creciente longevidad coincide con la jubilación de una generación que ha viajado desde la infancia, cuando el turismo de masas comenzó a extenderse en Europa en los años 60, y al llegar a la jubilación, no renuncia a viajar. Al contrario: dispone de más tiempo, más experiencia y más recursos para hacerlo.
Este grupo representa un nuevo perfil de turista: activo, exigente y con intereses diversos. Son lo que algunos expertos denominan turistas “omnívoros”: consumen tanto turismo de sol y playa como experiencias culturales, visitas a museos, gastronomía local o turismo de salud en balnearios y centros de bienestar.
Entre la jubilación y el inicio del deterioro físico que limita los desplazamientos, estas personas disponen de un margen de entre 10 y 20 años para disfrutar de sus ahorros, de buenas pensiones y de un estilo de vida viajero. Suelen realizar varios viajes al año, combinando distintas motivaciones y destinos. Valoran especialmente la seguridad, en especial la sanitaria, buscan tranquilidad y confort, y muchos prefieren hoteles solo para adultos. Este segmento valora la calidad, el servicio personalizado y la comodidad. A diferencia de otros grupos más sensibles al precio, aquí lo importante no es pagar menos, sino recibir más por lo que se paga, mientras tengan una razón para levantarse cada mañana, lo que los japoneses llaman el Ikibai.
España está bien posicionada para liderar este nuevo mercado. Su clima, su sistema sanitario, su red de transporte, su oferta cultural, la proximidad a los mercados emisores y su experiencia turística le otorgan una ventaja competitiva clara, pero el país habrá que hacer un esfuerzo para adaptar la oferta a estas nuevas demandas.
Este nuevo mercado no se limita a los turistas internacionales. Una parte importante del mismo son los propios españoles.
El sector turístico ya ha comenzado a reaccionar. Muchos hoteles están renovando sus instalaciones, promoviendo hoteles que solo aceptan adultos, mejorando la accesibilidad y ofreciendo actividades pensadas para este perfil.
La edad media de los turistas está subiendo a nivel global. Esto no es una tendencia puntual, sino un cambio estructural. Obliga a repensar no solo el marketing turístico, sino también la formación del personal, la planificación urbana, la conectividad digital, los seguros de viaje, la movilidad y los servicios sanitarios en destinos turísticos.
España puede convertirse en una referencia internacional en turismo adaptado a la longevidad si sabe integrar salud, cultura, accesibilidad y bienestar en una oferta coherente y atractiva para todas las edades. No se trata de inventar algo nuevo, sino de ajustar lo existente a las necesidades de un público que ya está aquí y que crece cada año.
Convertir la longevidad en un motor de innovación y crecimiento no es solo una oportunidad económica. También es una forma de responder a una transformación social inevitable y profunda. El turismo, por su capacidad de adaptación y su contacto directo con las personas, puede ser uno de los sectores clave en esta transición.
España tiene la experiencia, la infraestructura y el talento para liderar esta nueva etapa. El momento de actuar es ahora.