Hoy que escribo aquí, esta noche, es el día de los difuntos, el dos de noviembre. Severo Ochoa iba con frecuencia al cementerio y se sentaba a descansar, quizá el alma, sobre la lápida de mármol de la sepultura de su querida esposa, y era allí donde lloraba sin lágrimas, claro, la desaparición de sus amigos.
A mí la pérdida de éstos me resulta dolorosa, pero aún más es la pérdida de la cabeza de los pocos que me quedan, y que cambiados de piso, y con la ayuda de un enfermero con fonendo y todo, les acompañan día y noche, les hacen la comida y les toman el pulso; les preguntan cómo se llaman – para que lo recuerden -, y que les enseñen la lengua a ver si la tienen blanca.
Eso es lo más terrible. No poder disfrutar de la alegría y de las frases profundas de esos amigos que me quedan físicamente en este mundo, pero que son como muertos vivientes, momias cauterizadas y silenciosas que sin embargo aún no están enterradas, que es lo peor del caso.
Sí, aquí tengo a Thomas Mann y “Los Buddenbrook”; y tengo a mi lado a Carl G. Jung y su libro “Recuerdos, sueños, pensamientos”; y la madre Teresa de Calcuta y su libro “Palabras Blancas”; pero ¿quién sabe ya en este país desmemoriado y cainita quien es Thomas Mann, y Carl G. Jung, y la madre Teresa”?. ¡Qué más dá!.
Fatalmente la catástrofe de la riada de Valencia se repetirá cíclicamente, y la Comunidad Valenciana renunciará la ayuda del Gobierno francés, y la de la Comunidad de Cataluña.
En realidad a lo largo de mí ya larga vida he presenciado aburrido como cíclicamente, cada cierto tiempo, se repite fatalmente la riada en las zonas del Levante, y el mar Mediterráneo se calienta como la olla de Pedro Botero, y fatalmente en Octubre o Noviembre las riadas se suceden y los políticos no hacen absolutamente nada, pues este pueblo cainita elige a sus políticos a la medida de lo que ellos mismos son; esto es: desmemoriados, obtusos e ineficaces.
Por eso existe la muerte, porque si no existiera esta vida terrenal sería insoportable, el infierno del que hablan los teólogos, sin darse cuenta de que ellos mismos y también nosotros vivimos ya en él.