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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

Un lugar en el cielo

  • Para mi sobrino Juan

Por Germán Ubillos Orsolich
jueves 24 de octubre de 2024, 19:21h

24OCT24 – MADRID.- Cuando ochenta o cien mil almas juntas respiran al unísono como un solo pulmón un espectáculo impresionante, puede tratarse de un Coliseo romano y de unos seres indefensos dispuestos a morir devorados por las fieras salvajes. Pero también podría tratarse de esos miles de espectadores siguiendo las andanzas de unos hombres corriendo detrás de una pelota. Éste es caso al que me refiero.

Nada más comenzar el espectáculo iban “perdiendo” por dos goles a cero. Esto es, el “equipo adversario” había introducido en su blanca portería dos veces el balón.

Nadie esperaba nada diferente, todo era depresión, angustia y tristeza.

Se tomaron “un receso”, esto es, un breve descanso de unos quince minutos, y cuando salieron los cristianos, quiero decir los jugadores, de nuevo ocurrió lo imprevisible; lo inaudito, si no fuera porque ese conjunto de jugadores vestidos todos de blanco solían repetirlo con cierta frecuencia enfervorizados por los gritos de las ochenta mil gargantas.

Y ocurrió de nuevo el milagro. Marcaron un gol, marcaron dos; esto es, introdujeron “el esférico” un par de veces en la puerta contraria.

Pero faltaba lo mejor; el gladiador, quiero decir el jugador llamado “Vinicius”, un nombre por cierto muy romano, en descomunal e incomprensible carrera -pues llevaban ya corriendo más de una hora-, y en dribling sorteando a los jugadores adversarios que querían destruirle, alcanzó la portería contraria e introdujo allí, nada menos que la pelotita tres veces más.

Sí, no una, ni dos; sino, tres. Esto es, tres veces más

Sus compañeros, casi todos extranjeros de distintos países y continentes, pero eso sí, enfervorizados, le abrazaban y lloraban de emoción; se revolcaban sobre el césped, sobre el césped sí, pues ahora la arena de los Coliseos no era como la de entonces, de tierra y polvo, para recordarles que eran de polvo y en polvo se iban a convertir.

Emocionados corrían ahora de nuevo sobre la verde hierba del jardín del Edén.

Así -como en sagrada eucaristía-, los ochenta o cien mil espectadores y los muchos millones más que lo veían por los artilugios llamados televisores, se emocionaron hasta el paroxismo, y comprendieron por fin que sus familiares difuntos -sitos en el otro mundo, el mundo de lo invisible-, también habrían visto tamaña proeza, tamaño espectáculo.

Esa era la grandeza singular del llamado “el futbol”, que había sustituido a aquél otro de las fieras salvajes devorando inocentes.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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