El problema de María Antonia y el mío es que no tenemos problemas acuciantes, como tantos otros millones de seres humanos. Esto que al parecer y sin duda es un don, es en el fondo un problema, pues los dos avistamos la muerte física como el único y definitivo problema de los problemas; el muro final.
Sin embargo María Antonia ha elegido transitar por un sendero luminoso, el amor a la vida, el amor a estar viva y gozar de las maravillas de estarlo y de serlo.
La otra tarde fuimos al Pardo a merendar, su esposo generoso, solícito y paciente, impidió que yo pagara, pero lo más curioso para mí es que ya dentro del restaurante y a la caída de la tarde-noche, ella se ausentó misteriosamente. Mi mujer, su esposo y yo nos miramos, había salido a pasear unos minutos por los pinares donde abundan los gamos y los helechos, quería aspirar el húmedo y oloroso frío del invierno, quería vivir la ambrosía de la vida, de la naturaleza, de la madre tierra; era vital para ella, mucho más vital que nuestras conversaciones tan intelectuales y emocionales. Y es precisamente esto lo que define su ser.
Para María Antonia vivir es mucho más fuerte que pensar que algún día no estará. Y es precisamente la esencia de su ser más profundo. Ha elegido la vida, olvidando precisamente que ésta no será eterna, tema éste que a mí sin embargo me atormenta.
Por eso leer los libros de María Antonia García de León es un baño terapéutico de gozo y de éxtasis vital. Ha elegido lo bueno de estar aquí sin pensar en su temporalidad o intentando no pensar en ello.
Este su último libro publicado por “Pigmalión”, es un recuerdo emocionado y sentido de su infancia, de su padre, de su madre, de su abuela, de tantas cosas; y de la madre tierra, su planeta, un planeta bañado por la luz de esa estrella que la calienta e ilumina, que la baña y la mece, que la hace única entre los billones de constelaciones y de galaxias que flotan en el universo- mundo tras la explosión del Big-Bang original; el momento en que ese Ser invisible, perteneciente al “mundo de lo invisible” - anterior al nuestro y creador del mismo - ha hecho posible que María Antonia nos abandonase por unos momentos y saliera al campo en el Monte del Pardo a aspirar el aroma de las jaras y de los pinos, mucho más enriquecedoras que nuestras conversaciones al aroma del café.
“Poeta en llamas”, el último libro que les recomiendo, es una muestra más de éste amor por la vida, de ésta “alegría de vivir” de la inteligencia de ésta mujer excepcional.