Trashumancia

Esta mañana nos ha hecho pensar en la productividad. Se preguntaba a sí mismo si en este país se produce lo suficiente. Las noticias nos dicen que falta productividad, que no se trabaja lo suficiente. Al respecto, Millas dice que mirando en derredor ve como todo el mundo suda y se desgañita en hacer bien su trabajo: los camareros en las terrazas se desplazan acelerados colocando sillas, quitando tazas y platos, yendo de acá para allá, sin apenas tiempo para respirar. Si va al supermercado ve a los reponedores que no dan abasto en rellenar las estanterías; las cajeras se afanan en hacer cuentas y más cuentas, en cobrar al cliente y hacer caja. Observa que no hay tiempo ni para limpiarse la nariz.

Comentaba Millas que ayer mismo, tuvo que ir al hospital para que le sacaran sangre para una analítica y comprobó que las enfermeras buscaban con precisión las venas de los pacientes para sacarles la sangre. Se preguntaba si también en este trabajo tienen en cuenta la cantidad de pacientes a los que se les extrae su sangre para una mayor productividad. Cuando llegó su turno le dijo la enfermera que su vena estaba muy escondida. Millas entró en pánico. Suele decir de vez en cuándo que él es muy hipocondríaco y endeble. Es delicado de salud. Claro, ya tiene unos años. Lo dice casi siempre. Debe estar rondando los ochenta. Y, claro, esa edad…no se sabe si …para qué vamos a molestar al paciente…

Se preguntaba Millas, con cierta duda, o con todas las dudas, si los médicos, ante la presencia de alguien de avanzada edad, hacen lo posible por curarlo o, si, por el contrario, le aplican un remedio simple para que vaya tirando. Porque, claro, se preguntaba el filósofo: los viejos deben ser un gasto “casi” inútil para la Seguridad Social… (hacía estas reflexiones con cierto rubor). A mí me recordó a aquel ministro japonés, o chino, que hizo unas declaraciones que fueron muy criticadas porque parece ser que les dijo a los japoneses viejos que, en vez de ir a los hospitales para curarse, lo que tenían que hacer era morirse para ahorrar dinero al erario público. Pufff!!!! Aquello fue muy comentado, fue algo escandaloso. Lo cierto es que las elucubraciones de Juan José Millas a mí me hacen ponerme las pilas siempre.

Le asombran estas aglomeraciones de gente que se agrupan en las grandes ciudades para la Navidad, como Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao. Miles de personas en los centros de estas ciudades para sentirse unos a otros, para escuchar los latidos de sus corazones. Se preguntaba si él sería una rara avis dado que él huye de todos estos enjambres humanos.

La Navidad es como ese barco que nos lleva navegando por alta mar. A veces nos lleva a buen puerto, otra zozobra y nos deja por el camino para que den buena cuenta de nosotros los tiburones. La Navidad, y tantos y tantos festejos que el capitalismo maneja es un síntoma de la despersonalización del individuo, de la falta de criterio. Pensamos lo que quieren que pensemos, hacemos lo que quieren que hagamos y no tenemos agallas para oponernos.

Hace no mucho, en octubre pasado, las principales calles de Madrid acogían la Fiesta de la Trashumancia. Grandes rebaños de ovejas atravesando España para buscar nuevos pastos. Iban dirigidos por sus pastores. Pues eso.

Disfruten, pero con inteligencia.