Cuenta que el padre Efrén tuvo problemas con algunos círculos de influencia, por sostener en su biografía teresiana que nació en Gotarrendura en vez de en Ávila. El Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia sostiene al menos la duda de si la Santa Reformadora del Carmelo nació en Gotarrendura o en Ávila.
Fernando Lázaro Carreter sostiene, por su parte, que Teresa de Cepeda y Ahumada fue la primera creadora de la autobiografía espiritual, en el libro de su Vida. Quizás pudiéramos decir que lo fue san Agustín en sus Confesiones, pero ella lo fue como mujer.
Con motivo de la entrega del premio Beatriz de Ahumada a Julia Sáez Angulo, esta leyó uno de sus poemas a tres Doctoras de la Iglesia.
DOCTORAS EN LA CORTE CELESTIAL
(Teresita de Lisieux, Catalina de Siena y Teresa de Jesús)
Eran y son las tres,
las tres en punto de la tarde,
las tres en punto en todos los relojes
de la corte celestial.
Tres mujeres consagradas, místicas
escritoras y teólogas, suben al estrado;
su cátedra les aguarda con rico sitial.
Con rostro radiante, rezan al Altísimo
y abren sus tratados.
La doncella francesa, nacida en Lisieux
aboga por la infancia espiritual,
camino de santidad.
Invoca la oración por las misiones,
la mortificación silenciosa,
la caridad heroica…
Los santos galos aplauden a rabiar
a la pequeña Teresa,
Teresita del Niño Jesús, hija
de la gran Teresa.
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Turno para la santa italiana
tocada de gloriosos estigmas;
visionaria de postrimerías,
dominica por más señas.
Expone la grandeza de Roma,
su tradición en la roca petrina,
la autoridad suma del Pontífice,
vice Cristo en la tierra.
Lo quiere presente en la Ciudad Eterna.
Los santos papas, todos a coro, elogian
a Catalina de Siena.
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Abre sus libros la gran Teresa,
la de Ávila con cuna en Gotarrendura.
Soy Teresa de Jesús y de nadie más,
aclara la santa en las disputas sobre su origen.
Fue la audaz monja reformadora en tiempos
de Contrarreforma.
Ella habla de palomares, pozos y acequias,
de castillos y moradas,
para albergar a Su Divina Majestad,
de lucha contra la sierpe tentadora,
de obediencia y alegría,
del Amor de los amores…
Sube, eleva su palabra, levita,
cae en éxtasis…
Un dardo de Bernini transverberó
su cuerpo en suspenso.
Al despertar, la santa Doctora,
se atora y exclama:
“¡Dios mío, confío que, durante este tiempo
de arrobo,
no se haya derramado
ni una sola gota de aceite de la alcuza!
La necesitan mis monjas para los
pucheros”.
Las santas carmelitas en el cielo
miran, embelesadas,
a su Santa Madre.
Ávila, contenta, repica las campanas
de iglesias, conventos, monasterios
y ermitas;
exultan los palomares en Gotarrendura,
para honrar a su sabia Doctora
en el cielo,
María, asiento de sabiduría,
junto a
Brígida y Benedicta de la cruz,
Doctoras y patronas de Europa,
contemplan con deleite la escena.
y comentan orgullosas:
Las mujeres tienen mucho que hacer y decir
en esta hora, para honrar y enriquecer
a la Santa Madre Iglesia.